Paysandú, Jueves 13 de Marzo de 2014
Opinion | 08 Mar Todo indica que de acuerdo a los tiempos legislativos, en breve será enviado para su discusión en el Parlamento un proyecto de ley para promover el “emprendedurismo”, por iniciativa del Ministerio de Industria, Energía y Minería, siguiendo una iniciativa que hace unos dos años se estuvo trabajando por legisladores de todos los partidos para promover la creación de empresas y desarrollar el espíritu emprendedor en un país muy necesitado de estos aportes.
Para la redacción de este proyecto se había consultado ya a diversos actores del denominado ecosistema emprendedor, con la perspectiva de enriquecer la propuesta y hacer de la ley una herramienta que comprenderá una serie de aspectos de la problemática del sector, para empezar por ordenar el tema del emprendedurismo.
El director de la Dirección Nacional de Pequeñas y Medianas Empresas (Dinapyme), Pablo Villar, explicó que el proyecto será enviado en breve al Parlamento, y que pretende crear “un entorno amigable para los nuevos emprendimientos”, así como generar un contexto que permita incluso a trabajadores en relación de dependencia estar en condiciones de llevar a cabo un proyecto propio.
Debe tenerse presente que las micro, pequeñas y medianas empresas representan más del 95 por ciento de las empresas en actividad en el Uruguay, y que emplean el 55 por ciento de la mano de obra privada, en tanto su actividad en bienes y servicios representa aproximadamente el 40 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI).
Anualmente la Dinapyme capacita a unos 600 emprendedores por año, y de ese total un 40 por ciento logra elaborar un diagnóstico y un plan de negocios, pero solo unos 80 emprendimientos finalmente salen adelante y comienzan un proceso de tutoría bajo la supervisión de la Dinapyme.
El jerarca consideró que aun teniendo en cuenta este magro número, “la muerte” de las iniciativas que surgen por fuera de los canales formales es aún mayor y esto termina generando muchas veces en los emprendedores riesgos patrimoniales, como consecuencia de créditos que no pueden pagar, o daños sicológicos.
Por lo tanto, una ley de estas características ayudaría a mejorar el acceso a los instrumentos que hoy están a disposición de los emprendedores, como es el caso de fondos de garantía, capital semilla y subsidios en las tasas de interés de préstamos bancarios, entre otros, por lo que con la ley “proponemos propiciar una cultura emprendedora que mejore este desempeño”, según evaluó.
Por cierto, el afrontar un emprendimiento de riesgo desde abajo conlleva muchas dificultades, e incluso demanda un período para su maduración no menor a tres años, debiéndose tener presente que la puesta en marcha de un negocio y trámites burocráticos lleva en promedio un año y medio.
Hoy las Mipyme pueden acceder a ciertos beneficios impositivos como el pago de aportes sociales que comienzan con un cincuenta por ciento el primer año, suben al 75 por ciento el segundo y finalmente en el tercer ejercicio pagan el 100 por ciento, pero con esta ley se apunta a que los nuevos empresarios puedan beneficiarse en mayor porcentaje de una serie de estímulos fiscales e impositivos que hoy ya están vigentes, como la ley de compras públicas de bienes y servicios para las Mipyme.
El proyecto cubre aspectos educativos, de creación de empresas, de políticas para la implementación de incubadoras de emprendimientos, mecanismos de financiamiento y acceso a capital, además de plantearse evitar normas que supongan trabas burocráticas innecesarias a los emprendedores o desestímulo a la actividad económica.
Por cierto que emprender en el Uruguay tiene grandes riesgos, por aspectos culturales, sobre todo en un país en el que hay un culto del empleo público de por vida, con buenos beneficios cero riesgo.
Se impone por lo tanto desarrollar jóvenes creativos, capaces de trabajar en equipo, tener liderazgo, asumir riesgos, desarrollar su capacidad de establecer metas y objetivos y alcanzarlos, cuando estos elementos no son el común denominador ni nada que se parezca en una cultura uruguaya que no se caracteriza por promover este espíritu, y por el contrario, existe una marcada manifestación conservadora que va muy en sintonía con la expectativa generalizada del empleo público seguro e inamovible que hasta ahora se ha transmitido de generación en generación.
La inversión en emprendedores es sin dudas una apuesta muy valedera, porque el desenvolvimiento del sector privado productor de bienes y servicios constituye la savia del desarrollo de toda nación, sobre todo para aquellas que no cuentan con vastos recursos naturales pero han sabido superar estas carencias con el conocimiento, la tecnología y una actitud positiva contra la resignación y la mediocridad.
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