Paysandú, Miércoles 07 de Mayo de 2014
Opinion | 03 May Hemos ingresado ya en tiempos electorales, en esta primera fase de cara al primer desafío en las urnas, que son las elecciones internas del 1º de junio, y que de acuerdo a la legislación vigente, son un paso imprescindible para que quienes participen en la contienda puedan postularse a cargos electivos en las elecciones nacionales de octubre próximo y el año venidero en las elecciones departamentales.
Es decir que sin junio no hay octubre para los que se postulan para los cargos en las plantillas, lo que pone de relieve la necesidad de encarar este esfuerzo para estar en condiciones de postularse, aunque la situación no es igual en todos los partidos en cuanto a las preferencias de sus votantes para potenciales candidatos, de acuerdo al consenso en las encuestadoras.
En lo que sí hay un común denominador es en lo que refiere a que ha llegado el tiempo de las propuestas pero también de los eslóganes, de los enunciados fáciles, el de “como te digo una cosa te digo la otra”, el de la descalificación de los adversarios, de descartar ideas a priori simplemente porque provienen de otras tiendas, y en suma, el de arrimar agua a su propio molino como sea.
Este escenario se da elección tras elección, y como los tres grandes partidos han estado ya en el poder, seguramente el ciudadano habrá de poner en una balanza los pro y los contra de las propuestas y los eslóganes, y en trazar una línea entre lo posible y la realidad, así como entre las promesas lanzadas al viento y lo que se puede cumplir, porque de una forma y de otra, a fuer de sinceros, todos los partidos han cumplido solo parte de sus promesas, y han caído también en los mismos errores y vicios que sus antecesores, cuando se han alternado en el poder. En los dos últimos gobiernos por cierto le ha tocado el turno a la izquierda, y más allá de errores y aciertos, como los ha tenido todo gobierno, sin discusión alguna ha caído en los mismos vicios que los gobiernos de los partidos tradicionales en cuanto a los amiguismos, y lo que es igualmente cuestionable, en el reparto de cargos por rigurosa cuota política, como había hecho asimismo en sus administraciones al frente de la Intendencia de Montevideo el Dr. Tabaré Vázquez.
Debe tenerse presente que bajo la consigna de nombrar a “los más capacitados” para los cargos en la función pública en el lugar que fuera, por encima de sus inclinaciones partidarias, la izquierda llegó al gobierno nacional hace más de nueve años, y durante este período la realidad ha resultado muy diferente a lo que se promovía desde las tribunas en la campaña electoral, porque desde este punto de vista las dos administraciones frenteamplistas han puesto en práctica en el gobierno exactamente lo contrario a lo que pregonaba cuando era oposición.
Tanto durante la Administración Vázquez como la de José Mujica, con muy escasas excepciones que confirman la regla, ha primado sistemáticamente la cuota y la confianza política por sobre la idoneidad, es decir siguiendo la línea que durante décadas habían puesto en práctica los partidos tradicionales en cuanto a la designación en los cargos públicos correspondientes al “botín electoral” que se da en cada elección, cuando tanto en el gobierno nacional como en las intendencias cesan miles de funcionarios y se designan otros tantos con cargo al erario, es decir a los contribuyentes.
Así, primero en forma disimulada, pero con el paso de los años ya en forma desembozada, los cargos de confianza en entes y en otras dependencias del Estado se han llenado con “compañeros”, así como en los propios ministerios, con personas del color y confianza política del que está en el poder. En buena medida estas designaciones han tendido a colocar a compañeros de ruta, a dirigentes y candidatos que no logaron ser electos por voto popular, en algunos casos promoviendo su reelección, a los que se les da el “premio consuelo” de ser directores en entes, o “asesores” bien pagos en ministerios, así como cargos jerárquicos en una serie de organismos en los que se crean vacantes en cada renovación de la administración de gobierno cuando se jubilan o renuncian los titulares. Pero además aun cuando muchos llamados a ocupar cargos en la esfera pública son “transparentes”, la propia transparencia demuestra que casi todos los que ganan el puesto casualmente son “afines a la causa”. Y como las casualidades no existen y difícilmente sea que los únicos capaces para cualquier trabajo son los que tienen determinada filiación política, es fácil concluir que existe algún tipo de filtro que determina estos resultados.
Pero en el caso particular de los cargos jerárquicos --ministros, directores de empresas públicas, etcétera-- esta forma de designación en los gobiernos de izquierda no puede ser sorpresa para nadie, teniendo como antecedente lo ocurrido durante la administración Vázquez en la Intendencia de Montevideo, y que lamentablemente siguió durante su administración del gobierno nacional y la de su sucesor José Mujica.
En realidad, los “mejores hombres para los cargos” no ha pasado de ser un eslogan electoral, y una vez alcanzado el poder la idoneidad pasa a un segundo plano si no se trata de una persona que goce de la confianza política del gobernante.
Es decir que cada partido, diga lo que diga, tiene compromisos internos que no quiere eludir a la hora del reparto, y los mejores hombres o mujeres ocuparán la mayoría de los cargos solo si se cuadra y se tiene suerte, porque las cuotas políticas internas y los compromisos, desdibujan toda buena intención de quien llega al poder. Es que la realidad puede más lo que se pregona alegremente en las tribunas a la hora de las decisiones, y luego media un abismo entre lo que se dice y lo que se hace, a la luz de la experiencia ya repetida hasta el cansancio.
EDICIONES ANTERIORES
A partir del 01/07/2008
May / 2014
Lu
Ma
Mi
Ju
Vi
Sa
Do
12
12
12
12
Diario El Telégrafo
18 de Julio 1027 | Paysandú | Uruguay
Teléfono: (598) 47223141 | correo@eltelegrafo.com