Paysandú, Viernes 11 de Abril de 2014
Opinion | 10 Abr A menos de un mes de iniciados los cursos, se registró un paro nacional de 24 horas esta semana en educación secundaria, que dejó varados a 250.000 alumnos en todo el país en el ámbito de la enseñanza --estatal, naturalmente--, mientras que en la esfera privada esta medida de fuerza no existió y por lo tanto los estudiantes que cursan estudios por fuera del Estado no se vieron afectados. Esta pérdida de horas de clase dispuesta por el gremio de docentes de esta rama de la enseñanza pone de relieve que nada ha cambiado en cuanto al sindicato docente, que sigue ajeno a las necesidades y requerimientos del país, de los jóvenes y del tramado socioeconómico, porque antepone sus intereses sectoriales a los del interés general, reafirmando el escenario que se viene registrando y agravando en los últimos años.
Este inicio de 2014 no se ve auspicioso y realmente se plantea tan decepcionante que sería como para darse por vencidos y abandonar toda esperanza, si no fuera porque están en juego valores fundamentales para el país y debe darse la lucha como sea para revertir este estado de cosas.
Pero el problema es que como suele darse en todos los órdenes de la vida, siempre el hilo se corta por lo más fino, porque el retroceso en la calidad de la enseñanza, la deserción y la expulsión de jóvenes del sistema educativo afecta siempre a las familias y jóvenes de menores ingresos, por cuanto los estudiantes provenientes de hogares con determinado nivel de ingresos hace rato que han optado por el sistema educativo privado, donde las prioridades pasan por parámetros diferentes a los meros intereses del sindicato y al intento de utilizar a los jóvenes como rehenes para satisfacer sus reivindicaciones, como regla general y con las honrosas excepciones que confirman la regla.
Es decir que cuanto más modesto es el origen del estudiante, es mayor el daño que se le inflige por medidas como pérdidas de clase, que se van sumando a lo largo del año y que luego jamás se recuperan, por una cosa o por otra, pero siempre bajo el común denominador de que no hay ningún interés en el gremio docente por extender los días de clase para recuperar el tiempo perdido, y porque las autoridades de la enseñanza no tienen interés en generar problemas adicionales con los sindicatos para sumar horas de clase.
Las mediciones de las pruebas internacionales PISA, como hemos mencionado en más de una oportunidad, con sus resultados negativos y con tendencia a irse acentuando, la deserción y la repetición, sin dudas responden y son efecto y causa de este escenario en deterioro, y hacia el cual solo parece haber una indiferencia total de la dirigencia sindical involucrada, y de otros actores, que siguen defendiendo sus intereses en desmedro de los objetivos que se dice perseguir.
Por supuesto, este panorama adverso no tiene un único origen ni se gestó en uno, dos o tres años, pero sí indica que lejos de promoverse respuestas a lo que se ha venido produciendo desde hace más de veinte años, la inamovilidad y las trabas provenientes de quienes son parte del problema, solo se ha hecho la plancha en los dos últimos gobiernos y lo que es peor, aquello que se alentó cuando se era oposición se está sufriendo ahora en carne propia. Incluso fue aprobada una ley de educación durante el gobierno de Tabaré Vázquez que le dio más poder a los sindicatos, tras un patético proceso con asambleas en todo el país donde el ciudadano no se vio representado y en cambio se hicieron dueños del debate los representantes de los grupos interesados en salir lo mejor parados posible tanto desde el punto de vista ideológico como material.
En realidad, estos paros y medidas de fuerza agregadas, --las ocupaciones, entre otras-- son indicadores de una máquina perversa que se realimenta y entre cuyas consecuencias figura el ampliar las desigualdades, como señalábamos, y con paro tras paro, como única alternativa para llamar la atención y sobre todo presionar para obtener lo que se busca, que siempre va a ser “algo más” de lo que se obtiene.
En suma, se van acumulando pesadas cargas sobre jóvenes a los que el sistema educativo no ha acompañado en cuanto a darles instrumentos que les permitan insertarse en un esquema natural presionado por el crecimiento de estos últimos años en una diversidad de áreas, porque por más que se creen carreras terciarias que intentan responder a la demanda, sobre todo con carreras cortas en el Interior, la cadena siempre se corta por el eslabón más débil, que es en este caso precisamente Secundaria.
Y en lugar de generarse ámbitos de discusión y de decisión para encarar las reformas urgentes que se necesitan, con altura de miras, el sindicato sigue ocupado en sus cosas, y hasta organizó un paro de 24 horas sobre el inicio de clases, con el argumento de que todavía, y como ocurre cada año, hay un 6,5 por ciento de horas docentes que todavía no fue adjudicado, pero a la vez con el contrasentido de que el sindicato se ha opuesto a modificar este régimen de elección de horas.
Mientras tanto, las próximas generaciones aprenden bien la lección: las clases no valen nada, poco importa la educación y lo que sí es importante es pelear por nuestros “derechos”, antes que hacernos cargo de nuestras obligaciones.
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