Paysandú, Sábado 03 de Mayo de 2014
Opinion | 26 Abr Hay pocos lugares tan propicios para los espíritus como los teatros. Y esos espíritus que durante tres años vieron cerrada la sala y a albañiles, electricistas, carpinteros, pintores, yeseros y otros especialistas trabajar, esta noche seguramente asomarán a la Platea, u ocuparán el Paraíso porque a ellos no les aplica la restricción de Bomberos. Por allí, quizás, andarán Antonio, Jerónimo y Blanca Podestá, Enrique Muiño, Luis Sandrini, Alberto Candeau, Atahualpa del Cioppo, Carlos Gardel y tantos más que desde 1876 ocuparon su escenario.
El del teatro Florencio Sánchez que esta noche reabre sus puertas. El monumento histórico nacional, la sala orgullo de los sanduceros, tras ser reparada manteniendo todo lo que la caracteriza, en acuerdo con la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación, vuelve a la actividad.
Vuelve por los artistas locales, para que nuevamente puedan brillar en su escena; vuelve por las bienales de teatro del Interior para que los teatristas más acá de Montevideo vivan su fiesta; vuelve por los festivales internacionales del Mercosur Interior para poder apreciar elencos de otras latitudes. Vuelve para que los promotores privados propongan, vuelve para que los artistas nacionales se reencuentren con su público sanducero, para que las academias de música y danza presenten sus espectáculos de fin de año. Vuelve, la escena del teatro Florencio Sánchez vuelve.
Recuperado. No renovado, pues eso no es posible debido a que se trata de un monumento histórico nacional, pero sí recuperado. Nuevamente la principal sala sanducera respira teatro. Viene bien, porque como dijera sir Laurence Olivier, “en una pequeña o gran ciudad o pueblo, un gran teatro es el signo visible de cultura”. Y vaya si el Florencio Sánchez es un gran teatro. Con una rica historia desde 1860 cuando se pensó en su construcción, idea impulsada por Basilio Pinilla, hasta hoy mismo. Ha pasado por dos grandes reformas, a principios del siglo XX y en 1940. Y por estos tres años de recuperación edilicia.
La decisión de cerrarlo para proceder a recomponer la fachada, el techo, la yesería, el escenario, los camarines y otras áreas, estaba tomada cuando el 2 de abril de 2011, horas antes de la actuación de Laura Canoura (quien tuvo que realizar su recital en una sala del complejo de cine del shopping), debió ser cerrada por precaución, ante desprendimientos.
Desde entonces y hasta ayer mismo, se trabajó --con interrupciones--, dividiendo en etapas el trabajo. Se formó una comisión de amigos del teatro, que luego se transformó en una fundación y con funcionarios municipales, así como con empresas contratadas (caso del sobretecho y de la yesería, por ejemplo) se fueron cubriendo las etapas. La mayor parte de los fondos fueron aportados por la propia Intendencia (incluyendo un fondo de la Administración anterior) y hubo otros aportes.
No quedan dudas que comenzar a recuperar la sala, aun cuando eso necesariamente implicó su cierre, fue una decisión clave. Continuar con el teatro en funcionamiento hubiera sido como firmar su certificado de defunción. Obviamente, en una ciudad donde son muy escasos los espacios culturales, no poder utilizar el Florencio Sánchez fue un golpe duro, y bien pudo comprobarse todo este tiempo. No había un espacio similar, por lo que algunos espectáculos no pudieron presentarse y otros apenas estuvieron a disposición de alrededor de 200 personas.
No obstante, hay decisiones que aunque causan problemas temporales, tienen por objetivo resolver situaciones de manera definitiva. Con el apoyo del equipo que tuvo a su cargo la reestructura del teatro Solís, con la custodia de la comisión de patrimonio, con el esfuerzo de ciudadanos preocupados por la cultura y ante la mirada de todo Paysandú, las obras se fueron desarrollando, a veces no tan rápidamente como lo deseado, pero sin dejar de lado el objetivo. El que se alcanzará esta noche. Cuando el Adagio de la Sinfonía Nº 94 de Haydn, cual varita mágica, transforme nuevamente al Florencio Sánchez en la sala de todos, en el espacio cultural por excelencia. En ese lugar donde las lágrimas de virtuosos y malvados hombres se mezclan por igual, parafraseando al escritor y filósofo Denis Diderot.
Este es un momento de alegría. Queda mucho por hacer en el Florencio Sánchez. Pero siempre es imprescindible una primera etapa. Un paso adelante, luego otro. Y como en la propia historia del ser humano, el primer paso es el más difícil. Esta noche, cuando se abra el telón, se abrirá también una nueva etapa de la cultura sanducera. Porque se habrá recuperado el principal escenario. Para ver a nuestros artistas, nuestros vecinos, y para aplaudir también a los artistas de todos los rincones. Es que una vez hecha la reapertura, será cosa de aprovecharlo, de disfrutarlo. Porque “el teatro es como la misa, para sentir completamente sus efectos hay que ir frecuentemente”, como expresara el filósofo Alain (Émile-Auguste Chartier).
Los espíritus de los Podestá, Gardel, Del Cioppo, Caudeau y tantos otros compartirán gozosos el teatro lleno de luces, de murmullos, de emociones. Y todos, vivos, personajes y espíritus, sabremos que finalmente, el teatro vuelve a vivir. Que se abra, que se abra el telón.
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