Paysandú, Lunes 02 de Junio de 2014
Opinion | 27 May El intento del gobierno argentino de “sincerar” al menos parcialmente su economía a través una mayor paridad del dólar oficial con el mercado paralelo --que fue en realidad una devaluación ante una situación que se tornaba insostenible-- dio resultados por algunos meses y llevó cierta tranquilidad a los mercados, los que a la vez han esperado una serie de medidas complementarias que no han llegado, y por ende se han esfumado expectativas de que pudiera reencausarse la economía.
Lo que no es tarea fácil, por supuesto, dado el grado de distorsión a que se ha llegado en el vecino país, con sucesivos “parches” para ganar tiempo por lo menos hasta el próximo compromiso electoral. El punto es que el tiempo de espera parece haberse agotado a esta altura, y ya el mercado de cambios está reflejando este escenario que pone nuevamente a prueba al Ministerio de Economía encabezado por Axel Kicillof, pero esta vez con menos expectativas.
Es que la estabilidad que el gobierno argentino en su momento había festejado en forma apresurada era artificial y solo a cuenta de otras acciones coincidentes, que no han llegado, y no puede extrañar que por ejemplo la inflación ya haya devorado la mejora cambiaria que obligan a plantear nuevas correcciones que, por supuesto, otra vez el Ministerio de Economía está reacio a adoptar, ante los costos políticos que traería aparejado.
Como los mercados son cambiantes y dependen de una serie de variables --entre ellas la propia idiosincrasia de los argentinos--, todo parecía indica que hasta después del mundial de Fútbol de Brasil no se llegaría a convulsiones y se seguiría dilatando el desenlace, tal como sucedió hasta ahora. Pero en los últimos días la desconfianza se ha ido acentuando más de lo que todo podía hacer presumir, y el mercado volvió a presentar nerviosismo que se tradujo en una abrupta suba del dólar paralelo, lo que ha sido promovido además por rumores sobre disputas internas en el equipo económico de gobierno.
El dólar “blue” --como se le llama al dólar paralelo--, pasó bruscamente de 10,50 a los 12 pesos, lo que ha determinado que aumentara a un 50 por ciento la brecha con el valor dólar, elemento este que es tomado como un síntoma de cómo los operadores están considerando la situación de la economía argentina, provocando que por ejemplo los ahorristas comiencen a considerar poco atractivas las tasas de interés en los plazos fijos en peso, y empiecen a retirar sus pesos del sistema financiero.
Pero este escenario, que sería preocupante en una situación más o menos normal, lo es mucho más si se tiene en cuenta que el gobierno tenía cifradas esperanzas en que cuando comenzaran a ingresar los dólares provenientes de la exportación de los inmensos volúmenes de soja que produce el vecino país, la repercusión inmediata fuera una nivelación en las cotizaciones entre el dólar oficial y el “blue”, por lo que la esperada lluvia de “sojadólares” parece haber pasado de largo, y hasta ahora el ingreso masivo de divisas parece ha tenido relativa repercusión.
Así, el otoño, que en los papeles se presentaba como el período más favorable de este año para la estabilidad financiera y para el propio gobierno, ha reeditado en alguna medida la situación de un verano pleno de incertidumbres, en que debió consolidarse la devaluación, a la vez de algunos sinceramientos en materia de dejar sin efecto subsidios en tarifas de la energía --ahora fue autorizado un nuevo aumento de 40% en la electricidad--, y también divulgar datos más aproximados a la realidad en las cifras oficiales sobre inflación del Indec del vecino país. Pero la inflación no ha cedido y por el contrario, la devaluación y medidas proteccionistas la han reavivado, al punto de tender a agotar la mejora temporal que se había logrado con la devaluación, como era de esperar, porque se trata de una tregua y no de medidas de fondo sanear la economía. Por otro lado, se entiende que muchos productores se han quedado con buena parte de la cosecha de soja porque esperan que la divisa aumente de cotización, teniendo en cuenta que la inflación ya ha diluido el valor de los pesos a percibir, y solo una corrección al alza de la cotización les serviría para recuperar poder adquisitivo.
Es decir que pese a que igualmente hay una gran entrada de dólares, que incluso supera la cifra lograda el año anterior por los productores sojeros, están de por medio otros componentes de la economía que generan expectativas y especulación, principalmente porque nadie confía en el gobierno que encabeza Cristina Fernández.
Y la Argentina, pese a ser un país con enormes riquezas --que es lo único que ha salvado a ese país de un desastre, sin dudas-- sigue con una economía agonizante, a la que solo se le han aplicado paños tibios, a la vez de haberse desestimulado inversiones en áreas estratégicas, lo que significa que se mantiene la inflación estructural que ya no puede disimularse con “toqueteos” en los datos estadísticos, mientras el déficit fiscal no cede y cada vez son más notorios los datos que indican que hay una recesión en proceso, con todo lo que ello significa cuando a la vez se conjuga con inflación y expectativas negativas.
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