Paysandú, Martes 24 de Junio de 2014
Opinion | 21 Jun Asediado por la elevada inflación, entre otros serios problemas en su economía, el presidente venezolano Nicolás Maduro relevó al ortodoxo ministro de Planificación Jorge Giordani, quien entre otras medidas para tratar de sostener la tambaleante economía del país caribeño fue el ideólogo del control de cambios que fuera impuesto hace poco más de una década.
Claro, estamos ante un país en el que se da una de las mayores incongruencias del continente, teniendo en cuenta que tiene las mayores reservas petroleras del mundo pero es incapaz de hacer frente a su déficit y su galopante inflación, cuando debería navegar sin problemas en un mar de dinero.
Pero el gran fracaso venezolano, que no es un solo un problema atribuible a Maduro, naturalmente, tiene su origen ya en su antecesor Hugo Chávez, quien en aras de buscar un liderazgo continental adoptó medidas imprudentes y a través de la “generosidad” del socialismo bolivariano, despilfarró fortunas dignas de Rico McPato sin haber siquiera arañado una solución para los graves problemas sociales de Venezuela.
La salida de Giordani crea una incógnita --y no siempre para bien, al fin de cuentas-- sobre lo que hará el inconstante y poco talentoso Maduro, en un país en el que su única fuente de divisas es el petróleo, porque no produce nada --ni siquiera para su mercado interno--, tiene una inflación que ya supera el 60 por ciento, además de una aguda escasez de alimentos y medicinas, y con el agregado de una cesación de pagos selectiva frente a acreedores comerciales.
La respuesta de Giordani a su destitución no se hizo esperar, y señaló en una carta pública que Maduro no transmite liderazgo y que hay una sensación de vacío de poder en la Presidencia de su país. Proclamó que el actual jefe de Estado ha manejado el gasto público de manera descontrolada, y que el incremento de este indicador llegó a niveles extremos durante la campaña de octubre de 2012 para la reelección de Hugo Chávez.
Subrayó asimismo que desde la Presidencia se otorgaban “recursos masivos a todos quienes lo solicitan, sin un programa fiscal encuadrado en una planificación socialista”, y que percibe “una clara sensación de vacío de poder en la planificación socialista”.
La realidad indica que estamos ante un rotundo fracaso del socialismo bolivariano de Chávez --que en su momento cosechó la admiración de muchos en toda Sudamérica-- y del continuista Maduro, que no solo habla con pajaritos sino que ni siquiera sabe dónde está parado, mientras sigue arrastrando gastos enormes basados en la riqueza petrolera, continúa con un sistema de cambio de moneda controlado para intentar contrarrestar a los “enemigos” empresarios, a los que se maltrata, se alientan las expropiaciones y se anatemiza a los importadores y comerciantes.
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