Paysandú, Miércoles 29 de Enero de 2014

La culpa es de los otros

Opinion | 29 Ene Desde el principio de los tiempos, ha resultado difícil aceptar las responsabilidades por los fracasos, y como bien sostiene el dicho atribuido a Napoleón Bonaparte, “la victoria tiene cien padres pero la derrota es huérfana”. Este razonamiento que surge de la experiencia se aplica perfectamente a la situación que está viviendo nuevamente la Argentina.
Es así que tras aceptar a regañadientes la reciente devaluación, con el gobierno de Cristina Fernández ensayando una mentirosa “apertura” del cepo bancario llena de restricciones, la mandataria despachó a través de su cuenta de Twitter gran parte de resentimiento porque su gobierno quedó arrinconado y debió hacer en pocas horas lo que una y otra vez reafirmó nunca iba a ocurrir en este período.
Así, desde La Habana, hacia donde se trasladó para participar en la cumbre de la Celac, (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) junto a otros mandatarios latinoamericanos, Cristina Fernández de Kirchner culpó a los bancos y otros grandes actores económicos por las maniobras “especulativas” en el mercado cambiario.
Así, dialogó el domingo con su par brasileña Dima Rousseff, acerca de las “presiones especulativas sobre los tipos de cambio de los países emergentes ¿te suena?”, según contó en su cuenta de la red social Twitter. “Parece que algunos quieren hacernos comer otra vez sopa, pero además con tenedor. ¿Quiénes? Los mismos de siempre: los bancos. Solo a través de ellos se pueden hacer todas las maniobras especulativas de los mercados”.
Por supuesto, de lo que se trata lisa y llanamente es de un intento de trasladar a otros la culpa de los profundos y reiterados errores de su gobierno, que creyó reinventar la pólvora practicando una política económica sabidamente insostenible, cuyos frutos en descomposición recién empiezan a asomar la cabeza, y la devaluación es una de ellas, por supuesto.
Lamentablemente, además, el pueblo argentino es afectado en esta revulsión por un gobierno que ha seguido vendiendo espejitos de colores y disfrazando la realidad, además de hacer gala de una gran soberbia y autosuficiencia que lo ha arrastrado a tratar de tapar errores con otros aún más groseros. De esta manera se entierra en una ciénaga de la que cada vez la resultará más difícil salir sin efectos traumáticos, hasta ahora imprevisibles. Pero seguramente encontrarán otros culpables, tanto externos como internos --“especuladores”, “antipatriotas”, “capitalistas”, o lo que sea--, de la misma forma en que han justificado en hundimiento de una de las naciones más ricas del mundo en una década en que toda América Latina –excepto Venezuela y algún otro país-- alcanzó los mayores crecimientos de la historia.
Entonces, cuando la mandataria acusa a los operadores económicos que “quieren hacernos comer otra vez sopa”, en realidad debería mirar hacia el pasado y reconocer que su gobierno, es el que ha desaprovechado los mejores tiempos económicos para sostener un sistema populista que consume todos los recursos del país.
Naturalmente, la falta de credibilidad en una política encerrada, hiperproteccionista, en la que se miente hasta en el índice inflacionario que elabora el propio instituto oficial Indec, hizo que subiera la cotización del dólar “blue”, hijo no deseado de las propias políticas de su gobierno porque nadie cree en la cotización oficial, y menos aún en la sinceridad del cepo a la compra de dólares que se implantó y que ahora se dice querer flexibilizar.
En lugar de acusar a los operadores por presiones y maniobras especulativas contra los países emergentes, tratando de asimilar la peculiar situación argentina a países que en mayor o menor grado han apuntado a transparentar sus economías, la mandataria debería hacer una real autocrítica de su gobierno –y suya propia-- por tratar de llevarse por delante las leyes de la economía, manejar el país como si fuese su propiedad personal y confundir exprofeso las causas con los efectos, porque las especulaciones son consecuencia de sus propias políticas irracionales.
Una muestra clara la tuvo recientemente el ministro de Economía Axel Kicilloff, cuando intentó “arreglar” con el Club de París la deuda de 10.000 millones de dólares que se dejó de lado varios años para ver qué pasaba y determinó que el país no cuente con crédito internacional. Ahora, al volver con una mano atrás y otra adelante, no hubo otra “solución” que una primera devaluación, porque la Argentina no está dispuesta a pagar a costa de sacrificar los supuestos “avances sociales” obtenidos todos estos años, según dijo Kicilloff.
Pero se olvidó el secretario de Estado que estas supuestas “conquistas” sociales son artificiales, con dinero que no se pagó, como si una familia alhajara la casa no pagando sus deudas y pretendiera luego que no se le cobre lo que no pagó, porque quiere seguir con su buen pasar.
A este grado llega precisamente la gran “calesita” de la economía del vecino país, y es precisamente un intento de hacer pasar a todos los demás por tontos el atribuir a otros la culpa propia por el embrollo en que están envueltos los gobernantes que igualmente siguen apostando a mantenerse a toda costa en la cresta de la ola.


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