Opinion | 29 Ene La reforma del cepo cambiario en Argentina ha provocado alarma en el mercado turístico uruguayo y más allá.
Para diferenciarse de la primera etapa del control de cambios cuando la AFIP emitía la autorización para comprar divisas de manera discrecional, ahora se estableció que solamente se podrá vender dólares a los trabajadores registrados, autónomos y monotributistas que hayan percibido en los últimos 12 meses un salario neto promedio superior a 7.200 pesos argentinos. Quienes pasen ese filtro podrán adquirir por mes el equivalente al 20% de sus ingresos.
Esto ha puesto en alerta al sector turístico nacional, al punto que la Cámara Uruguaya de Turismo presentará una queja ante el Mercosur contra Argentina por tomar esas medidas.
Peor todavía, debido a la fuerte devaluación del peso argentino --que se suma a las persistentes restricciones para comprar dólares--, el sector turismo en Uruguay se apresta a enviar trabajadores al seguro de paro y analizan pedir al gobierno que duplique la duración de ese subsidio como medida de apoyo.
Si bien en el Este es normal que en febrero se reduzca la actividad turística, se prevé que en el mes entrante se acelerará el proceso de desocupación y de inactividad.
No hay dudas que la situación en el vecino país debe generar preocupación. Y no está mal que se intente promocionar destinos uruguayos (aunque siempre se termina promocionando solamente el Este) en Brasil y Chile.
No obstante, el gran inconveniente no son las nuevas medidas argentinas sino el nivel de precios de Punta del Este y del Uruguay en general. Por una parte, el principal balneario uruguayo se mantiene bien diferenciado de Mar del Plata en la medida que este se ha popularizado y Punta sigue siendo para la élite.
Esta élite no tiene precisamente problemas económicos y probablemente tenga dólares fuera de Argentina, por lo que no debería sufrir por ese cepo cambiario. Pero hasta la élite se cansa de que le metan la mano en el bolsillo. Por otra parte, con el boom de la construcción especulativa hoy se precisan muchos más turistas para “llenar” el balneario, algo difícil de lograr si no es con el aporte de la clase media uruguaya, que además pone en la balanza y descubre que es más barato ir por avión a un balneario de Brasil por una semana que estar 3 días en un hotel en Uruguay, así sea en las termas de Salto. Y aunque sea un 5 estrellas, no es lo mismo veranear en Buzios o Florianópolis que en las Termas o Punta del Diablo.
Así las cosas, el manual de lo que hay que hacer incluye varias cosas. Al Ministerio de Turismo, que no le corresponde el papel de bombero y que las promociones en otros países debieron empezar mucho antes. Al sector de prestación turística, que es mejor tener menores dividendos que no tenerlos. Y al gobierno que no puede otra vez salir a subvencionar las ganancias de algunos, pagando con dineros públicos la desocupación de los más débiles. Corresponde a los empresarios hacer el mayor esfuerzo. No al pueblo uruguayo.