Opinion | 02 Feb La fundación holandesa Drugs Peace Institute presentó la candidatura de José Mujica al Premio Nobel de la Paz, por su decisión de regular el mercado de la marihuana.
La organización definió al mandatario uruguayo como el “Libertador de la Juventud” y comparó sus actos con Simón Bolívar y José de San Martín, al liberarlos de las ataduras de “corrupción de nuestra cultura actual y su expresión más sórdida, que es la Guerra a las Drogas”. Más adelante, la organización reconoció que “hay que enfrentar también la realidad del consumo y las razones que llevan a los jóvenes y otras almas inquietas a consumir flores de marihuana”.
Según la fundación holandesa, “con Mujica se acaba la historia oficial y comienza una era de respeto para con la espiritualidad de la persona, por encima de la razón del Estado y los grupos de poder que la manejan en interés propio”.
La Ley 19.172 fue promulgada el 23 de diciembre pasado y entrará en vigor en abril próximo, mientras cumple su período de 120 días, tras su aprobación parlamentaria el 10 de diciembre y luego de su reglamentación.
En los próximos dos meses se deberá definir el tipo de variedad que se plantará en Uruguay, cantidad de cultivadores habilitados y a qué costo y cuánto costará en las farmacias. El producto legal estará disponible únicamente para los uruguayos, que estarán habilitados a adquirir hasta 40 gramos mensuales o unos 40 cigarrillos y el autocultivo se limitará a seis plantas y 480 gramos de recolección anual. El senador Roberto Conde había dicho que “es lo que técnicamente se estima como lo razonable para que no se caiga en un uso problemático de la droga”.
Si lo que la ley limita es la cantidad y asegura una buena calidad, la pregunta es cómo “liberar” a los “jóvenes y otras almas” que se encuentran haciendo un uso problemático de esta y otras sustancias. Al decir “sustancias” la palabra refiere, por ejemplo, a la necesidad de regular el uso extensivo de psicofármacos y alcohol, cuyos problemas con menor y mayor grado de visibilidad aquejan a la sociedad en todas sus clases sociales.
No ha sido prioritario --por el momento-- y aguardemos que sí lo sea, la regulación de un mercado de psicoactivos más potentes y aceptados socialmente como los mencionados anteriormente y que requieren de controles específicos para cada caso.
La historia oficial no acaba o empieza ni con Mujica ni con otro, en tanto no tomemos a las adicciones en su contexto. Las estadísticas siguen marcando que el alcohol tiene un fuerte protagonismo en los siniestros de tránsito y en la violencia doméstica y que el 30% de la población –40% de las mujeres-- consumen psicofármacos. Esta población consumidora no será liberada de esas ataduras al menos por ahora. Deberán esperar a que su situación se contemple “por encima de la razón del Estado y los grupos de poder que la manejan en interés propio”.