Paysandú, Lunes 10 de Marzo de 2014

La soberbia es mala consejera

Opinion | 07 Mar Nuevamente el presidente José Mujica se refirió a los cuestionamientos de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) sobre la legalización de la venta de marihuana en nuestro país, que es por supuesto un proyecto muy opinable en cuanto a la pertinencia de los medios para obtener determinados objetivos que no se han identificado muy bien todavía, pero que más allá de la cuestión de fondo, merece reparos en cuanto a la forma en que se están procesando las diferencias con un organismo de la ONU, en este caso.
El organismo de Naciones Unidas presidido por Raymond Yans había reclamado a Uruguay que frenara su plan porque “pondría en grave peligro la salud pública”, en tanto en un discurso que pronunció al recibir en las últimas horas el premio Monseñor Leonidas Proaño, otorgado por la Asociación Latinoamericana para los Derechos Humanos (ALDHU), Mujica dijo que “las Naciones Unidas nos están tirando de las orejas y le vamos a dar tanta pelota como le dan las grandes potencias, cuando toman sus decisiones aquí y allá. Pero le vamos a ganar el partido y le vamos a enseñar cuál es el camino de la reforma”.
El mandatario reflexionó en la oportunidad que “la humanidad nos ha dado mucho y tenemos la obligación de tratar de hacer un experimento con toda la frialdad y la devoción del espíritu creador para tratar de encontrar caminos distintos para combatir este flagelo (de la droga) y si algo logramos será a favor de la humanidad; y si nos equivocamos tendremos el coraje político de decir: nos equivocamos. Por eso, este premio es un aliciente”, dijo Mujica.
Asimismo sostuvo que “la crítica viene porque Uruguay es un país chico. Hay como veinte estados americanos que sabes cómo le dan a la marihuana, medicinal eso sí”, y para Mujica “la JIFE está lejos, ni se acuerda, nos tenemos que entender entre nosotros. No tienen ni idea de lo que es la sociedad uruguaya, ni lo que son las previsiones del Uruguay. Acá en este país cuando se planteó el divorcio por la sola voluntad de la mujer decían que se iba a desintegrar la familia, siempre que viene un cambio se generan resistencias”, opinó Mujica.
Por supuesto, el jefe de Estado uruguayo compara peras con tomates cuando equipara temas tan distintos como el divorcio y el consumo de drogas --más allá de que sí, la familia tradicional al menos casi ha desaparecido--, pero además en este caso está de por medio la forma en que procesan las diferencias cuando se refiere a la JIFE, el organismo internacional que entiende en el tema de las drogas. No corresponde a un presidente, cuando habla representa al país, indicar que “a la ONU le vamos a dar tanta pelota como le dan los países grandes”, y mucho menos sacar pecho señalando que “le vamos a ganar el partido y le vamos a enseñar cual es el camino de la reforma”, lo que sigue a expresiones de hace unas semanas las que dijo que el presidente de la JIFE era un “viejo careta”.
No se llega muy lejos con la ofensa y el insulto, y flaco favor le hace al Uruguay quien asume su representación a través de estos adjetivos, como tampoco corresponde hacer gala de soberbia cuando desde Uruguay “les vamos a enseñar” a la ONU como se hacen las cosas. Esta presunta “lección” la va a dar un país que pretende regular los ambiciosos contenidos de la ley sobre la marihuana con un Estado que es abanderado de la ineficiencia, la burocracia, la descoordinación y la ausencia de controles. Por lo tanto queda claro que las normas de regulación del mercado de la droga no son más que la excusa para dar un manto de justificación a la liberación total del cannabis, mientras que los controles serán pour la galerie, obviamente, y a lo sumo cada tanto caerá alguna cabecita que “demostrará” lo bien que funciona el sistema.
En cambio, sí se avienen a la forma en que debe manejarse el tema con los organismos internacionales las expresiones del secretario general de la Junta Nacional de Drogas, Julio Calzada, quien dijo que el gobierno está dispuesto a “dialogar” con la JIFE siempre que eso implique “sentarse alrededor de una mesa a agenda abierta y no a escuchar reprimendas”.
“Nosotros tenemos nuestros argumentos y sería bueno dialogar”, afirmó Calzada. Y aclaró que ello ocurrirá “en la medida que haya una posibilidad real de diálogo (con la JIFE) y que no sea un diálogo de sordos”.
Lo que naturalmente se encuadra en la forma en que deben procesarse los desencuentros y puntos de vista encontrados, cuando además nadie puede atribuirse con fundamento que es el dueño de la razón, porque estamos ante un “experimento” como sostiene Mujica, respecto al que todo está por verse todavía, y lo que él no verá siendo presidente, por añadidura.


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