Paysandú, Jueves 03 de Abril de 2014
Opinion | 27 Mar “En el pasado, cada vez que el barrio se abarató y nos hicimos los distraídos, terminamos mal”, reflexionó el economista Javier de Haedo, al evaluar el escenario de la economía uruguayo ya sobre el fin del primer trimestre de 2014, que es año electoral. Y lo mencionamos porque este es un factor clave para entender el porqué de muchos de nuestros problemas en la economía y la forma que ha elegido el gobierno no para solucionarlos, realmente, sino para seguir tirando sin correctivos de fondo.
En este caso el economista, en análisis para el suplemento “Economía y Mercado” del diario El País, consideró las medidas adoptadas por el gobierno para abatir el IPC, aunque no la inflación “tendencial”, que como ya hemos señalado, son dos parámetros.
De Haedo señaló que el dato de IPC de febrero llevó al equipo económico a adoptar una serie de medidas para evitar que su variación interanual supere el límite del 10 por ciento, “última trinchera admisible para la medición de inflación”.
Como bien sostiene el economista, “uno se pregunta cómo sería posible que la inflación estuviera dentro del rango objetivo (del Banco Central, del 4 al 6 por ciento) en la actualidad, cuando todos los indicadores crecen a tasas de dos dígitos, considerando los últimos doce meses disponibles para cada indicador: los precios internos llevados a 10 por ciento (por efecto simultáneo de deflación importada y devaluación del peso), los salarios privados 12 por ciento, las tarifas públicas en promedio 10 por ciento, el gasto primario del sector público 15 por ciento y la masa monetaria ampliada en un 11 por ciento”.
Surge de estas cifras que ha sido inaceptable en los hechos la pretensión, o mejor dicho, el anuncio del Banco Central de fijar para todo el año un rango objetivo inflacionario del entorno del 6 por ciento, porque no solo se trata de una diferencia mayúscula, sino más bien de un intento de influir sobre una plaza escéptica, y que lo que hace es que ya nadie tome en serio esos valores para por ejemplo fijar los reajustes salariales y otras variables que inciden directamente en la economía y más precisamente en los índices inflacionarios.
Reconoció De Haedo que “en cualquier caso, y aun cuando ya no rija la disposición legal que obligaba al gobierno a decretar un aumento salarial adicional para el sector público y por lo tanto también para las pasividades, cuando la variación interanual del IPC superara el 10 por ciento, es evidente que la actual tasa de inflación debe de ser enfrentada”, y subraya que “para ver cómo enfrentarla, no basta con ver solo el número de inflación, sino unos cuantos más: el resultado fiscal estructural, que hoy está arriba del 3 por ciento del PBI, el ahorro neto del sector privado que está en el orden del -4 por ciento del PBI, la magnitud y tendencia del consumo privado de turismo y bienes durables importados, el tipo de cambio real (TCR) que ha tenido un deterioro extraordinario desde el cuarto trimestre de 2011, cuando Brasil empezó a devaluar y en Argentina apareció el dólar blue. Desde entonces a hoy, el TCR bilateral con Brasil cayó 21 por ciento, con Argentina considerando el dólar oficial cayó un 11 por ciento y con Argentina turístico considerando el dólar blue cayó un 35 por ciento”.
Recordó además el economista que “cada vez que el Brasil se abarató y nos hicimos los distraídos terminamos mal, como ocurrió en 1999, en que Brasil devaluó y nos quedamos colgados del pincel” porque como el actual, 1999 era un año electoral en el que se debió ajustar y no se hizo y tampoco lo hizo al asumir el nuevo gobierno el año siguiente.
Salta a la vista, por lo menos utilizando el sentido común, que se requiere un plan de estabilización real de la inflación, con ajuste imprescindible de las finanzas públicas, además de buscar la desindexación de salarios y de otras variables clave, porque como bien sostiene De Haedo, “tanto el sector público como el privado están viviendo por encima de sus posibilidades con cargo a más deuda y esto no será sostenible en los próximos años”. Pero sí será sostenido en este año electoral, pese a todo, por razones de interés político - electoral de la fuerza de gobierno, precisamente, y por lo tanto no habrá ningún correctivo sensato que se ponga en práctica, sino que por el contrario, todo indica que se seguirá en la fase expansiva del gasto y maquillando la inflación para que no se refleje en el IPC.
Por lo tanto, se estará ignorando las causas del problema, para no pagar costos políticos, y como bien señaló De Haedo “para comprar tiempo mediante la aplicación de un parche”, por lo que nuevamente se repite la historia de dejar los correctivos ingratos para el próximo gobierno, que deberá hacerlo sí lo antes posible para tratar de recomponer parámetros en deterioro y tratar de corregir los desfasajes que no auguran nada bueno de seguir en el tren que vamos.
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