Escribe el Dr. Rodolfo Canabal

Locales | 29 Abr La información que sobre los problemas del tránsito vehicular trascendió una vez culminada la reciente Semana de Turismo, así denominada oficialmente por ley, Semana Santa según su tradicional nombre, ha señalado, entre muchos aspectos, que “la siniestralidad” fue lamentablemente severa.
En efecto: hubo durante su transcurso 494 accidentes, en los cuales se produjo el fallecimiento de 15 personas, de ellas diez en rutas y las restantes en ciudades y caminos departamentales, a estar a los datos emanados del Sistema de Información Nacional de Tránsito (Sinatran); resultaron con lesiones 655 personas (entre ellas las que precedentemente se indicó como fallecidas), 99 gravemente y 541 con levedad. Si se compara las cifras del actual año con las de los anteriores 2012 y 2013, corresponde señalar que el número de heridos graves se incrementó en 2014, y el de fallecidos superó el de 2012. La información expuesta, y la utilizada para apoyar lo que en esta columna se apoya para contribuir a mejorar los problemas del tránsito, fueron tomadas de “La Democracia” del 20 de abril pasado.
Limitamos a lo expuesto la información sobre el grado de accidentalidad, durante la reciente Semana de Turismo, con algunas referencias a las dos que la antecedieron, porque la presente columna no tiene como propósito reiterar la amplia información que ha trascendido al respecto, sino analizar en general el problema, y emitir opinión sobre cuál puede ser una de las causas que inciden para agravarlo, y si la vía que ha sido propuesta para intentar su mejora sería la pertinente.
Lo primero que se entiende necesario señalar es que, en esta columna, muchas veces se ha analizado el serio problema de la siniestralidad en el tránsito, y se reitera hoy algo que se ha sostenido con anterioridad: que muchos de los problemas que inciden en tal materia derivan de fallas que tienen su origen en deficiencias provenientes de la etapa de formación, vale decir, que son de índole educativa. Y ello coincide con lo que sostienen especialistas muy competentes en materia de seguridad vial del país, entre ellos don Arturo Borges, director del Instituto de Seguridad Vial (ISEV), quien ha señalado que “hay mala formación de los conductores, de los peatones y de los ciclistas”. Agregó que “hay carencia de políticas efectivas en la materia, mala formación de los profesionales de la conducción y carencia de cuerpos inspectivos”. Además, “criticó que no se incluya a la seguridad vial en los planes educativos de ninguno de los niveles de enseñanza del país”.
A ello es menester agregar lo que sobre tan importante problema ha sostenido la Academia Nacional de Medicina: al presentar un informe sobre los datos trimestrales de siniestralidad, su presidente, académico Guido Berro, afirmó que “las muertes en siniestros son una pandemia y deben ser tomadas como una cuestión de salud”. Agregó: “Ese debe ser el enfoque que pensamos que deben tener en este tema de la siniestralidad: verlo como una pandemia y atacarlo con medidas de prevención”.
Las medidas que dicha academia propuso son muy diversas, refieren a varias materias, pero es pertinente limitar hoy tan importante conjunto de propuestas a la que se expone a continuación relativa a lo que se debería encarar en lo relativo a educación: “Es impostergable la aplicación de la educación vial y su implementación en todo el universo educativo del país, debiendo cumplir las autoridades de la educación involucradas con lo mandatado por la ley vigente”. “Es necesario que la educación vial se imparta desde la etapa preescolar; utilizar las potencialidades del Plan Ceibal en la educación vial en Enseñanza Primaria; desarrollar la enseñanza de ésta en Secundaria e institutos técnicos profesionales y universitarios y en los institutos de formación docente”.
Lo expuesto es suficiente para explicar que es indispensable, para intentar corregir muchos de los problemas del tránsito, organizar cursos de educación vial en todos los niveles de la enseñanza.