Paysandú, Jueves 19 de Junio de 2014
Locales | 15 Jun ¡Váyanse para su
casa!, que ya más
nadie los quiere…
Aunque resulte triste, muy triste, que a 30 años de la salida democrática, los sucesivos gobiernos no hayan satisfecho las legítimas expectativas de la gran masa de la población, lo cierto es que la muy baja concurrencia a las urnas del domingo 1º y la cantidad de votos en blanco no hace más que reflejar (y sólo puede interpretarse como) un cada vez más marcado desinterés de los ciudadanos por la conducción de la cosa pública. Aunque nadie pueda negar el movimiento económico que desde hace ya algunos años ha ganado al país, lo cierto es que el mismo, en gran medida, tiene carácter coyuntural. Y, aunque haya habido algunos aciertos como la Ley de Puertos y Forestal, la bonanza vivida se debe más, mucho más, casi que exclusivamente, a circunstancias inmanejables de orden internacional que a la estrategia, talento y sapiencia de nuestros políticos.
Parece ser que la gente se ha dado cuenta que el camino de la política (así, con minúscula) es el del enriquecimiento personal y el buen pasar a costillas del pueblo, que trabaja, paga los impuestos y absorbe todas las chambonadas, desmanes y abusos de los jerarcas de turno, cada vez menos preparados y más mediocres, sean del color que sean.
Basta comparar el miserable ingreso de enormes contingentes de jubilados y pensionistas con las retribuciones abusivas e inmorales que se votan los políticos (de todos los partidos) para sí mismos y buena parte del funcionariado público y el enorme despilfarro que representa el gasto público nacional y departamental, para comprobar que, al revés del desiderátum constitucional según el cual el funcionario existe para la función y no ésta para el funcionario, en nuestro castigado país, desde hace años, muchísimos años, es exactamente al revés. Al punto que a nivel municipal el porcentaje destinado a ingresos es tal que impide que quede margen para la siempre necesaria obra pública, como si los municipios fueran agencias de empleo llamados a ser subvencionados una y otra vez por el poder central, donde siempre hallan generoso acomodo, sin vergüenza ni pudor alguno, los familiares y amigos de turno.
Despilfarros por donde se mire (Pluna, Alas Uruguay, ALUR, Tessamerica, Antel Arena) y pésimos servicios sin la más mínima conciencia por el futuro de un país que todos los días debería repensarse para su encastre en el mundo y el porvenir de las generaciones que vendrán. Por todo esto pensamos que la escasa concurrencia a las urnas debería funcionar, felizmente, como una sana reacción, advertencia o llamado de atención para los soberbios que sin trabajar pontifican todo el día desde su haragana ignorancia de la enorme mayoría de los temas que a diario pasan por sus manos, donde siempre improvisan latosa y audazmente una y otra y otra vez como si los demás fueran idiotas.
Tal parece se acabó el tiempo de los Batlle. Y también habrá de terminar el de los Herrera, detrás de pseudo líderes prefabricados o autofabricados que terminan yéndose para su casa. Porque los verdaderos líderes como Wilson, Perón o De Gaulle surgen espontáneamente del pueblo, de esa masa que los de arriba desprecian por igual, aunque manifiesten lo contrario (la verdadera diferencia en las sociedades políticas, decía un publicista francés es “entre gobernantes y gobernados”) y el resultado del domingo quiera Dios que sea la antesala de un auténtico cambio en serio al cabo del cual se vuelva a entender que antes que nada “la Política es Servicio” del mismo modo que todo funcionario público, por alto que sea su cargo, se debe a su función (o sea, a los demás, a la Nación), con verdadero celo y honor, por el Bien Público y el Interés General, más bien con sacrificio y a pérdida que no por pura codicia, la comodidad que proporciona el derroche del esfuerzo ajeno y el siempre vano egoísmo personal que nuestros candidatos actuales no dejan de perseguir.
Dr. Alfredo Gustavo Larrosa Olaso
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