Opinion | 30 May La foto recorrió el mundo. Frente al Muro de los Lamentos, el papa Francisco abrazado junto al dirigente musulmán Omar Abboud y al rabino Abraham Skorka. Quizás parezca tan solo el abrazo de los líderes de tres religiones con millones de fieles. Pero es mucho más que eso. La foto implica ni más ni menos que una posibilidad cierta de un acercamiento entre israelíes y palestinos. En una parte del mundo donde entre ambas comunidades no son frecuentes, estos gestos de tolerancia y diálogo, hacen soñar --con lo importante que es soñar-- con el establecimiento de una cultura que sea capaz de superar tanto estériles prejuicios como viejos enfrentamientos y rencores.
Ese abrazo, de hecho, establece la necesidad del diálogo interreligioso. Y recuerda el camino realizado por Juan Pablo II, que había convocado a no rezar los unos contra los otros, sino los unos por los otros. Aludía claramente a que era imprescindible que no se tomara el nombre de Dios como justificación de la violencia.
Y así lo entendieron también el papa Francisco y los representantes de otras religiones que lo acompañaron en este viaje a Tierra Santa, donde, juntos, ofrecieron un mensaje a favor de la tolerancia y la paz más rotundo que numerosos intentos pacificadores desde el ámbito político.
No quedan dudas que construir la paz en esa convulsionada región será difícil, pero es el camino real y verdadero. Y también es cierto que los primeros pasos suelen ser los más difíciles. Pero la primera semilla ha sido sembrada.
En una reciente visita a Paysandú, el embajador de Israel en Uruguay, Dori Goren, expresó con claridad la intención israelí de alcanzar la paz con los palestinos, un objetivo que se arrastra desde hace muchos años. Pero también fue muy claro en indicar que se aprecian dificultades ciertas. Sostuvo que de parte de la Autoridad Palestina no había real interés en avanzar por ese camino.
Por eso mismo, el abrazo de estos tres indiscutidos líderes religiosos, brindó un mensaje tan claro y tan contundente que no pueden lograr los propios políticos. Y tuvo lugar precisamente allí, en un territorio minado por los prejuicios y las posiciones extremas. Esta vez religiones también históricamente enfrentadas expresaron al abrazarse sus líderes la necesidad de la apertura al diálogo, de la convivencia pacífica y del respeto por el otro, al margen de las diferencias religiosas o políticas, que obviamente no por este abrazo han sido enterradas.
El papa Francisco aparece decidido a avanzar en procura de alcanzar finalmente el horizonte de la paz. Prueba de ello invitó a los presidentes Mahmoud Abas, de Palestina, y Shimon Peres, de Israel a un encuentro en el Vaticano, no para una reunión de mediación, sino para un encuentro de oración. Quizás sea cierto después de todo, que es tiempo que Dios actúe. Para tener finalmente un mundo mejor.