Paysandú, Jueves 27 de Marzo de 2014
Opinion | 21 Mar “De músico, poeta y loco todos tenemos un poco”. La sabiduría popular bien lo supo expresar. Y será así porque en realidad este mundo necesita de músicos, de poetas y de locos. Sin poesía no sería lo mismo mirar la Luna. Sin poesía no habría palabras bellas. Sin poesía las estrellas serían solo insensatos puntos en el infinito. Sin poesía la soledad sería letargo y la vida aún más amarga. Sin poesía el amor no tendría la misma intensidad.
Hoy, 21 de marzo, se conmemora el Día Mundial de la Poesía. Y cada vez que algo tiene un día mundial es porque en realidad las organizaciones como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Unesco entienden que en el mundo se hace necesario poner énfasis en el tema, patrocinarlo.
La poesía es una manifestación de la diversidad en el diálogo, de la libre circulación de las ideas por medio de la palabra, de la creatividad y de la innovación. La poesía contribuye a la diversidad creativa al cuestionar de manera siempre renovada la forma en que usamos las palabras y las cosas, y nuestros modos de percibir e interpretar la realidad. Merced a sus asociaciones y metáforas y a su gramática singular, el lenguaje poético constituye, pues, otra faceta posible del diálogo entre las culturas.
Paysandú ha tenido sus poetas (y aun los tiene, claro que sí), pero de lo que se trata con este día es de interesar en la lectura poética. En esta sociedad “a todo gas”, el tiempo es tan escaso que ya casi no quedan resquicios para sentarse a la sombra de un árbol con un buen libro de poesías. O para asistir a esas sesiones de poesía, como las que se comparten en pleno verano en la Fiesta de la Prensa.
Se extrañan los festivales de Sueñapalabra, los antiguos “Juegos Florales” y hasta las tertulias entre amigos, aquellos amigos que en lugar de hablar de Messi, Cavani y Suárez, hablaban de Becquer, Martí, Ibarbourou, Pías, Estefanell. Mencionarlas hoy parece introducirse en una máquina del tiempo hacia allá atrás, pero no hace tanto que aún eran realidad.
Hay varios factores para que la poesía ya no forme parte viva de nuestra vida. Por un lado la realidad creada por los medios audiovisuales, la hueca belleza que estos proponen los que han hecho retroceder las tertulias con danza de neuronas, sustituyéndolas por las discusiones por determinar si fue o no fuera de juego. Por otro, la necesidad de trabajar más para comprar más y más cosas que teóricamente nos harían más fácil y mejor la vida, si tan solo tuviéramos tiempo para disfrutarlas.
Pero la poesía, aferrada al lado creativo del ser humano sigue aquí. No tan protagonista. Pero presente. Ojala volvamos a atar cintas azules a los árboles. Y a leer poesía en las calles. Ojala que podamos volver a soñar palabras.
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