Paysandú, Viernes 11 de Abril de 2014
Opinion | 05 Abr En los últimos días se han incrementado en Argentina, cual epidemia, los casos de ajusticiamiento y “linchamientos” de presuntos delincuentes por grupo de vecinos enfurecidos que han apelado a obtener la justicia por mano propia, por considerar que de otra forma los criminales no serán apresados y mucho menos castigados por la Justicia.
En estos episodios naturalmente hay varios componentes que convergen, porque por un lado existe un caldo de cultivo por sensaciones muy a flor de piel en la población, que encuentra que ni la Policía ni la Justicia le da respuestas ante una ola delictiva que se ha generalizado, que afecta todas las capas de la sociedad, y por otro, también han cambiado sustancialmente los valores en el núcleo familiar y la sociedad.
Por supuesto, nada bueno puede salir de la búsqueda de la justicia por mano propia, porque solo es generadora de más violencia y peor aún, no estamos realmente ante una “justicia”, por cuanto como en el caso de los malos jueces de fútbol, se “cobra al grito”, y así basta que un ciudadano grite “¡al ladrón!” y salga en su persecución para que inmediatamente otros lo den por cierto y corran a tratar de apresarlo y castigarlo.
Así comienzan los golpes, y las patadas en el suelo, en muchos casos, que ha terminado con más de una persona muerta en varias ciudades argentinas, por lo cual estamos ante homicidios colectivos que son verdaderas ejecuciones sumarias.
Sin dudas que hay un cambio en la sociedad del vecino país, que se da también en Uruguay, donde hay cada vez más gente dispuesta a llevarse por delante la ley y el orden, en una especie de rebelión ciudadana, con el argumento de que si acaso se equivoca, la ira del momento justifica toda acción. En realidad los protagonistas de estas acciones deben comparecer ante la Justicia, porque la acción colectiva no disipa culpas de actuar fuera de la ley.
Ahora, este comportamiento ciudadano es una respuesta --inadecuada, irracional-- porque la gente se siente impotente ante la ausencia y omisión de los organismos del Estado en el control de la ola delictiva, muchas veces ante actos aberrantes, en las que los autores no solo no son apresados, sino que además cuando lo son, reciben penas leves o simplemente se los deja en libertad.
Es que la gente está harta de ser víctima de la delincuencia y de que no haya un eficaz control policial, que la Justicia sea en extremo benigna con los delincuentes y a la vez sea más contemplado en sus derechos el delincuente que las víctimas, y en ello tiene mucho que ver el código penal demasiado “suave” por ejemplo con los menores.
Sin dudas la respuesta no pasa por esos “ajusticiamientos”, que no solo traerán más dolor y violencia, pero es hora de que los responsables de los organismos que deben dar garantías a la sociedad a reciban el mensaje y actúen antes de que las cosas realmente pasen a mayores, también en Uruguay.
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