Paysandú, Sábado 01 de Marzo de 2014

China nos enciende una luz amarilla

Opinion | 22 Feb De acuerdo a lo expresado en las últimas horas por el ministro de Economía y Finanzas, economista Mario Bergara, el gobierno espera que el crecimiento del Producto Bruto Interno para 2014 sea del 3%, es decir un punto menos que el 4% del cálculo oficial para 2013. Esta es la primera ocasión en la que el gobierno admite esa caída en las previsiones, en tanto analistas privados esperan que el crecimiento del PBI en 2014 sea de 3,2%.
Bergara formuló estas declaraciones en entrevista con Bloomberg News, donde también hizo referencia a las fuertes presiones inflacionarias que sufre la economía uruguaya y según explicó, los tres años de pleno empleo fueron los que llevaron la inflación a 9,1% en los últimos 12 meses, el máximo en 15 meses y por encima de la meta oficial de 7%.
“Estamos teniendo más restricciones del lado de la oferta. No exportamos más carne, más soja, más arroz porque no hay más qué exportar. Tenemos una demanda interna muy fuerte y firme. Eso hace que sea más difícil combatir la inflación”, dijo el ministro, quien expresó que “el 15% de depreciación del peso en el pasado año está en línea con otros mercados emergentes”.
Acerca de la situación de la economía argentina y su influencia sobre Uruguay consideró el secretario de Estado que “hemos aprendido a navegar en este tema mediante la diversificación y tratando de reducir las vulnerabilidades. La concentración de riesgo regional ha demostrado ser una vulnerabilidad de Uruguay, que explícitamente ha diseñado políticas para diversificar nuestros riesgos y oportunidades en un mundo global”. Las reflexiones del conductor de la política económica son indicativas de que el Uruguay enfrenta un momento adverso en el esquema regional, ante la parálisis en el Mercosur y sobre todo las trabas que ha impuesto la Argentina para las exportaciones desde nuestro país pero también por la directiva de desviar hacia otros puertos la operativa de transbordos de los empresarios del vecino país, entre otras acciones que si bien pueden no estar dirigidas específicamente a perjudicar al Uruguay, sí inciden notoriamente por nuestra dependencia histórica, aunque ésta sea menor a las de épocas no muy lejanas.
De todas formas, la elevada inflación y la caída en la competitividad que sufre el Uruguay son manifestaciones de problemas internos y no del escenario mundial, desde que un tipo de cambio desajustado de la realidad, que implica elevados costos internos en dólares, conspira contra nuestras exportaciones con valor agregado fundamentalmente, porque somos un país caro, y a la vez la inflación es en gran medida consecuencia de la presión fiscal y exceso de gasto público, a lo que se agrega baja productividad y agobiante burocracia, por mencionar solo algunos factores de alta incidencia.
Pero más allá de problemas internos debido a deficiencias estructurales y coyunturales, la cosa no está nada clara en el escenario internacional, sobre todo porque países altamente demandantes de productos primarios uruguayos, como es el caso de China, no las tienen todas consigo, y este año puede revertirse el panorama.
De acuerdo a un análisis del New York Times, economistas e inversionistas de todo el mundo han estado temiendo últimamente los efectos sobre los mercados emergentes de menor tamaño si empeora la desaceleración económica china, en tanto el papel de este país asiático como el mayor comprador de una larga lista de materias primas, desde mineral de hierro hasta aceite de palma, significa que los mercados emergentes están expuestos considerablemente a cualquier afectación de su economía.
Y en caso de darse este extremo, nadie duda que China habrá de priorizar las compras a sus propios productores y que ello hará que se genere una sobreoferta mundial de commodities y consecuente caída de precios, como ya se ha manifestado en los últimos meses, por ejemplo en los granos.
En este proceso ya incipiente, todos esperamos que la sangre no llegue al río, y que más allá de los tradicionales vaivenes de la economía mundial, se pueda llegar a un grado de estabilidad antes de que los desequilibrios se tensen demasiado en los mercados. Pero, como indica el sentido común, siempre lo mejor es hacer lo que se debe hacer, que es tratar de curarse en salud --o por lo menos relativamente-- y cuidarse de no acentuar vulnerabilidades, como el gasto público, y paralelamente generar condiciones para mantener controlada la inflación en parámetros que no exacerben los costos internos.


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