Paysandú, Jueves 12 de Junio de 2014
Opinion | 12 Jun Cuando han transcurrido ya más de diez días desde el domingo 1º de junio en el que el electorado uruguayo concurrió voluntariamente a las urnas --con una votación del orden del 37 por ciento del padrón electoral-- para la elección de convencionales de cada partido, las incógnitas que subsisten hasta ahora refieren a las candidaturas a la Vicepresidencia de la República en los tres partidos mayoritarios, a la luz de los resultados obtenidos en esta convocatoria popular. La definición parece estar acordada, aunque no oficializada, en el Frente Amplio, donde Raúl Sendic acompañará al expresidente Tabaré Vázquez en su intento por volver a la Presidencia a través del voto popular en las elecciones de octubre, en tanto el Partido Nacional y el Partido Colorado, las principales columnas de la oposición, tienen ante sí el desafío de conciliar puntos de vista internos para proponer a los respectivos componentes de la fórmula.
Debemos tener presente que hay dos aspectos que se juegan en esta etapa que se abre, y que refieren por un lado a la mejor integración que se pueda ofrecer al electorado para la captación de votos, y otra el conciliar y unificar programas entre sectores a veces contrapropuestos en determinadas áreas para gobernar en el hipotético caso en que se obtenga la mayoría en las urnas. Un caso notorio lo tenemos en la actual fuerza de gobierno, donde se generaron a lo largo de la gestión fuertes encontronazos porque hay visiones encontradas en más de un aspecto.
Es decir que el punto tiene que ver por un lado con el ejercicio del gobierno en caso de llegar al poder, pero por otro lado que esa presunta armonía sea transmitida al elector en la campaña política a través de una fórmula que sea creíble y atractiva tanto para el núcleo duro de cada partido como para el elector independiente, que es el que define la suerte del acto electoral, al fin de cuentas. Con un acuerdo ya prácticamente sellado en el Frente Amplio, subsisten incógnitas en los dos partidos tradicionales, sobre todo en el Partido Nacional, a partir del discurso del líder de Futuro Nacional, Dr. Jorge Larrañaga, quien visiblemente afectado por no haber logrado la nominación como candidato presidencial sembró serias dudas respecto a su futuro político, y en el corto plazo sobre si aceptaría integrar la fórmula con el ganador de la interna, Luis Lacalle Pou.
Pero la política es el arte de lo posible, y en este escenario debe recordarse que en su momento Vázquez dijo que se retiraba y que no se iba a postular, como lo han hecho otros políticos en su momento y por lo tanto debe asumirse que un líder político a menudo debe adoptar decisiones en función de su partido por encima de su postura personal o estado de ánimo del momento.
En el Partido Colorado, con una amplia mayoría de Pedro Bordaberry pero a la vez con una buena votación de José Amorín Batlle, aparece a primera vista como legítimo el reclamo de “Batllistas de Ley” en el sentido de que su candidato integre la fórmula, en tanto el ganador sostiene que no se debe hablar de nombres sino de programas, y que elegirá a quien considere tiene las mejore aptitudes para ejecutar el programa en caso de acceder al gobierno.
A la vez, en el Partido Independiente no hubo competencia interna y tiene la fórmula Mieres-Ramos prácticamente sellada desde antes de las internas, con las miras puestas en obtener una buena representación parlamentaria y en lo posible obtener la llave para volcar las mayorías hacia uno u otro lado.
Hechas estas reflexiones, sin ingresar en el análisis particular de la realidad de cada partido, no puede obviarse que el escenario de una elección interna es muy diferente al de una elección nacional; primero, porque una es voluntaria y la otra es obligatoria, y porque en realidad se dirimen aspectos distintos y así son precisamente evaluados por el elector.
Porque una cosa es el interés de los dirigentes y potenciales candidatos, que saben que si no les va bien en las internas no podrán ser candidatos, y otra es el del ciudadano que tiene poco o nulo interés en política, y que solo concurre a las elecciones nacionales y no precisamente con mucho entusiasmo, pero que sí decide con su voto en pie de igualdad con aquel que está muy interesado en la política y participa en la vida interna de los partidos.
De ahí que si bien para muchos dirigentes “sin junio no hay octubre”, el paso de las internas es crítico por ejemplo para la fórmula presidencial, y por tener carácter voluntario se dirime entre los electores que conforman el “núcleo duro” de los partidos, e incluso eventualmente con participación del denominado “voto de opinión” en el que votantes de un partido tratan de incidir en la interna del otro, sufragando seguramente por el candidato que a su juicio represente menor amenaza para la suerte de su partido en la elección nacional, sobre todo cuando en lo interno la cosa ya parecía definida de antemano. Este es un aspecto que éticamente puede ser reprobable, pero así son las reglas de juego, y en gran medida esta dicotomía se da en el balotaje, aunque con convocatoria obligatoria, cuando el elector no solo tiene la posibilidad de votar por quien prefiere como ser presidente, sino eventualmente contra quien no quiere que ocupe la primera magistratura del país.
Y sin entrar en consideraciones particulares, no puede obviarse que en grandes líneas el electorado nacional está dividido en dos grandes mitades, aproximadamente, integradas respectivamente por el actual oficialismo y por la oposición, en ambos casos con los denominados “votos cautivos” que no se pasarán de una mitad a la otra, pero con un fuerte electorado independiente, que es el que elección tras elección define el resultado de la convocatoria.
Y el desafío de los partidos, es obtener el mayor respaldo posible de estos votantes. El partido o el bloque que logre hacer más atractiva su propuesta y los candidatos que la lleven adelante, para la óptica de ese electorado, tiene la mejor chance de obtener la mayoría en octubre y eventualmente en noviembre, de haber balotaje, y de ahí la importancia de conciliar programas y candidatos que resulten atractivos para captar esos votantes.
Habrá que ver por lo tanto como se barajan las cartas, aunque siempre hay que tener en cuenta que en política no siempre dos más dos suman cuatro.
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