Paysandú, Lunes 23 de Junio de 2014
Policiales | 22 Jun María Dávila de Estevez está a cargo de la cantina del Aeroclub Paysandú --en José Pedro Varela entre 18 de Julio y Florida-- desde hace unos 30 años. Sobre la medianoche del viernes fue víctima de un nuevo hurto en ese establecimiento, el 15º en ocho años.
“Rompieron arriba, entraron por ahí, después salieron por los fondos. Me robaron whisky, dinero, todas las milanesas que tenía para hoy, pollo; carne, de todo me robaron, ya con esta van 15 veces que me roban”, señaló a EL TELEGRAFO con tono de resignación.
“La primera vez fue hace siete u ocho años, ni me acuerdo, me llevaron toda la plata. Ahora hacía dos años que no entraban. Hoy de mañana cuando vine dije ‘tá’, acá me robaron’. A primera vista no vi nada, pero pasé atrás de la barra y estaba todo tirado, revisaron todo arriba. La vez pasada me llevaron toda la ropa, todas las valijas de viaje, todos los perfumes que tenía, todo; ahora me llevaron el único perfume que tenía”, relató. La referencia que tiene sobre la hora en que podría haber ocurrido el hurto la aportó una vecina. “Yo me voy recién a las 10, las 11 de la noche. Esto queda solo, no hay vigilancia. La vecina me dijo que a las 12 de la noche sintió ruido acá, pero pensaba que era yo que andaba limpiando y no le dio importancia”, indicó. La cantinera dijo estar “acostumbrada” a los robos y lamentó los perjuicios que le ocasionan. “Me robaron toda la carne que tenía para el domingo y las milanesas tan lindas que hice ayer, anoche estuvimos hasta las 11 de la noche haciendo milanesas. Se ve que me vigilaron hasta las 11, como yo me fui se vinieron tranquilos, usaron muchos fósforos, muchas cosas, y las monedas que tenía por todos lados me las llevaron. Pero una cajita con monedas que tenía ahí, a la vista, no me la llevaron. Por suerte no se llevaron los televisores, que son del club. Siempre que me roban me roban todo lo mío, del club no se llevan nada”.
La damnificada señaló que hasta hace algunos años vivió en el club, “pero no pude vivir más, porque cada vez que andaban los ladrones me asustaban y me tuve que ir. No tengo casa, no tengo nada, vivo de agregada con una mujer mayor, ella es solita y yo la acompaño. Nos acompañamos las dos”.
El local no cuenta con medidas de protección tales como rejas o alarmas en el piso superior, lo que facilita el acceso, una inversión que por otra parte no está dispuesta a hacer, porque piensa en corto plazo dejar de explotar esa cantina.
“Otra vez me llevaron todas las máquinas. Las cajas registradoras, me las rompieron a las dos, no tengo más, la plata la pongo así nomás, no tengo más nada. No compro más nada porque pronto ya me voy a ir, no quiero estar más acá, ya son 30 años de trabajo. Si no me voy este año, me voy quizás el año que viene”, afirmó.
A pesar de tener tomada esta determinación, la mujer asegura que su empleo es lo único que tiene. “No tengo nada, tengo el trabajo, porque me dan para trabajar. Pago los impuestos, todo lo que tengo que pagar, pero nada más, no tengo casa, no tengo auto, no poseo moto, no tengo bicicleta; tengo el trabajo. Nada más”.
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