Paysandú, Lunes 07 de Abril de 2014

Desaprendiendo, mientras se mira hacia el costado

Opinion | 04 Abr Es notorio que las pruebas internacionales PISA no dejan bien parada a la educación uruguaya, al reflejar una realidad que observamos a diario en cuanto al déficit en la calidad del sistema educativo, y a sus consecuencias en los estudiantes, en los futuros profesionales y en la fuerza laboral del Uruguay, que queda así muy condicionada de cara al futuro.
A nivel del gobierno, sobre todo en sectores radicales, se mantiene el recelo y la negación respecto a la “importancia” de estas pruebas, tratando de relativizarlas y en el mejor de los casos, apuntando a que se trata de una realidad mundial que es ajena a nuestra región, que señalan es donde sí deberíamos encarar las comparaciones para hacer ver ante la opinión pública que no estamos tan mal, acogiéndose al razonamiento de que en el país de los ciegos el tuerto es rey.
Pero de nada sirve negar una realidad si realmente se quiere enmendar errores y buscar soluciones valederas, antes que maquillajes, para un escenario adverso y que lejos de tender a revertirse, se va deteriorando con el paso del tiempo, porque la Ley de Educación aprobada durante la Administración Vázquez es la antítesis de lo que se necesita ante los problemas, y solo ha transmitido más poder a las corporaciones docentes, que es como combatir el incendio con nafta.
Un nuevo informe sobre las pruebas PISA coloca a Uruguay en el puesto 42 de 44 países. En este caso se midieron las habilidades y aptitudes que permiten a los estudiantes de 15 años sortear dificultades de la vida diaria. El objetivo de la prueba es averiguar si los jóvenes están adquiriendo la habilidad necesaria para afrontar situaciones en el Siglo XXI, como es además el hecho de que entre las pruebas tuvieron que por ejemplo programar un termómetro o descubrir la ruta más rápida para alcanzar un destino determinado en un mapa.
Señala el informe presentado en Londres que “en las ocupaciones técnicas y profesionales que requieren una elevada capacidad de gestión, se exige la habilidad de resolver problemas complejos y cotidianos”. Es así que con un puntaje de 403 puntos, Uruguay solo supera a Bulgaria y Colombia, en tanto en el otro extremo están los jóvenes de Singapur y Corea del Sur, que obtuvieron los puntajes más altos resolviendo problemas con evaluaciones que pasan los 560 puntos.
A la vez, estudiantes de numerosos países se ubicaron por encima de los 500 puntos, lo que pone aún más de relieve la brecha entre nuestro país y los que se educa en serio.
Además de la resolución de los problemas cotidianos con un ingrediente mínimo de sentido común, como los elementos señalados, a las deficiencias en matemáticas notorias y harto comprobadas, se suman en nuestros jóvenes serias dificultades en la escritura y la lectura, no solo en lo que refiere a la ortografía, sino en la comprensión lectora, y que nos lleva a que en promedio, los estudiantes liceales tengan serias dificultades para analizar un texto --no digamos ya escribirlo-- y sintetizarlo tras el esfuerzo por entenderlo.
Andreas Schleicher, responsable de Educación y Aptitudes de la OCDE opinó que “los jóvenes de 15 años que hoy carecen de aptitudes para resolver problemas se convertirían en adultos con dificultades para encontrar o mantener un buen trabajo”, y según su opinión, las autoridades educativas deberían “remodelar sus sistemas escolares” para ayudar a que los estudiantes desarrollen esas habilidades “que cada vez son más necesarias en las economías de hoy en día”, según da cuenta el diario El País.
Naturalmente, estamos ante el promedio del estudiantado, donde hay a la vez excepciones a la regla, como en todos los órdenes de la vida, pero estos pocos elementos deberían ser tomados como nuevos ingredientes de trabajo, para por lo menos tener un diagnóstico de donde realmente estamos, antes que seguir en evaluaciones autocomplacientes como la del ministro de Educación y Cultura, Ricardo Ehrlich, quien un día sí y otro también pone sobre la mesa excusas y explicaciones que pretenden demostrar que realmente no estamos tan mal.
Y lo que es peor, se sigue haciendo la plancha para no irritar a los gremios de docentes, que son parte del problema, más allá del descaecimiento de valores en el hogar y la sociedad, porque cuanto más tarde asumamos hasta donde llegan los problemas, y no se elabore por lo menos el diagnóstico que se sigue soslayando, peor nos va a ir en este tema fundamental para el tejido socioeconómico y el futuro del país.


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