Paysandú, Miércoles 11 de Junio de 2014
Opinion | 11 Jun Aunque ya con la derivación de dos procesamientos por abuso de funciones de dos exjerarcas de la Administración Mujica --el exministro de Economía y Finanzas Fernando Lorenzo y el expresidente del Banco de la República, Fernando Calloia-- sin dudas que todavía está lejos de dilucidarse en todas sus implicancias el denominado Plunagate, que entre otras consecuencias ha tenido como aspecto fundamental nada menos que la consolidación de pérdidas por no menos de trescientos millones de dólares para el país.
En las últimas horas precisamente el diario El País publicó otras revelaciones sobre el caso Pluna, tratándose del texto de unos 20 correos electrónicos intercambiados entre Hernán Antonio Calvo Sánchez, “el caballero de la derecha”, y Antonio Alvarez Hernández, principal accionista de la empresa española Cosmo.
De estos correos surgen más detalles a propósito de cómo se generó la participación de Cosmo en la subasta de siete aviones Bombardier, pertenecientes a Pluna S.A., cuya derivación principal hasta el momento fue el procesamiento sin prisión por el delito de abuso de funciones de los exjerarcas mencionados.
Ocurre que los más de 20 mails, enviados antes, durante y después del remate frustrado de octubre de 2012, ponen de relieve tejes y manejes empresariales con presunta complicidad o aval de connotadas figuras del equipo económico de gobierno.
La venta en cuestión comprende entre otros aspectos el polémico aval que le dio el Banco de la República a Cosmo, una empresa que solo tiene dos o tres aviones y un capital que no supera los siete millones de dólares, y que sin embargo fue habilitada para comprar por 137 millones de dólares.
Pero en todo este entuerto, lo que queda por el camino es la imagen que se ha intentado construir y potenciar por los dos últimos gobiernos en el sentido de hacer un culto de la “transparencia” en la gestión, que a la vista está no ha sido más que una figura que se ha querido mostrar ante la opinión pública, pero que dista mucho de la realidad.
El caso Pluna ha sido un ejemplo rotundo de una pretendida transparencia que nunca existió, con una mezcla de soberbia reafirmada una y otra vez por portavoces del gobierno, sobre todo del equipo económico. Tanto es así que en su momento el ministro de Transporte y Obras Públicas, Enrique Pintado, al comentar sobre lo sucedido en la subasta, expresó en rueda periodística en tono solemne que “la especulación no es el terreno de quienes tenemos la tarea de gobernar. Por eso, con la misma tranquilidad y seriedad que merece siempre he dado la cara y en esta oportunidad lo hacemos y lo hemos hecho para anunciar otras decisiones y otros resultados. Con esa misma responsabilidad y seriedad debemos decirles que la subasta ha tenido lugar y que los aviones fueron subastados al alza por 137 millones de dólares, adquiriéndolos la empresa Cosmo, de capitales españoles. Estamos satisfechos por haber prometido y obtenido del Parlamento Nacional el apoyo para la utilización del instrumento de la subasta como una herramienta válida por su transparencia, herramienta de la cual nunca dudamos”.
Por supuesto, la “transparencia” no pasó de ser un mero engaño, porque el aval “perfecto” fue un verdadero abuso de funciones de los jerarcas intervinientes que de continuar las investigaciones, podrían demostrar aún peores faltas o delitos.
Todo eso con la “transparencia” de un mecanismo que se mostró como infalible, de la misma manera que muchos defienden los concursos para ingresar a un empleo en el Estado. Sin embargo esta otra herramienta --que es cuestionada hasta por el propio presidente Mujica--, levanta demasiadas sospechas cuando claramente los únicos que ganan determinados puestos de trabajo, son reconocidos amigos del partido.
Es cierto, antes era “amiguismo” por el cual el político “metía a dedo” a sus allegados, lo que tampoco es bueno. Pero lo que se hace ahora no es muy diferente, solo que está disfrazado con un manto de “trasparencia” a través de herramientas válidas pero hábilmente manipuladas para justificarse ante la ciudadanía.
Las propias palabras del ministro Pintado, así como del presidente Mujica, nos predispone a suponer que cada vez que nos hablen de “transparencia” en el gobierno, ya sea en un concurso para ingresar a una intendencia, un ministerio o cualquier ente, o cualquier “negocio” en los que está la política de por medio, habrá gato encerrado, y probablemente hasta el sistema más infalible tendrá algo de turbio.
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