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Paysandú, Sábado 12 de Abril de 2014

¿Maltrato?

Opinion | 12 Abr La movilización de un grupo de docentes de Primaria de Paysandú, en apoyo a una maestra de la Escuela Nº 6 que fue denunciada por un grupo de padres por supuesto maltrato a sus alumnos, puso una nota distinta en el escenario de la enseñanza local.
En este caso el grupo de maestras se reunió en Plaza Constitución y en la oportunidad fue leída una proclama en repudio a la falta de respeto que reciben, y destacaron que los maestros son víctimas de agresiones verbales y físicas: “los docentes hemos sido y somos, en estos últimos años, vapuleados, ensuciados, pisoteados. Nos hemos convertido en el felpudo donde parte de la sociedad se limpia los pies y sacude toda su bronca y sus fracasos”.
Además las maestras consideraron que situaciones que se dan en el salón de clase son sacadas de contexto y que “entonces comienzan las habladurías sin fin”.
Indudablemente que el escenario en que nos encontramos tiene más de una lectura, porque además siempre se corre el riesgo de ser injusto al generalizar ante situaciones particulares y tratar de medir todos los casos con la misma vara. Todos sabemos que la enseñanza ha ido decayendo con el paso de los años y que para que ello se dé coadyuva una serie de factores, entre ellos los propios cambios que se registran en la sociedad uruguaya.
El nivel de la docencia ha decaído tanto en primaria como en Secundaria, por una serie de razones que no viene al caso analizar. Pero el mayor cambio sin duda se ha dado a nivel de la sociedad y en el seno del hogar fundamentalmente, porque no se cultivan los valores de otrora, como el respeto a los mayores, el afán de superación y el convencimiento de la importancia del estudio y la rectitud para abrirse paso en la vida.
Lamentablemente, acuden cada vez más niños problemáticos a las aulas, con muy pobre formación en el hogar, donde la madre está ausente muchas horas y además hay dificultades en cuanto a los límites para controlar excesos propios de la corta edad.
Estas dificultades se manifiestan en el salón de clase, donde el docente tiene que imponer límites, y se generan por lo tanto contenciosos. Sin embargo el establecer límites y la figura de autoridad es fundamental para modelar personalidades y prevenir caprichos propios de la infancia, y dentro de sus posibilidades, en alguna medida recae en el docente la responsabilidad de reparar las contenciones ausentes.
Pero a la vez, algunos padres demasiado protectores pretenden que “mi niño” no sea corregido, y equiparan a un “maltrato” los correctivos y sanciones que todos hemos recibido alguna vez en la escuela. Ello explica muchas de las denuncias y es buena cosa que se pueda separar la paja del trigo, para no caer en el error de pensar que “nuestros niños son angelitos” que hay que defender a ultranza de cualquiera que lo llame al orden. Porque de esta forma el daño que se le hace al niño es mucho peor.


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