Paysandú, Miércoles 02 de Abril de 2014
Opinion | 29 Mar Tras un nuevo episodio de violencia irracional en el fútbol capitalino, el presidente José Mujica anunció que retirará a las fuerzas policiales en el servicio de seguridad de los escenarios del fútbol, y con este motivo convocó a una reunión ayer con las autoridades de la Asociación Uruguaya de Fútbol y de los clubes grandes.
Lo cierto es que en un juego de denuncias y contradenuncias, en las que este caso las barras de Nacional denunciaron la “brutalidad” policial, a la vez los policías sostienen que fueron agredidos y que la situación se volvió incontrolable, continúa una larga cadena de violencia e intolerancia en los campos deportivos, repicando lo que anteriormente solo parecía ser patrimonio de los argentinos; como anteriormente había ocurrido con los “hooligans” en los estadios ingleses.
Pero sin dudas que si bien se están analizando hechos puntuales de violencia en escenarios deportivos, que no se da solo en el fútbol, sino también en el básquetbol y que en realidad se extiende a todo espectáculo público en el que haya confrontación de hinchadas, trasciende situaciones de pasión deportiva para centrarse en un serio problema que acusa la sociedad contemporánea, sobre todo en el caso de los jóvenes, y que también se observa por ejemplo en los insultos y agresiones verbales en las redes sociales y en los foros informáticos generados a partir de determinadas noticias o acontecimientos.
Lo cierto es que la intolerancia se ha instalado ya en forma omnipresente y la violencia desenfrenada es una consecuencia muchas veces inevitable de esta forma de confrontar, en la que cada uno trata de imponer su “verdad” por golpes y agresiones físicas, en manifestaciones en las que además existe un código común: todos contra la Policía, cuando interviene en medio de una sangrienta refriega para tratar de evitar males mayores.
Estos códigos no surgieron de un día para otro, sino que forman parte sin dudas de una degradación de valores de nuestra sociedad, a partir de las pérdidas de referencias en el hogar, donde muchas veces falta una figura parental y el respeto a la autoridad, a las leyes y a la convivencia. Pero además porque el niño y el joven se desenvuelven en un ámbito social en el que se menosprecia la autoridad, y donde a la vez solo se hace hincapié en los derechos y ni siquiera se mencionan las obligaciones. Donde además estudiar, capacitarse y formarse profesionalmente no está bien visto porque cuesta esfuerzo y porque es mejor buscar “la fácil”, mediante el contrabando, el robo, el arrebato, el fraude, la venta de drogas --y naturalmente, su consumo-- como factor agravante y que explica en gran medida esta violencia desmedida.
Por lo tanto, si bien es de recibo que se busque mejorar las medidas de seguridad en las canchas, por ejemplo deteniendo y dejando encerrados durante el partido a quienes sean identificados como violentos, el escenario es muy distinto al que tenía Inglaterra con los “hooligans”, porque es mucho más profundo y por lo tanto debe trabajarse en todas las capas de la sociedad, a partir de niños y jóvenes, para tratar de recuperar valores, objetivos de vida y una tolerancia que parece definitivamente perdida.
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