Paysandú, Lunes 14 de Abril de 2014
Opinion | 14 Abr En un escenario en el que felizmente se mantienen altos índices de empleo en nuestro país –mucho de ellos de baja calidad, es cierto— existe un grupo de trabajadores independientes denominados “cuentapropistas” que en alto porcentaje todavía está lejos de insertarse en el esquema formal de trabajo del país.
Al respecto, un estudio encarado por investigadores del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad, indica que un alto porcentaje de trabajadores independientes o “cuentapropistas” no está aportando el monotributo debido a dificultades económicas y por lo tanto quedan fuera de la seguridad social.
Es un dato que no puede llamar la atención para nadie que más o menos conozca la realidad del país y la situación socioeconómica que se da sobre todo en el Interior, por cuanto, aún teniendo en cuenta la muy buena intención de este mecanismo para el acceso a los beneficios de seguridad social a los que no son dependientes y no trabajan en la legalidad, los desafíos y exigencias de la vida cotidiana plantean prioridades en necesidades básicas que hacen a menudo que el cuentapropista que teóricamente está en condiciones de acogerse al tributo muchas veces tenga que optar entre hacer frente a las necesidades básicas o aportar sometiendo a su familia a privaciones a cuenta de su futuro.
El estudio de los técnicos del instituto advierte, de acuerdo a los resultados del relevamiento, que las mejoras en términos de protección social son aún muy escasas y el acceso a la protección “continúa vedado para los trabajadores de menores ingresos”.
La alternativa del régimen de monotributo social del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) es una apuesta reciente cuyo funcionamiento y eficiencia es preciso evaluar, y que si bien los regímenes específicos como el sistema simplificado del monotributo “son intentos interesantes” que “parecen haber logrado un incremento en el acceso a la seguridad social” sus resultados “son moderados, ya que se sigue manteniendo importante sesgo en la cobertura”, señala el informe.
En este contexto corresponde traer a colación datos de la Encuesta Continua de Hogares 2010 del Instituto Nacional de Estadística, que indican que existen unos 150.000 potenciales monotributistas, que es un 34 por ciento del total de trabajadores independientes, que son un 12 por ciento más que en 2006, lo que se vio favorecido por la flexibilización de las condiciones exigidas en 2007 que se instrumentó a través de la Ley de Reforma Tributaria.
De ese grupo, un 71 por ciento no estaba efectuando aportes a la seguridad social, lo que de todas formas es una mejora si se tiene en cuenta que significa una reducción respecto a 2006, cuando no lo hacían el 73,5 por ciento, y de acuerdo al informe el elevado porcentaje de potenciales monotributistas no registrados “se asocia directamente con menor nivel de ingresos, que a su vez se vincula con menos horas de trabajo en promedio y tener menor nivel educativo”, con un promedio mensual promedio de unos seis mil pesos, contra unos 16.000 de los que sí han estado aportando este tributo.
Otro elemento da cuenta de que prácticamente el 97 por ciento de los trabajadores por cuenta propia sin local carece de cobertura de seguridad social, y este universo de trabajadores que explotan su propia empresa sin ocupar a ningún trabajador remunerado y sin ninguna intervención de bienes de capital fijo está más afectado por la inestabilidad laboral propia de empleos de subsistencia”.
Ocurre que incluso la falta de cobertura en seguridad social tiende a aumentar entre estos trabajadores a lo largo de la década, contrariamente a lo que sucede con el total de ocupados, ya que en 2001 era del 91,7 por ciento.
Nos encontramos con una realidad social que tanto en estas como en otras áreas trasciende las respuestas que se diseñan en los papeles, con muy buena intención y buscando alternativas para un universo de trabajadores que han quedado marginados desde siempre del sistema. Es cierto, en los números y con diseños de escritorio muchas veces las cosas se presentan claras, pero la vida real presenta desafíos y conductas que obligan a elegir en dilemas de hierro para quien tiene ingresos menguados e insuficientes, porque cuando hay que elegir entre alimentarse todos los días, pagar la UTE y OSE o pagar el monotributo, las urgencias mandan por sobre lo que debería hacerse de cara al futuro, incluyendo la cobertura social y asegurarse por lo menos el pago de una pasividad al término de su vida de trabajo.
Se infiere por lo tanto de este escenario que si bien el monotributo ha permitido que miles de cuentapropistas que pueden alternar entre las urgencias y los aportes hayan regularizado su situación y estén en condiciones de acogerse a los beneficios de la seguridad social, como es el objetivo central, hay todavía un núcleo duro, nada despreciable, que sigue al margen de la cobertura.
Es decir que hay un buen recorrido ya cumplido que ha permitido avances respecto a la situación anterior, y es preciso seguir trabajando y promoviendo respuestas acordes a esta realidad, mediante mecanismos que permitan ir incorporando a estos trabajadores que no cuentan con gremios que los defiendan, que dependen de estar todos los días, como puedan, ganándose el pan y que cuando se enferman o deben atender urgencias que los dejan al margen del trabajo, se encuentran de un momento para otro sin ingresos que les permitan subsistir.
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