Paysandú, Lunes 23 de Junio de 2014
Opinion | 22 Jun En el marco de una situación adversa de la educación en el Uruguay, que se viene arrastrando desde hace varios años pero que lejos de mejorar, se va agravando, y cuando no cesan las malas noticias desde diversos ángulos, como la deserción, la baja en la calidad y menores exigencias, aparece de vez en cuando algún elemento auspicioso, que es la mosca blanca en este largo rosario de problemas.
Así, en las últimas horas el Departamento de Estadística del Consejo de Educación Técnico-Profesional de la Universidad del Trabajo del Uruguay (CETP-UTU) divulgó datos sobre los estudiantes matriculados este año y su comparativo con los anteriores. Se desprende de este estudio que la matrícula en UTU creció un 37% entre 2005 y este año, pasando de 66.429 estudiantes al comienzo de ese período a 90.813 en la actualidad.
Este crecimiento se registró en los tres niveles educativos que imparte UTU: educación media básica, media superior y terciaria, y según el presidente del Consejo Directivo Central (Codicen) de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), Wilson Netto, en gran medida este escenario obedece a que han cambiado las preferencias de los jóvenes en sus estudios.
“Ahora los jóvenes se vinculan más a propuestas que tienen continuidad educativa, que tienen más sentido y pertenencia a los desarrollos que hay en los territorios donde habitan”, dijo Netto a El País.
En 2005 en educación media superior estudiaban en UTU uno de cada siete jóvenes y hoy estudia uno cada tres. En la educación básica pasó de 10% al 20%. “Resta poco para alcanzar la meta trazada de 100 mil estudiantes en 2015”, aseguró el jerarca, al referirse a objetivos delineados por las autoridades en esta rama de la enseñanza.
Debemos tener presente que la problemática de la educación en el Uruguay no es un tema menor, y pese a que se han escrito ríos de tinta sobre el particular, y hay enfoques coincidentes en la materia, todavía se está lejos de encarar un abordaje serio y efectivo para corregir por lo menos los problemas más significativos en esta materia, que no son pocos.
En este caso, si bien es de valorar, como reflexiona Netto, que los jóvenes que deciden seguir estudiando tras su paso por Primaria se vuelquen a disciplinas de carácter técnico y sobre todo de conocimiento aplicado para requerimientos en el área laboral, debe considerarse que también es preciso tener en cuenta para qué y cómo se forma en las áreas técnicas, y si se cumple realmente con las expectativas de jóvenes que han asumido que la enseñanza teórica tradicional en el Uruguay, de perfil humanista y absolutamente teórico y abstracto, es una eterna preparación para algo que al final nunca se concreta cuando se busca algo útil, tangible y distinto.
En este contexto debe evaluarse también el aporte de las carreras cortas que se están dictando focalizadas en zonas del Interior donde predominan determinadas explotaciones que demandan mano de obra formada especialmente, como es el caso de la madera y lechería, entre otras, además de disciplinas técnicas de apoyo a la formación tradicional.
Este panorama conlleva por lo menos una forma de respuesta a una realidad que no es homogénea en el país, además, sino que como todos sabemos hay asimetrías en oportunidades en desmedro de los estudiantes del Interior y de los estudiantes de menores ingresos especialmente del Interior, cuando se trata del ingreso a la Universidad.
Por lo demás, pese a que en los últimos años se han concretado logros, igualmente sigue centralizada en gran medida la enseñanza terciaria y se generan oportunidades laborales exclusivamente en la capital, que hacen que el Interior se vea privado de muchos de los profesionales que debería tener en una diversidad de áreas y que provienen de familias oriundas que encuentran mejor escenario laboral fuera de su lugar de origen.
Una golondrina no hace verano, dice el refrán, y este incremento de la matrícula en la enseñanza técnica no implica que estemos frente a los cambios radicales que se necesitan, ante la pérdida de calidad, la deserción y desfasaje respecto al campo laboral, que hace que afrontemos un desafío que requiere acciones coincidentes desde una diversidad de ángulos.
Y para ello debe irse paso a paso y diferenciando objetivos, con respuestas acordes a partir de un diagnóstico sobre el que tampoco hay acuerdo hasta ahora, y en algunos casos hasta no hay interés en hacerlo. Tenemos por ejemplo a los gremios docentes pretendiendo no solo opinar sino sobre todo gobernar la enseñanza, priorizando sus propios intereses, naturalmente, y por otro autoridades y gobierno nacional que se muestran temerosos de hacer lo que se debe hacer.
Y mientras se desdibujan objetivos, la realidad indica que Uruguay tiene la séptima tasa de repetición en educación media más alta entre ciento cincuenta países, con un 19 por ciento de estudiantes que tienen que volver a cursar el mismo año.
La repetición se nutre del fracaso en la asimilación de conocimientos y aprendizaje en cualquier etapa de la enseñanza, y pasa también porque seguimos con una educación básicamente abstracta y ajena a la realidad de lo que realmente necesitan las nuevas generaciones como instrumento para su formación e inserción laboral.
El paso positivo en la matrícula de UTU es una señal positiva, tal vez, pero todavía muy primaria y aislada, que requiere una mayor evaluación para saber dónde se está parado y detectar factores que influyen para esta evolución, de forma de maximizarlos para por lo menos dejar de dar más en la herradura que en el clavo y seguir confundiendo los efectos con las causas de los problemas en la educación.
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