Paysandú, Lunes 31 de Marzo de 2014

Credibilidad en plena decadencia

Opinion | 29 Mar Pese a marchas y contramarchas con alusiones a que recién se estaría por concretar el acuerdo, y si éste tenía o no que ver con una audiencia a conceder por el presidente Barack Obama, fue confirmado en las últimas horas por el presidente José Mujica que en realidad ya está todo “cocinado”, y que Uruguay recibirá a seis ciudadanos árabes detenidos hace trece años por Estados Unidos en la base de Guantánamo, pero sin que comparecieran ante ningún magistrado u organismo internacional con relación a sus supuestas acciones terroristas.
El mandatario uruguayo confirmó por lo tanto que es un hecho que los prisioneros vendrán a Uruguay, porque es un tema “laudado” y que ahora hay que “trabajar y a otra cosa”, dijo en su peculiar forma de expresarse tras manifestar lo que entiende es una “verdad revelada” sobre lo que ya no hay nada que discutir.
Consideró el mandatario que “en Uruguay hay muchos refugiados, tenemos a varios trabajando por un lado, por el otro, haciendo su vida y como estamos en tiempos electorales esto se escapó”, haciendo referencia a las críticas de la oposición con relación a como se han manejado en esas esferas políticas la anunciada llegada de los prisioneros de Guantánamo.
Evaluó Mujica en este sentido que “los refugiados están sujetos a cuestiones legales, por las cuales los gobiernos que los reciben tienen la obligación de brindarles seguridad y privacidad”, pero no adelantó otros detalles, que tampoco fueron revelados en entrevistas que representantes del gobierno, como el secretario y el prosecretario de la Presidencia de la República, Homero Guerrero y Diego Cánepa, respectivamente, mantuvieron con representantes de la comunidad judía en el Uruguay, a quienes dieron “garantías” de que los prisioneros no representan peligro para los judíos ni para los uruguayos en general.
Claro, hay muchas evaluaciones posibles sobre este asunto en que se ha embarcado el presidente y con él arrastrado al Uruguay entero, sin que el mandatario haya consultado a nadie ni siquiera dentro de su partido, y tienen que ver con consideraciones tanto desde el punto de vista jurídico como político, para empezar.
En el primer caso, como hemos señalado en anterior comentario, las cosas distan de estar tan claras como dice tenerlas el presidente, debido a que el ordenamiento jurídico vigente establece pautas precisas respecto a la condición de refugiado, el que además no puede tener ningún tipo de restricciones en cuanto a poder salir del país. Pero a su vez el presidente aseguró que le va a “pasar la boleta a Obama”, para después “reaclarar” que no quiere decir eso que espere una contrapartida o que haya una condición acordada con el mandatario norteamericano, aunque mencionó como al pasar que éste lo recibiría en audiencia próximamente.
Luego se desdijo y “largó” que mejor “no voy a ir” a la entrevista, para que no se considere que se trata de un intercambio de favores, pero luego volvió a reflexionar y espetó que “capaz que voy” porque no tiene nada que ocultar. Ese “como te digo una cosa te digo la otra”, las contradicciones, las palabras con sentido controvertido, el doble discurso, las evaluaciones al pasar que luego son rectificadas como si se tratara de una cosa menor, y en cierta medida, hasta la mentira, no es lo que cabe esperar de un presidente ni de un gobierno, que debe tener entre sus más preciados valores a defender nada menos que cierta credibilidad ante sus ciudadanos, por más gracia que a determinados sectores les cause las cantinfladas de Mujica.
Porque estamos ante temas serios, y aunque en este caso se argumente que los presos en discusión son víctimas de un país que no les ha dado las garantías que les corresponden y ni siquiera fueron procesados alguna vez, no caben dudas que al menos estuvieron cerca de “algo”, quizás en el lugar incorrecto en el momento menos oportuno, y por lo tanto cabe sospechar que alguna culpabilidad tienen como para estar en alojados en la cárcel de mayor seguridad en el continente. Y quienes están ahí son sospechados nada menos que de participar en el atentado terrorista más osado y de mayor envergadura en la historia conocida.
Y si fuese de otra forma, si no son peligrosos --como supuestamente asegura un nuevo informe norteamericano--, ¿por qué simplemente no se los libera dentro de Estados Unidos, donde se les pueda hacer un buen seguimiento?
¿Será entonces que toma una decisión personal de esta envergadura, contra la opinión de todo el país, por alguna contrapartida de Washington, por razones humanitarias, por solidaridad como exguerrillero que en la década de 1960 se levantó en armas contra las instituciones, o para seguir cimentando su candidatura al Premio Nobel de la Paz haciendo más méritos a nivel internacional, como lo ha señalado incluso el expresidente Jorge Batlle? En todos los casos, no es buena idea el meternos en el baile a todos los uruguayos, como si los refugiados fueran seguidores de la Madre Teresa que aspiran a asentarse en el país para trabajar y rehacer sus vidas.


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