Paysandú, Viernes 02 de Mayo de 2014

En CTI, pero cerrándose a la realidad

Opinion | 27 Abr Tratando de salir del encierro político generado por la sucesión de reclamos populares que comenzaron con manifestaciones estudiantiles, con un saldo dramático de decenas de muertos y centenares de heridos por la represión de la Policía y grupos parapoliciales afines al gobierno, el presidente venezolano Nicolás Maduro ha anunciado medidas que a su juicio son una respuesta adecuada a los serios problemas que enfrenta su país desde hace muchos años y que se han agravado durante las administraciones de Hugo Chávez y del propio Maduro.
Entre otros anuncios, el mandatario caribeño prometió que el Estado pagará el 30 por ciento de los miles de millones de dólares adeudados a importadores, con el objetivo de agilizar trámites de importación de productos que hace rato que han desaparecido de los supermercados del país, incluyendo los de primera necesidad y materia prima, a la vez de ofrecer fondos para dinamizar la producción.
A juicio de los observadores, se trata de una “ofensiva económica” que sigue a varias medidas que había anunciado en noviembre para paliar un escenario en el que el crecimiento es prácticamente nulo, conjugado con desabastecimiento y la falta de dólares en el mercado y en el que el gobierno es el único autorizado a entregar divisas.
Pero como suele ocurrir con gobiernos sustentados en esquemas ideológicos maniqueístas, el mandatario se ha proclamado víctima de una “guerra” económica, encabezada por Estados Unidos y con el apoyo de otros países que le hacen el juego “al imperio”, con tal de hundir sus garras definitivamente en la nación caribeña, a la vez de involucrar a opositores radicales y empresarios que pretenden doblegar a su gobierno.
Debe tenerse presente que existen atrasos de más de un año en la entrega de divisas, lo que ha dado lugar a un adeudo estimado por los empresarios en unos 13.000 millones de dólares, tratándose precisamente de un factor considerado como fundamental del origen de la escasez que alcanza a uno de cada cuatro productos básicos en un país que se sustenta sobre un mar de petróleo, al punto de contar con las mayores reservas del “oro negro” del mundo.
Este único aspecto debería bastar para solventar casi cualquier economía, sin problemas de caja y por ende contar con recursos para hacerse de la infraestructura clave para lograr un esquema productivo bien cimentado, que en este caso serviría para nivelar las flagrantes desigualdades sociales que padece la nación caribeña en su esquema socioeconómico.
Sin embargo estamos ante un país al que bien le cabe la definición de “bananero”, solo que en lugar de bananas produce petróleo; y además, en cantidades inconmensurables. Es así que los sucesivos gobiernos, pero sobre todo los de Chávez y Maduro, han dedicado a sustentar con los billones de petrodólares que reciben, políticas voluntaristas en procura de consolidar el sustento electoral que los llevara al poder, postergando infinitamente las reformas estructurales básicas que necesita el país para al menos producir cosas elementales y así crear empleos genuinos.
Como es lógico, nadie puede creer que Venezuela pueda resolver sus serios problemas con medidas parciales y efectistas, desde que es preciso revertir un largo proceso de deterioro de un esquema productivo que nunca llegó a ser tal, en realidad, porque gracias a la riqueza petrolera venezolana el país pudo sobrevivir importando todo lo que precisa, incluyendo productos de primera necesidad como la leche y todos sus derivados, y no existe además cultura productiva ni incentivos para zafar de esa encrucijada.
A la vez, lejos de propuestas de desarrollo, de creación de fuentes de trabajo sustentadas por lo menos al principio sobre los enormes recursos petroleros, Maduro sigue insistiendo en fantasmas y en políticas asistencialistas para continuar al frente de esa seudodemocracia, con enunciados repetidos hasta el hartazgo de un socialismo bolivariano que es pura retórica y signo de rotundos fracasos. Lo reseña muy bien el premio Nobel de Literatura, el escritor peruano Mario Vargas Llosa, de visita en Caracas, al señalar que “los pueblos se equivocan, todos se equivocan. Yo creo que los venezolanos se equivocaron en todas las elecciones en que le dieron ese respaldo masivo al comandante Chávez, que les proponía una política totalmente insensata y catastrófica”.
“El régimen tiene que darse cuenta que su popularidad cae, que no se puede, con la situación económica tan mala que tiene Venezuela, mantener la popularidad y que claramente la política económica ha sido una política errada”, reflexionó el premio Nobel de Literatura.
Lo que ha dicho Vargas Llosa no es ninguna novedad, porque es simplemente de sentido común para el que no se necesita ser ningún experto en economía. Pero, lamentablemente para el pueblo venezolano, el delirio y el negarse a reconocer sus errores ha sido el común denominador del régimen chavista, continuando ahora por Maduro. Y estos paliativos anunciados como grandes medidas llegan tarde y son una aspirina para un enfermo que requiere CTI, con el agravante de que se resiste a reconocerlo.


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