Paysandú, Sábado 10 de Mayo de 2014
Opinion | 08 May A poco más de un mes de inicio del invierno, antes del encendido masivo de artefactos de calefacción en nuestros hogares, el Ministerio de Industria, Energía y Minería inició una campaña de sensibilización sobre la eficiencia energética y la necesidad de modificar las pautas de consumo energético.
En Uruguay existe un potencial importante de ahorro de energía a obtener mediante prácticas e inversiones de eficiencia energética. En este sentido, tiempo atrás el director nacional de Energía, Ramón Méndez, destacó entre las iniciativas a desarrollar en 2014 la implementación de un plan nacional de eficiencia energética, con una proyección a 15 años, que le permitirían al país ahorrar cerca de U$S 9.500 millones en ese período por “energía evitada”. A modo de ejemplo, se impulsará el uso de vehículos eléctricos e híbridos y se podrá acceder a un fideicomiso para realizar inversiones y auditorías.
La eficiencia energética implica utilizar la energía de forma racional, aprovechándola al máximo sin sacrificar la calidad de vida que brindan los servicios que de ella se reciben. Esta práctica favorece tanto a los consumidores como al medio ambiente y a la sociedad en su conjunto. Implica también un cambio cultural así como la necesidad de contar con información y educación.
Tendiendo a ese objetivo, hay medidas que han sido desarrolladas por el gobierno y los organismos públicos para incentivar el ahorro energético a nivel residencial --cabe recordar que el aumento de la demanda de energía en invierno no es a nivel industrial sino hogareño--, tales como la distribución gratuita de lámparas de bajo consumo o el Plan Solar, que brinda un 100% de financiación para sustituir los calefones eléctricos mediante la instalación de tecnología solar para el calentamiento del agua.
No obstante, los ciudadanos tienen para aportar a la eficiencia energética haciendo cosas sencillas y básicas que redundarán no sólo en la reducción del importe de la factura de energía eléctrica, sino que significan también la reducción de la energía que el país necesita comprar o generar destinada a los consumidores.
Regular la temperatura de los calefones de agua, utilizar lamparillas de bajo consumo, colocar el aire acondicionado a una temperatura intermedia, utilizar escaleras en vez de ascensores, caminar o utilizar el transporte público antes que los vehículos individuales, son decisiones que generalmente exigen el cambio de hábitos pero que hacen a la responsabilidad social como habitantes de un país y generan mejores prácticas a futuro, además de, en muchos casos, ahorro en el bolsillo del consumidor.
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