Paysandú, Martes 29 de Abril de 2014
Opinion | 29 Abr La sanducera, como toda comunidad, tiene axiomas que asume como inamovibles. Uno de ellos es que se encuentra en una ubicación muy particular en el río Uruguay. No hay sanducero que no asegure que como estos atardeceres no hay. Que el Uruguay frente a nuestras costas tiene una belleza incomparable. Que recorrer sus aguas a cinco nudos es una experiencia inolvidable. Que hay tales o cuales sitios donde la pesca es abundante.
Pues sí, la ciudad tiene un río que ha ayudado a formar su alma ciudadana. De la misma manera que a su perfil industrial, a partir del empuje de unos cuantos visionarios a mediados del siglo pasado.
Lamentablemente, la mayor parte del año el río corre aguas abajo sin llamar mucho la atención. En la época de frío la zona costera permanece prácticamente desierta, en contraste con los días y las noches de calor. Y sin embargo, cada día el Uruguay mantiene su belleza, su atractivo.
Es que, lo que también puede definirse como una característica sanducera, volvemos nuestra mirada al río cuando la Primavera arma su valija y se lleva sus vientos. Cuando se anuncia diciembre, entonces --de la misma forma que se produce una enorme demanda de equipos de aire acondicionado-- presurosos nos ponemos a planificar, a los tumbos y mal, la temporada de verano. Y para ir a la playa, hasta esperamos que planten la bandera que habilita para baños y dejamos de concurrir el mismo día en que se “clausuran”. Porque si hay algo que respetamos los sanduceros, es la habilitación municipal.
Por eso mismo, quizás sea tiempo de apostar a lo diferente. Ahora que las hojas caen ocres, ahora que pensamos en qué abrigo comprarnos para los días que vienen. Es ahora cuando hay que pensar en los días de sol y calor. En qué atractivos agregar, qué inversiones son necesarias para concretarlos. Pensar en una franja costera concurrida, en un río con “bananas” inflables tiradas por una lancha, con gomones transportando personas a cualquiera de las islas de la zona, con bicicletas acuáticas, con juegos, con alquiler de motos de agua y kayacs, con “más y mejores” servicios.
La temporada de playas es una excelente oportunidad para inversores privados, no solamente para el aporte público. Hay incluso servicios que no necesitan de grandes inversiones y que es posible concretarlos en la medida en que haya inventiva, confianza y el respaldo de la intendencia, por ejemplo haciendo algo tan básico como promoviendo y presentando mejor la costa.
Pero hay algunos otros emprendimientos, más ambiciosos, que no solamente necesitan del respaldo de la intendencia, sino que ameritan rever disposiciones que son aplicadas en el río Uruguay cuando parecen propias de áreas oceánicas.
Desde Argentina -Colón y aledaños-- todo el año hay servicios turísticos a las islas en jurisdicción argentina tanto como uruguaya. Embarcaciones viejas adaptadas para transportar algunas decenas de turistas, o inclusos gomones con motor fuera de borda. Las reglas de seguridad son las básicas, esto es, un sistema de comunicación y el uso obligatorio de chalecos salvavidas. Y el éxito acompaña a esas empresas.
Del lado uruguayo, hay instituciones y emprendedores interesados en hacer lo mismo. Pero la reglamentación vigente de la Prefectura Nacional Naval es tan compleja, y de tan elevado costo para el transporte de personas, aun cuando sea en tramos cortos como --a modo de ejemplo-- entre el puerto sanducero y la isla de Caridad (o una recorrida por las islas sin bajar a tierra) que torna extremadamente difícil una empresa para esos fines.
Lo que es simple del lado argentino, es demasiado complejo y caro para ser rentable del lado uruguayo. En verdad, si un uruguayo quisiera establecer un negocio de transporte turístico náutico en la zona, la mejor opción sería radicarse del lado argentino y crear allí una empresa (pagando impuestos al vecino país). No tendría problemas. Ahora, si quiere hacerlo desde su país, en el mismo río que también es uruguayo, tiene que cumplir con tantos requisitos e invertir tanto dinero, que no sería rentable. Nuestra zona del Uruguay tiene muchas posibilidades para realizar tours con contenido ecológico, histórico y cultural, pero actualmente hay una especie de discriminación. Por algo el turismo náutico es dominado en esta zona por pequeñas empresas argentinas.
Nadie duda de la importancia de la seguridad, pero una cosa es pasear por el Uruguay y otra es cruzar el Atlántico.
Desde hace años desde la costa argentina se realizan viajes turísticos, incluso a islas uruguayas. Todo ha transcurrido --y transcurre-- con normalidad y nadie puede pensar que las autoridades del otro lado del río no tomen con la debida consideración las normas de seguridad. Eso sí, sus exigencias son las necesarias, pero no elevan tanto la mira para volver imposible los emprendimientos.
Las autoridades uruguayas deben rever la reglamentación vigente. Lo menos que se puede pedir, en un río compartido, es que las normas exigidas de un lado y del otro para el transporte de personas sean las mismas. La situación actual penaliza indebidamente a los de este lado del río. Ahora, que aún no ha llegado Boreas, el dios del frío de los griegos, es tiempo de actuar. Para impulsar el desarrollo de emprendimientos turísticos náuticos también desde nuestra costa.
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