Paysandú, Miércoles 29 de Enero de 2014
Opinion | 23 Ene En plena siesta veraniega, y con el “ambiente vacacional” que gana a un gran porcentaje de los uruguayos en esta época, --sobre todo los capitalinos, e incluidos especialmente muchos gobernantes--, tenemos por delante un 2014 que reviste la característica de ser nada menos que un año electoral, y por lo tanto el presidente de turno es afectado por lo que se denomina en Estados Unidos el síndrome del “pato rengo” porque queda con un poder menguado y condicionado en su gestión a las consecuencias de cara al inminente acto electoral.
Pero Uruguay es un país en el que al fin de cuentas prácticamente se está siempre en campaña electoral, tanto por el gobierno como por la oposición, y por lo tanto difícilmente haya temas que escapen a que se midan en costos políticos y conveniencias electorales, en lugar de analizarse desapasionadamente lo que beneficie al interés general, con muy contadas excepciones. Por lo demás, como suele acontecer, muchos integrantes del gobierno y de organismos estatales suelen renunciar a sus cargos a efectos de enfrascarse en la campaña preelectoral, y por lo tanto hay áreas en las que los relevos tratan de operar más como “piloto automático” que como conductores, y muchas veces se limitan a seguir adelante con lo que su antecesor les ha dejado en carpeta.
Ante este escenario muy tradicional, el presidente José Mujica convocó en las últimas horas a Consejo de Ministros y expuso ante su gabinete ministerial las prioridades a encarar durante este 2014, para el que exhortó a “ponerse las pilas” y punteó temas específicos a llevar adelante en los próximos meses.
Así, el mandatario reclamó acciones firmes para que se avance en el proyecto minero de Aratirí, iniciativas de apoyo para el resurgimiento productivo y social en Juan Lacaze y estricto seguimiento de la cadena productiva cárnica a fin de eliminar distorsiones en materia de precios, entre otros temas.
Según da cuenta La República, Mujica también subrayó que el puerto de aguas profundas en Rocha es una decisión estratégica y entre otros aspectos reconoció que el gobierno “ha tenido dificultades burocráticas”, al relatar los pasos en el desarrollo de emprendimientos de envergadura como el de Aratirí.
Por cierto que ante el último año de gobierno, difícilmente pueda hacerse, en plena campaña electoral, lo que no se hizo en cuatro años, sobre todo teniendo en cuenta las dificultades para sustraerse a un entorno teñido de pasiones político-partidarias, y la experiencia indica que hay demasiadas presiones e intereses en juego para actuar con la mesura y ponderación que por ejemplo puede ponerse de manifiesto al principio o apenas avanzada una gestión de gobierno.
Además, pese a que en su momento Mujica pidió a sus ministros que no se fueran de vacaciones este verano, muchos de los presentes precisamente cortaron su licencia estival para sentarse luciendo su bronceado esteño en la mesa junto al mandatario, lo que pone de relieve que hay costumbres y modos de actuar que no se van a modificar con una simple exhortación, como tampoco fueron atendidas en su momento las apelaciones del mandatario a que sus ministros dieran muestras de austeridad y a la vez fueran razonables a la hora de plantear sus presupuestos para abatir el gasto.
Lo cierto es que todo gobierno tiene luces y sombras, errores y aciertos, y el de José Mujica no ha sido ajeno a esta tónica, aunque lamentablemente en algunas decisiones y episodios, como es el caso de Pluna, sumó a los errores una impronta de soberbia, que también comprendió a los legisladores oficialistas, los que además nunca aceptaron integrar una comisión investigadora. Los hechos demostraron que las cosas eran aún peores que lo que se denunció, y ya hay empresarios procesados y pedidos de procesamiento sobre jerarcas de la administración relacionados con el sonado episodio. En el pronunciamiento popular de octubre de este año, y eventualmente en un balotaje en noviembre, el ciudadano debería tener en cuenta los elementos que se colocan en uno y otro plato de la balanza para que el fiel se incline hacia uno u otro lado, y todo indica que como suele ocurrir, el año electoral agregará muy pocos elementos objetivos para decidir, en el marco de una “electoralitis”.
Precisamente el ciudadano tiene ante sí el desafío de discernir entre lo que es artificio electoral y la realidad, por encima de los eslóganes, las críticas, las acusaciones y los anatemas que surgirán desde una y otra trinchera, sobre todo para el 20 por ciento del cuerpo electoral, que está constituido por los ciudadanos que se definen como independientes y que es el que suele definir el resultado de cada elección.
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