Opinion | 17 Abr La región de las Américas tiene la tasa de homicidios más alta del mundo: 16,3 por cada 100,000 habitantes. La misma incluye Estados Unidos y Canadá pero sin estos dos países la tasa sería más alta aún, según datos de la edición 2013 del Estudio Mundial sobre el Homicidio, publicado por Oficinas de Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (Unodc). El informe busca analizar tendencias globales en homicidios y sus causas, para que los países puedan mejor identificar áreas de acción y prevención. El trabajo nos ayuda a entender dónde ocurren los homicidios, su intensidad y quién está en mayor riesgo de ser asesinado y dónde.
El estudio trata exclusivamente de homicidios --una persona matando a otra con intención de hacerlo-- y no se incluyen muertes causadas por conflictos armados, suicidios o accidentes de tránsito. En lo que se refiere a América Latina y el Caribe, hay temas conocidos y otros más sorprendentes. Por ejemplo: existen diferencias geográficas y hay divergencias importantes en cuanto a las subregiones. Así, en el caso de Sudamérica, las tasas de homicidios en Uruguay, Chile y Argentina se acercan a las tasas más bajas de Europa, mientras en el norte de la subregión las tasas se asemejan más a los de Centroamérica. Con pocas excepciones, las ciudades registran mayores tasas de homicidios que las zonas rurales.
En cuanto al impacto del narcotráfico, el informe consigna que un 30 por ciento de los homicidios de las Américas están relacionados con bandas o grupos criminales, frente a apenas el 1 por ciento en Asia. Pero el tema no admite conclusiones fáciles, puesto que la realidad es que las Américas han sufrido niveles de homicidios de entre 5 y 8 veces mayores que los niveles de violencia de Europa y Asia desde los años 50, antes de la irrupción del fenómeno del narcotráfico.
Por otra parte, un 79% de las víctimas y 95 por ciento de los asesinos son hombres. Un 43 por ciento de todas las víctimas corresponden a jóvenes de 15 a 29 años. Asimismo, dos de cada tres homicidios son cometidos con armas de fuego, una proporción muy superior a la de cualquier otra región.
En este contexto y teniendo en cuenta que casi el 70% de las armas del mundo están en manos de civiles resulta importante la iniciativa de aprobar normas internacionales y nacionales que les otorguen “trazabilidad”.
“En el mundo existe trazabilidad para cualquier cosa. Para el ganado, para células, para los vegetales, las importaciones, las exportaciones, para lo que se te ocurra. Lo único que no era controlable era el comercio de armas”, dijo –con razón-- la diputada y ex ministra Daisy Tourné, una de las negociadoras por Uruguay por este tema en la ONU.
Por eso, es un paso de avance la media sanción otorgada por la Cámara de Diputados al proyecto que aprueba el “Tratado para el Comercio de Armas” aprobado por Naciones Unidas hace un año y que crea un marco legal internacional, regula el comercio lícito de armas, prohíbe y previene el tráfico ilícito.