Paysandú, Miércoles 02 de Abril de 2014

OPINIÓN

LA VOZ DEL PÚBLICO

Locales | 30 Mar Una nueva afrenta
a Leandro Gómez
Acabo de informarme de que la jueza penal de 4º Turno de Paysandú dispuso que vuelvan a su lugar los restos óseos que se conservaban en la Tesorería de la Jefatura de Paysandú en relación al saqueo del mausoleo del General Leandro Gómez ocurrido el 18 de noviembre de 2009.
Debería ser una buena noticia, pero no lo es. Un primer problema es saber cuál es su lugar, porque no se sabe si todos esos huesos corresponden a los restos del defensor de la patria. Los peritajes lo ponen en duda.
Pero peor aún, los restos que están en la urna en la Tesorería policial, porque es donde hay mejores rejas, no son siquiera la mayoría de los restos que fueron entregados como presuntamente pertenecientes al cadáver de Gómez. Y la mayoría que falta, no fue sometida a pericia alguna. Parecen haberse perdido, al menos para la burocracia judicial.
Y, finalmente, la Intendencia sanducera no los restituirá al mausoleo, sino que los entregará al Batallón militar de la ciudad. Porque el mausoleo está inundado, se llueve, es un basural, faltan unas plaquetas conmemorativas que exhibía y no reúne las mínimas condiciones edilicias, de seguridad y decoro. No vemos ventaja en el traslado de una jefatura a un cuartel ni a una dependencia del Ministerio de Ganadería. El intendente asegura que hará las obras necesarias antes de las próximas elecciones municipales de mayo de 2015.
Recordemos. Al mausoleo ingresó gente de noche con las llaves del candado, abrió la urna y volcó su contenido, que fue robado, presumiblemente con intención de generar un hecho político preelectoral. Muy poco material óseo, unos 25 gramos, quedó en el lugar (alguna falange, polvo y escamas). Ese es el único resto que sin dudas perteneció a Gómez.
En otro episodio posterior, cuya relación no fue establecida, alguien encomendó a unas personas que robaran del museo sanducero la espada de Gómez, y como no la encontraron, se llevaron otros objetos, incluyendo una pistola de Lavalleja.
Dos meses después del robo del mausoleo, una persona con presunta intención de chantajear, dice al diario La República que tiene los restos, y como prueba deposita gentilmente seis piezas óseas en el fondo de un tacho de basura. Esos restos, junto al contenido de la urna, fueron peritados por el Instituto Técnico Forense y el Banco de Órganos, y parecen ser los que hay actualmente en la urna.
El 19 de agosto de 2010, la misma persona combinó para entregar a dos periodistas del mismo medio los demás restos que dijo poseer. La Policía sanducera lo atrapa en el acto y lo procesa por estafa y encubrimiento. Pero esos huesos, nunca fueron peritados, no se encuentran en la urna y por lo tanto no van a ser trasladados al cuartel, al mausoleo ni a ningún lado. Si son los restos del héroe, irán a la basura. Y no es porque no figuren en el Juzgado, ya que son la causa del único procesamiento y figuran fotografiados en informes de la Dirección de Investigaciones, Departamento de Policía Técnica de la Jefatura de Paysandú, en fojas 321 a 325 y 349 a 365 del expediente 076/2010.
A pedido de descendientes de Gómez, una junta médica a cargo del catedrático de Medicina Legal, Dr. Hugo Rodríguez, constató que esos huesos no estaban en la urna. Sobre los demás, desaconsejó intentar un examen de ADN porque destruiría los pocos restos que tienen valor histórico y afectivo. Concluyó que hay “baja probabilidad” de que sean todos de un mismo individuo, ya que los restos devueltos tienen “apreciables diferencias morfológicas” con los que quedaron en la urna, diferente coloración y textura. También expresó en su informe que faltaban “un cráneo, un húmero, un cúbito, dos coxales, un sacro y un coxis soldados, un húmero, dos fémures, una tibia y otros huesos largos” que figuran en el expediente. Los forenses sugirieron dejar en la urna solamente los restos indubitados y reservar los demás; no sabemos qué irá al cuartel.
La jueza prohibió a la Policía sanducera que hiciera averiguaciones sobre el paradero de los restos faltantes, como pidieron descendientes de Gómez. Los forenses no tuvieron oportunidad de peritarlos antes de que los demás restos dejaran la órbita judicial.
El fetichismo de la muerte
Leandro Gómez no nació ni vivió en Paysandú. Su idea original era detener la invasión en Salto, pero tuvo que retroceder. Al parecer ni siquiera le tenía cariño a esa ciudad. Dejó un testamento en el que pidió que lo enterraran en Montevideo, donde tiene un panteón cerca de la entrada principal del Cementerio Central. Luego de su muerte, sus restos fueron y vinieron clandestinamente durante años, hasta que Máximo Santos permitió su regreso al país. En la década del 60 del siglo pasado, surgió en Paysandú un movimiento para trasladarlo a esa ciudad. La única nieta uruguaya de Gómez declaró en el Parlamento la oposición de la familia y reclamó que se respetara el testamento. Pero ya no hubo respeto. Fue, sin embargo, la dictadura la que lo terminó trasladando pese a recursos judiciales de los descendientes.
Está claro que esto está en la base del desastre actual, incluyendo el robo y la devolución en un tarro de basura, si no fue tirado en el campo, como otros indicios parecen sugerir. Es claro que el resultado no fue favorable al reposo de sus restos mortales y mucho menos al respeto u homenaje a su persona; desde la violación del testamento a todo lo anterior.
¿Qué sucedió exactamente? Superficialmente, se presenta la idea estúpida de que las personas deben reposar donde realizaron su mayor hazaña. Nadie pide sin embargo trasladar a Artigas a Las Piedras, Lavalleja a Sarandí o Rivera en las Misiones.
Y ahora el intendente de Cerro Largo quiere llevar a Juana de Ibarbourou, también violentando su testamento, a su capital, que no es donde escribió sus mejores poemas.
Ese argumento es superficial. Hay detrás un fetichismo que cree que la proximidad de los cadáveres ilustres trasmite algún aura mágica. Y quizá hagan aparecer a los jerarcas como mejores intendentes y a los profanadores como estrategas políticos.
Este pensamiento mágico, irracional, psicológicamente primitivo, es devastador, precisamente porque es inmune a la lógica. Las actitudes que inspira son prepotentes, violentas y no respetan ni se detienen ante nada. Para él, nada es sagrado, porque su fetiche de la suerte es lo sagrado.
En algún lado, hay una bolsa negra de basura que contiene un cráneo y otros huesos, que quizá hayan pertenecido al general Leandro Gómez, cosa que nadie se interesó en averiguar. Porque otros, sin reparar en su voluntad póstuma, quisieron y siguen queriendo tener sus quince minutos de gloria pronunciando un discurso al amparo de su influencia mágica. Esa bolsa no es imprescindible para el desfile.
Jaime Secco, descendiente de Leandro Gómez


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