Paysandú, Domingo 09 de Febrero de 2014
Opinion | 06 Feb Enero nos trajo calor extremo y febrero turbonadas, inundaciones, evacuados y lluvia para el solaz de sapos y ranas. Sensación térmica de 47ºC por un lado, 150 milímetros en dos días (superando la media histórica del mes) por otro. El año 2014 se inició desde los extremos. Lo primero que viene a la mente es eso de lo que tanto se habla y tan poco se hace para mitigar sus consecuencias: el cambio climático.
2013 fue uno de los cuatro años de mayores temperaturas sin intervención de episodios de El Niño ni de La Niña, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que consideró este dato como una confirmación más del cambio climático.
Y es tan así --aunque aún hay quienes todavía rebaten el fenómeno del cambio climático-- que trece de los catorce años más cálidos de los que se tienen datos se han registrado en el siglo XX y XXI. Precisamente cuando el sistema económico mundial atacó con mayor dureza a la naturaleza, pensando en las ganancias a cortísimo plazo, pero no tomando en cuenta los costos a largo plazo, que pueden llevar a cambiar totalmente la civilización tal cual la conocemos.
Los especialistas afirman que si bien el ritmo de calentamiento no es uniforme, es innegable. Y concuerdan que dado el volumen sin precedentes de gases de efecto invernadero en la atmósfera, las generaciones venideras vivirán en un mundo en el que las temperaturas mundiales continuarán aumentando.
La avaricia y los intereses mezquinos de una minoría no deberían despojar a toda la Humanidad de su derecho inalienable a la vida generación tras generación. La mayor ambición que la Humanidad debería tener hoy es combatir el cambio climático, que no es algo opcional, sino fundamental.
Como lo expresó con claridad el director ejecutivo de Greenpeace Internacional, Kumi Naidoo, durante la convención de cambio climático en Varsovia, el año pasado: “Tenemos un mensaje para nuestros líderes políticos: entiendan que la naturaleza no es negociable. No podemos cambiar la ciencia, sino que debemos cambiar la voluntad política. Tienen la capacidad para hacerlo, y ya no pueden seguir postergándolo. Deben comenzar a hacerlo ahora”.
Seguir atados a los grandes contaminadores no tiene futuro posible. Su poder es tan relativo como la propia existencia humana si no se cambia rápidamente de proceder. El dinero no les valdrá de nada si no hay Humanidad. El futuro será un lugar inhóspito si no se toman las postergadas medidas para reducir los efectos del cambio climático. No es un juego ni una cosa de ambientalistas locos. Es el presente que nos urge pensar en nuestra supervivencia. Si solo pensamos en los balances anuales y en el aumento de ganancias a costo de la naturaleza, llegará el momento de los números rojos para todos.
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