Paysandú, Sábado 15 de Febrero de 2014

Ni “conveniente” ni oportuno

Opinion | 15 Feb En las últimas horas el ministro de Economía y Finanzas, economista Mario Bergara, anunció que el gobierno ha decidido postergar por lo menos por unos meses la anunciada construcción del nuevo edificio del Banco de la República en la Ciudad Vieja de Montevideo, que tendría un costo del orden de los noventa millones de dólares, de acuerdo a las últimas estimaciones.
Según da cuenta El Observador, durante su comparecencia en la Comisión Permanente del Parlamento, el jerarca indicó que comparte “la conveniencia” de hacerlo, pero no “la oportunidad”, y por esa razón se dilatará al menos hasta fin de año.
Consultado por El Observador sobre si no quería que se transformara este emprendimiento en un tema de campaña, Mario Bergara asintió, aunque está todavía en un “limbo” la iniciativa, cuando el presidente del Banco República, Fernando Calloia, había acordado con el presidente José Mujica la ampliación de la sede, que sería lindera a la actual y que tendría el mencionado costo, en tanto en un principio se había hablado de un máximo de 60 millones de dólares.
Por supuesto, este tema tiene muchas aristas a considerar, y una de ellas es precisamente la “conveniencia”, porque debe analizarse primero si es necesario para un banco estatal embarcarse en un gasto de casi cien millones de dólares que podría dedicar al fomento de la producción y promoción del denominado “emprendedurismo” para sectores que necesitan apoyo económico para insertarse en el tramado socioeconómico del Uruguay.
Por lo tanto, cuando referimos a “conveniencia”, no cuesta mucho inferir que no es conveniente para el país, sobre todo cuando el gobierno ha hecho hincapié en el “país productivo”, que dista mucho de un nuevo monumento al ladrillo en pleno Montevideo. Con cien millones de dólares, sin duda, se podría también hacer mucho en cuanto a rebaja de intereses para sectores que enfrentan problemas de repago por falta de rentabilidad y la propia presión del Estado en tarifas, servicios e impuestos, para poder desarrollar sus respectivos emprendimientos.
En cuanto a la “oportunidad”, sin dudas que cuando una obra no se encuadra en los intereses del país ninguna oportunidad es buena, porque se trata de ponderar necesidades y prioridades, ante recursos escasos que son aportados por toda la sociedad, y por supuesto, una nueva sede para el BROU está muy lejos de ser una causa popular ni nada que se parezca.
Por lo tanto ingresamos renglón seguido en la consideración del ministro de Economía y Finanzas de que la “oportunidad” que cuestiona es encarar este emprendimiento en pleno año electoral, al darse a la oposición pero también a la opinión pública un debate sobre un tema que evidentemente, por simple sentido común, está en las antípodas de lo que el ciudadano común puede considerar entre sus prioridades.
Es decir que Bergara considera, con buen tino, que embarcarse este año en esta cruzada es poner en el banquillo de los acusados al partido de gobierno y no solo a quienes conducen el Banco de la República, porque el banco administra dinero que es de todos los uruguayos, y una “inversión” de esta magnitud sería un boomerang contra el Frente Amplio, que aspira a un tercer mandato de gobierno.
Sin embargo, no cuestiona el tema de fondo, sino que lo sitúa en código electoral y no desde el punto de vista del interés general. Por supuesto, en estas obras faraónicas no solo se ha metido en camisa de once varas el Frente Amplio, sino que este delirio de pasar a la historia con dineros públicos también lo han tenido los partidos tradicionales, y está cercana en el recuerdo por ejemplo la Torre de las Telecomunicaciones de Antel, construida durante uno de los dos períodos de gobierno del Dr. Julio María Sanguinetti, así como el lujoso auditorio del Sodre, e incluso el expresidente Tabaré Vázquez tuvo el buen tino de dejar en la bolsa de los recuerdos la superdelirante idea de gobiernos anteriores de construir el puente Colonia-Buenos Aires.
Por lo tanto no se trata de cargar las tintas exclusivamente sobre la coalición de izquierdas y su prurito en año electoral, sino en el centralismo crónico, la soberbia y alienación de que hacen gala los gobernantes nacionales de todos los partidos, porque perciben el Uruguay solo con ojos capitalinos, oteando el horizonte desde la bahía de Montevideo, y dando la espalda al país real, al que palpita, trabaja y crea la riqueza, y al que solo de vez en cuando se le reparten migajas mientras el grueso de los recursos se queda en el sur del Santa Lucía.


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