Paysandú, Miércoles 29 de Enero de 2014
Locales | 26 Ene De lo mucho de mitológico que encierra, lo primero es el de su propia denominación. Tango se encuentra en las culturas africanas, hispánicas y coloniales, dentro de la leyenda racial rioplatina. Según algunas teorías deriva de “tang”, que en una de las lenguas habladas en el continente negro, significa palpar, tocar, acercarse. Dentro de esas lenguas además, hay dos dialectos que se denominan “tanga” y “tangui”. En formas de hablar sudan-guineana figura “tanglé”. Curiosamente el contenido hispánico de la palabra, se acerca a “tang”. Tango en castellano, es una voz derivada de “tangir” que en el español antiguo es “tangana”, alboroto, jaleo. En época de la colonia era la denominación que los negros daban a las lonjas, parches de percusión. La pronunciaba como palabra aguda, “tango”. “Tango” eran también los bailes que hacían los africanos traídos a la fuerza al Río de Plata. Esos bailongos hacían tanto bochinche que los montevideanos ricos --autoconsiderados respetables--, pidieron al virrey Francisco Javir Elío (1810) que prohibiese los “tangos de los negros”, según nos cuenta el investigador Lauro Ayestarán.
La aceptación que brinda el diccionario, referida a una especie de tambor que fabricaban los indígenas hondureños, parece acercarse al sentido africano de la palabra. Realmente se hace difícil saber si se trata de causalidad, o simplemente transferencia de culturas.
Solo como curiosidad, porque en principio no tienen vínculo con el origen, cabe mencionar que una región de Japón se llama Tango, al igual que una fiesta infantil de ese país, y que antiguamente en Brasil era sinónimo de samba.
El origen de la palabra, referente a nuestra música, es incierto y generador de arduas polémicas, que se hacen un poco más fáciles cuando se trata de llegar a conclusiones, pues al principio los autores creyeron descubrirla dentro de cuatro ritmos --el candombe, la milonga, el tango andaluz y la habanera--, defendiendo una de ellas en exclusiva. Actualmente se admite sin mayores opiniones, la múltiple paternidad, según los estudiosos obviamente, y se acepta que otros géneros musicales confluyeron en el advenimiento del tango, expresión cultural que termina típica y orgullosamente rioplatense.
Los distintos anteriormente citados ritmos, fueron las principales expresiones populares en la segunda mitad del siglo XIX. La música criolla campera, llegada a las urbes en ancas de los habitantes rurales que se venían a los centros poblados, también se asoció a las fiestas y a los bailes del pueblo con zambas, vidalitas, cielitos, chamarritas, chacareras, gatos, cuecas, tonadas, estilos y malambos, y el milonguero criollo, base para improvisar en contrapunteo en el canto de los payadores.
Los marineros de paso y los europeos que llegaban a los puertos del Plata, aportaban a su vez valses, pasodobles, polcas, tarantelas, mazurcas y chotis. Las pequeñas ciudades que eran entonces Buenos Aires, Montevideo y Rosario de Santa Fe, se transformaron no solo donde se concentraban innumerables manifestaciones populares, sino también desde donde se fueron creando otras expresiones muy nuestras.
Como se trataba de pueblos jóvenes y de la construcción de nuevos países, con hombres y mujeres deseosos de fortuna rápida, el ambiente era real y propicio para lograrla. A medida que pasaban los años para muchos no fue tan así, pero igual siguieron con optimismo vital aunque con cierta frustración por los sueños no concretados pero lograron seguir sin pesimismo. Esto, lo del dolor, también mostró un enorme potencial creativo.
Entre esfuerzos y sudores, penas y alegrías, progresos económico y social o no tanto --según la suerte de cada uno-- los pujantes moradores de ambas orillas nunca dejaron de divertirse, algo que felizmente llega hasta nuestros días.
Los patios de los conventillos y las calles en los días de fiesta, las salidas de los lugares de trabajo, de las obras en construcción, de los cuarteles, los bares donde despuntaba la nueva sociabilidad, pequeños teatros, calesitas, los circos, por supuesto los prostíbulos, eran lugares donde gente llegada de todo el mundo y del campo, tanto en Argentina como en Uruguay se divertían, cantaban y bailaban al son de pequeños conjuntos de guitarra, violín y flauta, que a veces se agregaban clarinete y armonio. Dentro de variados ritmos, así se fue gestando junto a su misterio el nacimiento del tango. Larga es la lista de obras que lo demuestran, y que realmente hará eclosión como ritmo y danza en los fines del siglo XIX.
Blas Viola
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