Paysandú, Viernes 11 de Abril de 2014

OPINIÒN

SOLICITADA

Locales | 06 Abr Restos de Leandro Gómez deben ser devueltos a su panteón en el Cementerio Central
“Que en paz descanse”. Este sentimiento de respeto hacia nuestros muertos tan arraigado en la sociedad, parece para nada reflejarse en el caso de los restos del Gral. Leandro Gomez, donde el accidentado viaje de su cadáver parece no tener fin.

DE 1865 A 1884
En la Revista Acerca No. 1 de Temas Históricos sanduceros, Alejandro Mesa, bajo el título de “Una historia sobre los restos de Leandro Gomez”, con la solvencia y seriedad que lo caracteriza, recoge de distintos autores, escritos y documentos, llegando a la conclusión de que se pueden escribir como hasta seis resúmenes del viaje de esos restos.
Teniendo en cuenta los mismos, tanto en coincidencias, discrepancias y contradictorias versiones, y a modo de síntesis, se podría afirmar:
Después del fusilamiento el 2 de enero de 1865, el cadáver fue conducido hasta un osario del Cementerio Viejo, hoy Monumento a Perpetuidad, que aun existe. Otra versión dice que fueron conducidos a un panteón particular, que nunca se pudo identificar.
El cadáver fue rescatado del osario por el Dr. Vicente Mongrell y Pedro Lenguas, (no hay coincidencias de si fue al otro día o un año después) y luego entregado a un botero que lo cruzó a Concepción del Uruguay, para quedar a cargo del cura Ereñú.
Desde Concepción del Uruguay, (tampoco se sabe en qué fecha), fueron conducidos a Buenos Aires con destino a su familia radicada en esa ciudad.
En el Gobierno de Máximo Santos, se autorizó su traslado a nuestro país y fueron depositados en 1884, en un monumento funerario, creado en 1866 y que permanecía vacío a la espera de sus restos, en la entrada misma del antiguo Cementerio Central de Montevideo.
Se depositaron en el lugar donde él mismo había dicho que quería ser enterrado, y donde su familia, deseaba y gestionó que descansaran definitivamente, según dijo a EL TELEGRAFO uno de sus bisnietos, el Sr. Eduardo Secco, con el cual tuvimos el gusto de dialogar.
Ese panteón es obra de José Livi, el escultor que en 1859, creó la Estatua de la Libertad ubicada en el centro de la Plaza Constitución llamada por entonces Plaza Libertad, y que fue destruida por un tiro de cañón de la escuadra de Tamandaré apostada en el puerto.

CIEN AÑOS DESPUÉS
Pero esta desgraciada historia, tendría en el tiempo otros capítulos. El 2 de enero de 1984, el entonces Gral. Gregorio Alvarez (Goyo), hoy encarcelado bajo dictamen de la Justicia, por crímenes cometidos durante la dictadura (1973-1985), profana esos restos, para traerlos a Paysandú. Según otro descendiente del héroe, el periodista Jaime Secco, en reciente nota enviada y publicada por EL TELEGRAFO, dice que la única nieta uruguaya de Leandro Gómez declaró por 1960 en el Parlamento la oposición de la familia a nuevos traslados de sus restos y reclamó que se respetara el testamento. Pese a los recursos judiciales interpuestos, la dictadura empecinadamente, prosiguió con sus designios.
Así como el otro Goyo del siglo XIX (Gregorio Suarez), este Goyo del siglo XX (Gregorio Alvarez), vinieron a Paysandú a jugar un triste papel.
Aquel, a pesar del acuerdo logrado en la mañana del 2 de enero de 1865, de respetar las vidas de los Defensores, ordena el fusilamiento del Gral. Leandro Gomez junto a otros, y luego es cómplice del traslado del cadáver arrastrado por un carro, hasta el hoy Monumento a Perpetuidad.
Este, hizo construir un Mausoleo, destruyendo para ello una hermosa fuente de aguas danzantes y luminosas, ejemplo único en el interior del país, símbolo del Paysandú que floreció en la década del 40 y 50, del siglo pasado.
Así como tuvo la oposición de los familiares de Leandro Gomez en la profanación cometida, también tuvo la oposición de la ciudadanía sanducera, que repudió la demolición de aquella fuente con la cual se sentía identificada.
Entró a Paysandú, en solitario mientras el pueblo se congregaba para rendir homenaje, en el lugar donde lo fusilaron, donde estuvo la antigua casa de la Familia Rivero, hoy en estado deplorable. ¿No había otro sitio para ubicar, en lo que debemos reconocer como tan hermoso bronce, con la imponente figura del héroe?

DE 2009 A 2014
El 18 de noviembre de 2009, se produce una nueva profanación, cuando delincuentes bajan al Mausoleo y se llevan parte de los restos. Nunca la Justicia pudo determinar el verdadero móvil, del acto delictivo, pero recientemente dispuso que algunos restos sin certeza de su autenticidad, que permanecían en custodia en la Jefatura de Policía, sean reintegrados a la Intendencia de Paysandú, quien tiene el Mausoleo bajo su jurisdicción. El Intendente Bentos, dada las condiciones edilicias de una deficiente estructura, que se ha reparado pero nunca se pudieron sellar definitivamente las filtraciones de agua, y por razones de seguridad, decide su entrega al Batallón que justamente lleva su nombre. En un solemne acto al recibir la hermosa urna tallada por el artista sanducero Barchi, el Jefe de la Unidad, Teniente Coronel Miguel Baudeant, pronunció un discurso de hondo contenido y de un emotivo y encendido decir.

NO SEREMOS CÓMPLICES DE ESTA PROFANACIÒN DEL AÑO 1984
A los héroes no es necesario homenajearlos llevando sus restos al sitio donde realizaron su mayor hazaña.
Bien dice Jaime Secco, “nadie pide sin embargo trasladar a Artigas a Las Piedras, Lavalleja a Sarandí o Rivera a las Misiones”.
Para los sanduceros ha llegado la hora de una reflexión colectiva, acerca de si permaneceremos siendo cómplices de una profanación de los restos, nada menos que de Leandro Gómez, un héroe que hoy todos reconocemos como un héroe de dimensión nacional.
No necesitamos de sus restos para rendirle homenaje, tal como lo hacemos los sanduceros desde siempre, junto a todos los heroicos defensores. Sus restos deben volver al Cementerio Central para su descanso definitivo y proclamar entonces, con la frase de Zorrilla de San Martín, pronunciada por el Teniente Coronel Baudeant. “Pisan tumbas de héroes… ¡Ay del que las profane!”
Arq. Rubens Stagno Oberti


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