Paysandú, Domingo 25 de Mayo de 2014
Opinion | 22 May Contrariamente a lo que suele ser la tónica de la Administración Mujica, que ha priorizado mantener la “buena” relación con la Argentina a límites que en muchos casos ha rozado la obsecuencia y absoluta falta de firmeza para marcar diferencias cuando algunos integrantes del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner han hecho gala de patoterismo extremo, el canciller uruguayo Luis Almagro ha salido al cruce de declaraciones del subsecretario de Puertos y vías Navegables del vecino país, Horacio Tettamanti, reafirmando conceptos que a su juicio marcan un antes y un después en este escenario, así como una reedición de la vieja guerra de los puertos en el Plata.
Ocurre que Tettamanti, como también diera cuenta en su oportunidad EL TELEGRAFO, se refirió varias veces en los últimos días a la resolución 1108 de subsecretaría, adoptada el 7 de noviembre del año pasado, que prohíbe el transbordo de mercadería argentina en puertos uruguayos, además de limitar el tamaño de los convoyes de barcazas paraguayas.
Las declaraciones del jerarca del gobierno de Cristina Fernández fueron recogidas por el semanario argentino Megatrade, especializado en comercio exterior, entre las cuales corresponde destacar expresiones como “no queremos ser el valet parking de Nueva Palmira. No podemos terminar siendo mediterráneos para maximizar la renta de las navieras internacionales. Hay quien en Uruguay tuvo la alucinación de pensar que iban a avanzar siendo el centro logístico del Cono Sur y que la Argentina se iba a quedar mirando”.
“Nosotros queremos dejar bien claro que vamos a matar o morir, y que vamos a dar todo lo que podamos dar para que la Argentina sea uno de los países marítimos más importantes del mundo, que no podemos de ninguna manera convivir con esa falsa idea y daremos todas las batallas que haya que dar para poner al país en el lugar que le corresponde”, subrayó el jerarca del organismo portuario.
Acusando recibo de estas declaraciones, el canciller uruguayo Almagro fue esta vez tajante y en declaraciones a Radio Universal comparó al subsecretario de Puertos y Vías Navegables con Manuel de Sarratea, gobernador de Buenos Aires a partir de 1820 y enemigo de José Gervasio Artigas: “Tettamanti sería el primer antiartiguista, Tettamanti sería Sarratea. Uruguay no tuvo ninguna alucinación de ningún tipo, la única alucinación es hacerle perder a sus exportadores de frutas tiempos en puertos, tiempos de dos a cuatro días. Se les echa a perder la fruta, esas son alucinaciones que afectan a su sector exportador”, dijo en relación al funcionario argentino.
El secretario de Estado consideró además que “en este tema no tenemos visto que en los hechos pasaran cosas que fueran más favorables. Hemos escuchado incluso algunas declaraciones que tienen mucho de risibles pero no hemos visto una acción concreta revirtiendo una situación que no tiene sentido. Reconozco que Argentina tiene 2.500 kilómetros de costa y que en esos kilómetros puede tener todos los puertos que quiera, pero las condiciones deben ser de mejora de esos servicios y no de empeoramiento. Las condiciones de logística y de eficiencia de Uruguay no puede ser resueltas por Argentina con las condiciones que hoy tiene”. Sin dudas que entrar en este tipo de choques dialécticos no arroja luz sobre un tema que no solo comprende la relación bilateral, sino que tiene que ver con una extensa área del Cono Sur latinoamericano, sobre todo para países mediterráneos como Paraguay y Bolivia, además de buena parte del suroeste de Brasil, que resultan los más afectados por las medidas restrictivas de Argentina en torno al transporte por el río Paraná.
Por cierto que recogiendo los conceptos de Tettamanti, no cabe duda que acá los únicos que ha delirado por muchos años han sido los gobiernos de su país, que pasa ahora a desempeñar el rol del perro del hortelano, porque no solo no tiene nada que ofrecer por falta de inversión en la Hidrovía, sino que además procura trabar la navegación con obstáculos artificiales para hacer que por fuerza de medidas administrativas, a contramano de la proclamada integración, de alguna forma el tránsito fluvial recale en alguno de sus puertos. Y como bien dijo, van a “matar o morir”, aunque en realidad están matando y suicidándose porque lo que están logrando es encarecer y trabar el comercio de la propia Argentina, al obligar a usar su sistema de puertos ya saturado, caro y falto de infraestructuras.
Por otra parte, recientemente el mismo Tettamanti argumentó que Argentina está invirtiendo en el dragado de los canales de navegación del Paraná para que transiten barcos de ultramar a levantar mercadería, lo que es aprovechado por Paraguay, cuando en realidad los trenes de barcazas, que son de bajo calado, no utilizan el canal principal y en cambio sí lo hacen los grandes barcos que van a levantar granos al puerto de Rosario, en el centro de la rica zona agrícola del vecino país.
Otra medida implementada fue la negativa de otorgar permisos de amarre a las barcazas paraguayas que llevan granos a Nueva Palmira, y peor aún, en las últimas horas se supo que la Aduana argentina aduce que están detenidas bajo la acusación de contrabando, porque la documentación de los buques quedó en Nueva Palmira, de forma de seguir generando obstáculos para los operadores de la Hidrovía.
Es que esta política de puertos se enmarca en las acciones proteccionistas en que ha ingresado el vecino país con la administración Kirchner, acentuada ahora con la de Cristina Fernández, y en este caso, ante sus carencias en infraestructura intenta incidir negativamente en todo lo que se haga en materia de navegación fluvial por la Hidrovía Paraguay-Paraná, pretendiendo que se utilice de alguna forma las instalaciones precarias e insuficientes que tiene en esta zona, precisamente porque mientras los otros países se preocuparon por avanzar en la logística, en generar infraestructura de apoyo a la producción, en Buenos Aires ha seguido primando la idea de buscar más y más recursos a través de impuestos aplicados al campo para atender políticas de asistencia social y subsidios que han contribuido al deterioro de su economía.
Y los resultados de esta irracionalidad son este el desgarrarse las vestiduras con el “matar o morir” de Tettamanti, como si estuvieran en guerra y los otros tuvieran la culpa de su inoperancia.
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