Paysandú, Domingo 18 de Mayo de 2014

Los emergentes de la región

Opinion | 17 May En una década en la que América Latina, y más precisamente el Cono Sur latinoamericano, ha tenido un crecimiento significativo al amparo de los commodities, debe tenerse presente que en el promedio favorable para la región hay países que han aprovechado mejor que otros el escenario internacional favorable, por políticas internas que han maximizado las oportunidades de la coyuntura y trabajado más que nada de cara al futuro.
Tenemos por un lado situaciones extremas como las de Venezuela y Argentina, por un lado, que al amparo de políticas populistas siguen instrumentando subsidios y aplicando políticas de “encierro”, ultraproteccionistas, y con un control riguroso del Estado sobre la economía y hasta el intercambio comercial, lo que conlleva distorsiones y escenarios proclives a la especulación y con precios de fantasía, que no resisten más que un período, meramente por intereses electorales.
Por otro lado, naciones como Brasil y Uruguay se mantienen en una situación intermedia enmarcadas en el promedio regional, que por un lado han tendido a modernizar en varios aspectos sus economías, pero sin perder de vista políticas teñidas de populismo que no han aprovechado en todas sus posibilidades el potencial de la década, sobre todo al amparo de los precios de los productos primarios, para sentar las bases de un crecimiento con desarrollo, como una ocasión única para agregar instrumentos que permitan incorporar valor agregado a la producción que nos permita vender trabajo y no solo granos y carnes para que sean procesados en otras latitudes.
Y por otro lado, hay países realmente emergentes, como Perú, Paraguay y en gran medida Chile, que están en otra cosa, y zafado de los inmediatismos para alternar las necesidades del momento con las medidas que se requieren para generar la sustentabilidad que requiere todo país para encaminarse por sendas de desarrollo.
Y es bueno detenerse en la experiencia peruana, un país que por cierto en sus características, pese a estar en la misma región, difieren de las de Uruguay, porque no se sustenta en actividades de base agropecuaria, sino que tiene una diversificación y perfiles que pasan por otras áreas.
Igualmente es oportuno en este sentido traer a colación los datos y reflexiones que aporta al suplemento Economía y Mercado del diario El País el economista peruano Juan Carlos Kuczynski, quien a la vez actuó como ministro de Energía y Minas y presidente del Consejo de Ministros durante el gobierno de Alejandro Toledo.
El economista subrayó que “llevamos doce años de fuerte crecimiento. En los noventa nos fue muy mal, la economía estaba maltratada, y ello posibilitó que el gobierno entrante de Alberto Fujimori pudiera hacer reformas de fondo”, lo que permitió que a partir de entonces “comenzó la apertura: privatizaciones, liberación del mercado financiero, y puesta en marcha de los fondos de pensión, entre otras transformaciones. Caminamos bien hasta 1997, cuando se habilitó la reelección de Fujimori --algo totalmente ilegal-- lo que coincidió con la crisis del sudeste asiático y de Rusia. Esa tensión política y los problemas globales interrumpieron la bonanza y tuvimos tres o cuatro años malos, con el Producto Bruto Interno a la baja en un contexto de deflación”.
Recordó que al ser designado ministro de Economía por el expresidente Toledo, tuvo una primera etapa de expansión del gasto público, pero con una serie de reformas que incluyó por ejemplo el peso de las pensiones públicas, bajando el pasivo provisional del 80 al 40 por ciento, “lo que nos permitió mejorar las calificaciones crediticias y acceder en mejores condiciones al mercado de la deuda. Reprivatizamos las mayores azucareras, que estaban en manos de cooperativas mal gestionadas y en algunos casos con visos de corrupción. Se modificó el sistema tributario sin aumentar las tasas pero se amplió la base de contribuyentes”.
Durante el gobierno de Alan García, a partir de 2006, aprovechando el boom en el precio de los commodities, se dieron los primeros pasos en una reforma educativa y continuando con la promoción de la explotación minera que se había iniciado en el período anterior, que permitió la estabilización del país, en tanto tras la elección del fundamentalista Ollanta Humala, éste dejó de lado su postura inicial a partir de consejos del presidente José Mujica y del vicepresidente Danilo Astori, respecto a mantener sin cambios la política económica y dejar de lado las reformas populistas en anca de las cuales había llegado al poder.
El punto es que en el gobierno, Humala dio continuidad a la línea económica que había cuestionado en su campaña, a partir de la piedra angular que fue la reducción de las cargas arancelarias y la apertura al mundo a mediados de la década anterior, con apoyo clave en el Tratado de Libre Comercio (TLC) signado con Estados Unidos y que entró en vigencia en 2009, pero “a partir de allí se continuó avanzando en esa estrategia y en la actualidad tenemos acuerdos de comercio prácticamente con todo el mundo. Nuestra economía se abrió, los aranceles promedian el 2,5 por ciento, --prácticamente para cubrir el costo de las aduanas-- que estimuló un mayor intercambio comercial”.
Es así que después de Estados Unidos, se siguió con la Unión Europea, China, Japón, Tailandia, Singapur, Corea y Canadá mientras se negocia con Australia y Nueva Zelanda, sin olvidar el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) con una docena de países.
Y si bien se adoptaron temporalmente medidas para atenuar el impacto sobre los sectores vulnerables de la economía, esta apertura tuvo mucho más ganancias que pérdidas, al punto que en solo cinco años las exportaciones peruanas crecieron un 40 por ciento y se fue construyendo una nueva economía que ha permitido mejorar la calidad de vida de la población peruana.
El punto es que a la vez la nación incaica ha acumulado importantes reservas y parte de ello se ha invertido en programas de apoyo social y en infraestructuras locales, a la vez que se mantienen equilibradas las finanzas públicas.
Es decir que por encima del signo del gobierno, se ha tenido una actitud a tono con los tiempos que corren, sin priorizar la ideología a la hora de las relaciones comerciales, identificando intereses en aras de proyectos a mediano y largo plazo, y considerar que los populismos no son un mal necesario, sino una enfermedad crónica que se vuelve contra los sectores más desfavorecidos de la población y contra el país.


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