Paysandú, Viernes 07 de Febrero de 2014
Opinion | 01 Feb En su reciente visita a Cuba, el presidente de la República, José Mujica, comentó el tenor de la reunión que mantuvo en la isla con su par de Argentina, Cristina Fernández, y sostuvo que intercambiaron respecto a “la metodología” que aplicarán “en este proceso”, si bien aseguró que no puede “garantizar nada”.
“Nosotros intercambiamos lo que podríamos decir es la metodología que aplicaremos en este proceso, y una de ellas es no hacer declaraciones públicas, por lo menos entre las cabezas más responsables”, dijo Mujica a Subrayado.
Precisamente consultado respecto a la posibilidad de un cambio en la relación entre los países, el mandatario expresó que “la única ley definitiva que he aprendido arriba de la Tierra es que el cambio es permanente. Pero recuerde que el cambio puede ser hacia un lado y hacia el otro. Yo no puedo garantizar nada”.
Por cierto que hace bien, por lo menos en esta oportunidad el mandatario uruguayo respecto a “no garantizar nada” en la relación con la Argentina, porque lamentablemente la constante en todos estos años ha sido solo anuncios de buenas intenciones y sobre todo la reafirmación de la histórica amistad entre ambos pueblos, pero sin que estas apelaciones de buena voluntad permitieran destrabar conflictos nuevos y de los viejos.
El punto es que a esta altura la política interna argentina --que naturalmente se traduce en su relación internacional-- es tan retorcida como imprevisible, y menos aún confiable con relación a los anuncios que se formulan en grado altisonante en cada reunión entre dignatarios de ambos países.
Todavía están frescas en el recuerdo las alternativas del conflicto por la instalación de la planta de UPM-Botnia y el corte de los puentes, violando sistemáticamente lo establecido en el tratado del Mercosur y el litigio en la Corte Internacional de la Haya, el desaire de Cristina Fernández hacia nuestro expresidente Tabaré Vázquez en pleno acto de asunción, y el anuncio desde Buenos Aires, con el desaparecido presidente Néstor Kirchner a la cabeza con la empresa ENCE sobre la autorización para la instalación de una planta de celulosa en la zona de Conchillas, como si fuéramos una provincia más.
También debe incluirse la eterna postergación del dragado de Martín García, las dificultades para dragar el río Uruguay, el entredicho por el aumento de la producción de UPM-Botnia, las trabas a nuestras exportaciones y la más reciente prohibición a los exportadores e importadores argentinos de utilizar puertos uruguayos para sus cargas.
Todo esto pese a la recurrente reafirmación por los presidentes de los lazos históricos entre ambos pueblos y gobiernos, lo que explica por supuesto que Mujica sostenga que “no da garantías” de que lo que haya conversado esta vez con Cristina Fernández pueda plasmarse en alguna realidad favorable para nuestros intereses.
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