Paysandú, Martes 18 de Marzo de 2014
Opinion | 14 Mar Las peripecias de los gobiernos populistas dan mucho paño para cortar, en cuanto a pretender cargar siempre a otros las culpas propias por medidas voluntaristas que auguran soluciones geniales a problemas estructurales de cada país, sobre todo apoyándose en distribuir riqueza que no se tiene y por lo que más temprano que tarde habrá que pagar doble precio; pero en esta pléyade de incongruencias la administración de Cristina Fernández, digna sucesora de las controvertidas políticas de su difunto esposo Néstor Kirchner, se lleva todas las palmas. Es así que recientemente el ministro de Economía argentino, Axel Kicillof, volvió a cargar las tintas contra empresarios e industriales de su país, cuando durante una entrevista radial el funcionario les pidió que “se dejen de quejar por los impuestos y medidas” del gobierno y que asuman sus “propios deberes y obligaciones”.
El secretario de Estado expuso en la oportunidad que “para que la Argentina crezca, necesitamos que en lugar de dedicarse a la especulación se dediquen a la inversión, a generar empleo, a ampliar la capacidad productiva y mejorar la competitividad”, en tanto paralelamente calificó como de “cordial” la reunión que mantuvo la semana anterior, junto con la presidenta Cristina Fernández, con directivos de la Unión Industrial Argentina (UIA), y negó que la jefa de Estado haya pedido limitar los aumentos salariales.
Debe tenerse presente que la situación en Argentina, a la que nos hemos referido en más de una oportunidad, es muy precaria, donde lo único seguro es la incertidumbre respecto al rumbo de la economía a partir de la necesidad de correctivos de los que la devaluación reciente de la moneda es apenas un principio para corregir los agudos desequilibrios que corroen al vecino país, pese a sus cuantiosos recursos naturales.
El presidente de la UIA, Héctor Méndez, consultado respecto al tenor de este encuentro, consideró que las subas salariales que se acuerden en las negociaciones paritarias --equivalente a los Consejos de Salarios de nuestro país-- “van a incidir en los precios”, y expuso que la presidenta les advirtió que “podrán dar lo que quieran” de aumentos salariales, pero que impedirá “que lo trasladen a los precios”. En la misma línea el ministro Kicillof destacó que “el gobierno no está poniendo un techo a las paritarias, pero sí que si algún sector en lugar de discutir las paritarias en base a sus propias posibilidades”, decide “dar aumentos salariales altísimos” lo deberá hacer en base a su propia rentabilidad.
Estamos por lo tanto ante un conflicto de intereses que es un escenario común en el tramado socioeconómico de todo país, solo que en la Argentina adquiere connotaciones especiales, por ejemplo por la existencia de fuertes subsidios cruzados que necesitan detraer gran cantidad de recursos a través de impuestos de quienes producen la riqueza, y una inflación ya desatada a la que se quiere poner techo con “precios cuidados”.
Es decir que la idea del gobierno es que se pueda comer gofio y silbar al mismo tiempo, porque por un lado aplica fuertes impuestos, incluyendo sobre todo a las actividades agropecuarias, para subsidiar “a dedo” precios de la energía y determinados productos y servicios, así como volcar dinero para programas asistenciales que son su sostén electoral, y por otro pretende impedir que estos costos sean trasladados a los precios, para no realimentar la inflación.
Ridículo desde todo punto de vista, porque tratan a todo el mundo de ignorante cuando se desafían leyes elementales de la economía.
Es decir que no puede seguir pretendiendo mantener una calidad de vida artificial a través de subsidios en base a recursos que aportan los que producen, y pedirles a la vez a éstos que no suban lo que cada vez les sale más caro producir. Más tarde o más temprano --lo mejor sería hacerlo lo más temprano posible-- el gobierno tendrá que sincerar la economía, dejando que las cosas valgan lo que realmente valen y dejar de gastar incontables recursos en subsidios, solo para empezar, aunque se quiera evitar a toda costa pagar costos políticos. Lamentablemente, antes que eso suceda muchos quedarán por el camino, porque la soberbia kirchnerista no va a dar el brazo a torcer fácilmente y de seguro deberán cumplirse varias etapas más, como intervenciones en empresas, controles de precios, escraches públicos y demás.
Pero la realidad es la realidad, y no se puede disfrazarla indefinidamente, pretendiendo siempre culpar a otros por las medidas impopulares que se tiene que adoptar debido a su omisión y el delirio de seguir en la cresta de la ola como si el dinero de los otros fuera a durar para siempre.
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