Paysandú, Jueves 12 de Junio de 2014
Opinion | 12 Jun Cuestiones tan simples como llegar a casa por la noche y encender la luz o dejarla encendida si salimos, prender la televisión para mirar un programa, cargar el celular o la batería de la computadora, utilizar electrodomésticos y congelar comida en un freezer son cosas que muchos uruguayos no pueden hacer. En algunos casos por carecer de los recursos económicos necesarios pero, en otros, no importa si los tienen porque lo que falta es la posibilidad de acceder a servicios básicos en el lugar donde viven.
Eso pasaba no hace muchos años en numerosas escuelas públicas del interior “profundo”, donde no llegaba el servicio de energía eléctrica. Con voluntad política a nivel gubernamental nacional y departamental, así como programas específicos para ello, esa realidad ha venido cambiando, lo que tiene una incidencia directa en la calidad de vida de maestros y alumnos. Más aún en aquellos casos que los niños y maestros viven parte de la semana en la escuela, como ocurre en algunas del área rural.
En estos días el gobierno nacional informó que a fin de año Uruguay se transformará en el primer país latinoamericano en contar con electricidad y conectividad en todas las escuelas, incluyendo a las emplazadas en el medio rural, en el marco del programa “Luces para aprender”, que es promovido por la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), el Ministerio de Educación y Cultura (MEC), la Administración Nacional de Usinas y Transmisiones Eléctricas (UTE), la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), el Plan Ceibal y la Fundación Elecnor.
El proyecto prevé la electrificación y conectividad de 80 escuelas rurales que no contaban con estos servicios. La actividad en estas 80 escuelas estaba limitada a las horas de luz natural, no siendo posible organizar reuniones con los padres en horas próximas a la noche, ni tener asegurado el funcionamiento de una heladera sin depender de una batería o garrafas de gas no siempre accesibles, ni reunirse a observar proyecciones audiovisuales teniendo la certeza de que la batería lo permitiría. Son cosas que habitualmente se hacen en la amplia mayoría de las escuelas porque ellas tienen algo a lo que nos hemos acostumbrado a tal punto que ya casi ni reparamos en su existencia: el servicio de energía eléctrica.
En este sentido, el programa “Luces para Aprender” es un muy buen ejemplo de asociación entre los sectores público y privado pero además, tendrá un impacto real en la vida de niños y maestros de las últimas 80 escuelas rurales que carecen de energía eléctrica. Es cierto que se trata de escuelas que a veces tienen sólo cuatro o cinco alumnos; no obstante tienen el mismo derecho que cualquier uruguayo al que no le falta la energía ni la luz. Que los tengamos en cuenta y contemplemos sus necesidades habla bien de todos como sociedad.
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