Paysandú, Viernes 14 de Febrero de 2014
Opinion | 14 Feb Por cierto que las graves dificultades que desde hace años atraviesa nuestro sistema educativo no van a poder resolverse de la noche a la mañana, teniendo en cuenta la diversidad de problemas, y es notorio también que en año electoral, como es este 2014, se acentúan las dificultades para que el sistema político encuentre puntos de acuerdo para encarar de una buena vez el diseño de un diagnóstico acertado de la situación.
Recientemente el ámbito parlamentario fue nuevamente escenario de un intento de puesta al día sobre el tema, con la convocatoria al Senado del titular del Ministerio de Educación y Cultura, Ricardo Ehrlich, para tratar proyectos presentados por el senador Pedro Bordaberry, y ha surgido de las primeras instancias de debate que las diferencias de apreciación sobre la realidad en que se encuentra inmersa la educación son una primera gran dificultad para encontrar salidas a este escenario preocupante.
Ehrlich compareció acompañado por el rector de la Universidad de la República, Rodrigo Arocena, el presidente de la Administración Nacional de la Enseñanza Pública, Wilson Netto, los directores de los consejos desconcentrados y representantes de la Universidad Tecnológica (UTEC), para informar sobre los resultados de la educación pública y las metas de la actual administración de gobierno.
En la sesión propuesta por el propio Frente Amplio, el titular de Educación y Cultura subrayó que el gobierno no tiene una “mirada complaciente” sobre los resultados en la educación y consideró que las pruebas PISA, si bien “muestran estancamiento” en los resultados, miden solo ciertos aspectos en particular de la gestión.
El secretario de Estado también admitió que una preocupación concreta del gobierno refiere a que el 65 por ciento de los adolescentes termina el Ciclo Básico a los 17 años y que a la vez el 37 por ciento lo termina con 21 o 22 años, en tanto consideró como positivo que “aumentaron un cinco por ciento las culminaciones de ciclos en estudiantes de contextos más desfavorecidos” y que se incrementó la cobertura en el quintil más desfavorecido.
En realidad, Ehrlich aludió a números que considera son satisfactorios en cuanto a una tendencia de “inclusión” que incluso serían un paliativo respecto a cifras muy contundentes respecto a deserción, pero que no van al fondo del tema ni mucho menos, desde que además de la fuerte deserción estudiantil, un punto más o un punto menos, suponiendo que sean cifras con sustentabilidad, no agregan nada a una problemática que tiene sobre todo que ver con la calidad de la enseñanza, los objetivos en la capacitación y formación y la posibilidad de inserción laboral de los egresados, por citar solo algunos aspectos.
Es notorio que las pruebas internacionales PISA no son un elemento absoluto, sino que tienen carácter comparativo con otros países de la región y el mundo, pero sí son un indicativo acerca de como nos encontramos ante un nivel educativo que ha evolucionado en todo el mundo, a la luz de nuevos parámetros.
Y si bien los números que indican las pruebas PISA son decepcionantes, no se necesitaría una prueba de estas características, para quien más o menos tenga una idea aproximada de la realidad de nuestra enseñanza, para inferir que cada vez estamos más lejos de la dirección en que va el mundo, y que lo que se ha hecho para mejorar números de egresos y deserción es bajar la vara en cuanto a las exigencias, metiendo la cabeza en un agujero, como el avestruz.
Este autoengaño, porque no se trata de otra cosa, solo significa trasladar al problema hacia adelante, porque si se sigue una carrera universitaria, las graves carencias salen inmediatamente a luz y ponen en jaque a los docentes de la enseñanza terciaria y naturalmente al propio estudiante, quien traumáticamente se encuentra con que no tiene conocimientos suficientes para desempeñarse satisfactoriamente en sus estudios finales.
Lo mismo ocurre naturalmente en el ámbito laboral y otras áreas en las que los egresados necesiten aplicar lo que han aprendido, y nos encontraremos con que la magra mejora en la “inclusión” que se pregona sirve de poco y nada a la hora de enfrentar una realidad que no puede ser disfrazada con cifras abstractas ni intentos de aprobar exámenes al barrer, como lo pone de relieve la denuncia del sindicato docente Fenapes en el sentido de que se reciben cada vez más presiones de los inspectores de Secundaria para que sean menos exigentes con los alumnos y les permitan pasar de grado sin importar los malos resultados obtenidos en el año.
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