Paysandú, Viernes 21 de Marzo de 2014

La campaña sigue perdiendo población

Opinion | 19 Mar Recientemente dábamos cuenta desde las páginas de EL TELEGRAFO del inminente cierre de la Escuela Rural Nº 90 de Sauce del Queguay, porque este año no hay siquiera un alumno en esa zona para cursar los estudios primarios, en el marco de un escenario que no solo se da en Paysandú, sino que se presenta en todos los departamentos del Uruguay en mayor o menor medida.
Lamentablemente esta realidad es consecuencia de un proceso que se viene desarrollando desde hace muchas décadas en nuestro país, al punto que cada año se pierden unas diez escuelas rurales por falta de alumnos. En este contexto, la matrícula escolar se redujo a menos de la mitad en cuatro décadas y la tendencia es sistemáticamente a la baja.
Tal como ocurriera en la escuela sanducera, la maestra de la Escuela Nº 41 de Calera de Recalde, en Cerro Largo, esperó toda la semana anterior que se inscribiera algún alumno en el centro escolar, pero ello no ocurrió, y para estos casos, Primaria prevé la reubicación de la maestra y el cierre provisional del centro.
Semanas atrás se supo que la única maestra de la Escuela 110 de Los Molles se encontraba en la misma situación que la de la 41, en un panorama que se repite año a año. Pero en este caso no hubo cierre porque se inscribieron a último momento dos mellizos cuyos padres se emplearon en una estancia que está frente a la Escuela, según indica El País.
Pero a la vez en muchos departamentos, la mayoría, hay también escuelas con un solo alumno, o dos o tres, razón por la cual en unas treinta escuelas hay como máximo tres niños estudiando. Debe tenerse presente que el Uruguay cuenta con 1.125 escuelas rurales, a las que concurren unos 20.000 alumnos, lo que hace un promedio de menos de 18 niños por cada centro educativo, en tanto hay 590 escuelas con menos de diez alumnos y 250 con hasta cinco niños. Hay 20 escuelas con un alumno, lo que explica que año a año se pierdan diez escuelas del campo por falta de estudiantes.
Estas cifras, aun teniendo en cuenta que estamos ante una realidad socioeconómica compleja, ponen de relieve sin lugar a discusión que continúa manifestándose el proceso de despoblación rural, con el agregado de que hay zonas del país en las que hay a la vez un corrimiento de población rural, que no es de residencia fija y que se va trasladando hacia las áreas en donde se crean nuevos centros productivos, incluyendo polos de desarrollo como se dan por ejemplo en áreas forestales, agrícolas y frutícolas de Paysandú, que hacen que muchas familias se muden de un lugar a otro y se empleen donde se necesite mano de obra.
Caso concreto es el área de Piedras Coloradas, como así también las zonas en las que hay zafras importantes de recolección de cítricos y arándanos, como Chapicuy, entre otras localidades que pese a todo se han mantenido o crecido a costa de la despoblación de áreas circundantes.
Aun teniendo en cuenta estos desplazamientos, en el contexto general sigue perdiéndose población rural, porque hay desarraigo desde el interior profundo hacia centros poblados, al punto que igualmente muchas familias que residen en el campo prefieren vivir en concentraciones más o menos urbanizadas y trasladarse todos los días a sus empleos, cuando es posible.
Surge claramente que la despoblación rural --que es sin dudas un fenómeno a nivel mundial, por una diversidad de situaciones--- está diezmando las viejas escuelitas rurales de los pagos alejados de la campaña, lo que aún preocupante, no sería un problema en sí mismo al fin de cuentas si efectivamente se ofrecieran otras alternativas a los pobladores del campo.
Pero sin dudas hay menos pobladores y menos niños que demandan atención primaria en escuelas que se van cerrando o “quedando en suspenso”, porque la sociedad y la comunidad rural han cambiado, cuando no se ha emigrado hacia otros lugares de la campaña o abandonado directamente los campos. El punto es que ningún país, pero mucho menos Uruguay, por sus características de país de base agropecuaria, puede darse el lujo de seguir perdiendo población rural, y la respuesta pasa por ofrecer las oportunidades que hoy los jóvenes no encuentran en ese medio.
Los polos de desarrollo, como hemos señalado, son el eje central de esta oferta que por ahora se da en forma solo muy parcial, por lo que debe apuntarse a consolidar este desarrollo y a darle proyección hacia la comunidad cercana de la mejor forma posible, incorporando oportunidades laborales pero también servicios y regeneración de riqueza, como una barrera de contención eficaz ante un escenario adverso que necesita respuestas condignas.


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