Opinion | 07 Abr La necesidad de establecer un recambio generacional de los referentes políticos ha sido un discurso reiterado en los últimos años, con una fuerte reflexión en algunos sectores, principalmente de izquierda.
El asunto es la ingerencia que ejercen las encuestas al momento de adoptar tal decisión. Arriesgar a colocar en los primeros lugares de las listas a alguien que pocos conocen es una reacción inmedible y que no están dispuestos a correr. Entonces, el cambio se vuelve difícil.
Otros amagan, pero finalmente se quedan. La exministra del Interior y diputada socialista, Daisy Tourné, anunció que no haría campaña este año y criticó a quienes les cuesta dejar su lugar a las jóvenes generaciones. “En el 2014 voy a mirar la campaña por televisión, no creo que esté en ningún lado. Ya estoy veterana, voy a tener 20 años de parlamentaria, 22 de maestra. Ya está, ya fui ministra, calmate muchacha y a tomar mate”, confirmó a un programa de su propio partido que se emite en M24.
Y se autoanalizó: “¿Daisy quién es? Una mujer de pueblo, una cualquiera, y mirá dónde llegué. Hay etapas, hay que decir hasta acá llegue. Dicen que tienen que entrar jóvenes en la política y nadie larga el sillón”, dijo la legisladora que recientemente cumplió 63 años.
El último Congreso del Partido Socialista resolvió pedir al Frente Amplio que levante la inhibición que pesa sobre su presidenta, Mónica Xavier, para que pueda ser candidata. Además el expresidente de Ancap, Daniel Martínez, encabezará la Lista 90 al Senado y Daisy Tourné será segunda en la misma. Es decir que Tourné tendrá poco tiempo para mirar televisión, y a los mates los tomará haciendo campaña.
El exdiputado colorado Washington Abdala se retiró en el año 2010, convencido de que “la política me hizo daño”, sin embargo, “el soldado del Foro Batllista” anunció por las redes sociales su retorno y apoyo a José Amorín Batlle a quien definió como “un batllista de verdad” que “viene construyendo contra viento y marea un espacio tolerante, abierto y humanista”.
La ansiedad por presentar cambios atraviesa a todos los partidos, sin notar algunas desprolijidades discursivas en el mejor de los casos, porque en otros se observa una rara agresividad, a pesar de su fama pacificadora. En general no han tenido la sabiduría de trasladar correctamente algunos debates que son sanos para la sociedad por el afán parlamentario de votar y que todo salga aprobado. Por eso es que la opinión pública tiene que soportar estoicamente la munición pesada de algunos referentes al exponer y discutir en los medios de comunicación, asuntos legislativos e incluso internos de los partidos, para después criticar al mensajero.
Esta ciencia donde dos más dos no siempre da cuatro ha resultado adictiva y hoy parece una pregunta enigmática con resultado incierto saber por qué a tantos les cuesta “largar el sillón”.