Opinion | 08 Feb Cuando ya está algo lejos en el tiempo el compromiso lanzado por el presidente José Mujica respecto a asumir el desafío de que el Uruguay necesita “educación, educación, educación”, los hechos distan de refrendar aquellas intenciones manifestadas a la ciudadanía, por lo que --como bien dice el refrán-- el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.
Por cierto, el mandatario ha subestimado los obstáculos a los se que ha enfrentado para hacer realidad este intento de generar mayores posibilidades de inserción laboral, integración y combate a la marginación de decenas de miles de ciudadanos, porque existe un statu quo que en buena medida parte de los valores que se cultivan en el hogar, el relacionamiento social, por conflictos de intereses y las deficiencias notorias de nuestro sistema educativo, incluyendo naturalmente el manejo de las políticas por corporaciones integradas por gremios de docentes que tienen otros objetivos que no coinciden con el interés general ni nada que se parezca.
En Paysandú, como reflejo de un escenario de creciente deterioro de nuestro sistema educativo y de falencias en la masificación de la enseñanza, han surgido cifras en la Mesa Interinstitucional Ampliada de Políticas Sociales de Paysandú (MIPS) que dan cuenta de que en Paysandú hay 9.000 jóvenes “que están en situación de desvinculación o tienen primaria como máximo nivel educativo y el 40 por ciento de la población sanducera tiene primaria como educación. El promedio educativo entre las personas que tienen de 15 a 65 años es de 7,9 años, es decir Primaria y un poco más. Entonces eso nos obliga a a pensar cual es el capital humano que se está formando y qué tipo de empleo tendrá”, expuso el referente del Ministerio de Desarrollo Social (Mides), Ricardo Fleitas, en torno a este tema.
La idea del MIPS es comenzar a delinear estrategias en base a datos como estos, relevados en el ámbito educativo, con la participación de referentes, lo que naturalmente no es una tarea que pueda encararse solo desde el departamento, sino que estamos ante un escenario que se repite en todo el país y por lo tanto requiere coordinación entre lo que pueda hacerse desde el ámbito local y las políticas que debe liderar, por supuesto, el gobierno nacional.
Que es precisamente donde está la omisión, más allá de la insoslayable situación social, que ha trastrocado valores respecto a los que se tenía décadas atrás, porque debe empezarse por un diagnóstico veraz, para el que es imprescindible contar con datos como los que ha relevado ya la mesa insterinstitucional, y sobre todo, concretar aportes que identifiquen el origen de los problemas. Así se podrán afrontar desde el sistema educativo y actuar en consecuencia, con altura de miras y en base a proyectos de corto, mediano y largo plazo.