Paysandú, Jueves 26 de Junio de 2014
Opinion | 19 Jun La evolución del escenario internacional para las colocaciones de madera sigue presentándose todavía confuso, aunque con algunas señales positivas en cuanto al valor de este commodity que en sus precios no ha acompañado el escenario que presentan otras materias primas que produce Uruguay, como los granos y especialmente la soja, lo que ha colocado al sector en medio de una dinámica que tiene tanto elementos positivos como negativos.
No estamos ante una situación que se haya precipitado en los últimos meses o semanas, sino que como lo ha indicado EL TELEGRAFO desde esta página editorial, el sector no es ajeno al panorama que presenta el país para la actividad productiva y empresarial en general, por cuanto estamos ante costos internos que han evolucionado por encima de los precios y la demanda de los mercados internacionales, lo que por supuesto tiene una manifestación ineludible en la pérdida de competitividad.
Igualmente, el sector maderero en el Uruguay atraviesa actualmente una coyuntura muy diferente a la que debió afrontar en 2008, cuando estalló la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, agravada luego por la crisis europea de 2010, lo que entre otros aspectos derivó en una contracción en los precios y demanda, que se ha ido revirtiendo con el paso del tiempo.
Es así que en el acumulado de este año entre los meses de enero y mayo, las exportaciones de madera uruguaya, excluyendo a las de celulosa, sumaron 283,5 millones de dólares, lo que representa un aumento del 15,7 por ciento respecto al mismo período del año pasado, y en torno a este escenario el director ejecutivo de la empresa fabricante de contrachapados Weyerhauser, Alvaro Molina, destacó a El Observador que mantiene un optimismo “cauto” sobre el negocio a futuro en esta área, porque aún subsisten señales erráticas desde el mercado internacional que conspiran contra una plena recuperación del sector. Por su lado el presidente de la Sociedad de Productores Forestales y consultor logístico, Carlos Faroppa, explicó que el sector viene saliendo de una etapa de “años complejos”, porque la evolución que mostraron los precios estuvo por fuera del explosivo aumento de otros commodities que produce Uruguay, aunque un aspecto positivo ha sido la diversificación de mercados. Pese a la recuperación de precios, “como contrapeso, tenemos el costo estructural del país. Las exportaciones crecen porque hay más madera disponible, por eso necesitamos nuevas inversiones industriales, como los tableros y también en otros nichos, al punto que si no se avanza en un segundo proceso de industrialización” de la cadena, se corre el riesgo de que salga una mayor proporción de madera sin procesar, como chips y rolos, por lo que advirtió que “el riesgo es quedarse solo en la cadena de valor de las plantaciones”. Evaluó además como positivo que se incorpore una nueva planta de celulosa, la de Montes del Plata, junto a la de UPM, pero es indudable que esta siempre es una fase primaria de valor agregado, y que no existen prácticamente proyectos industriales de envergadura que permitan aprovechar la madera de mayor diámetro que ya se está produciendo en el Uruguay.
Este es precisamente un gran desafío que tiene por delante el país y naturalmente el sector, como hemos señalado en más de una oportunidad, por cuanto contamos ya con buenos volúmenes de materia prima de árboles maduros para una explotación de buen diámetro, pero lamentablemente buena parte de esta producción sigue volcada a la pasta de celulosa, en la que no se requiere esta calidad de madera que podría tener otros destinos con un mejor retorno de valor.
La celulosa es sólo una materia prima para la elaboración de papel, entre otros usos, y por lo tanto el verdadero valor agregado se le está dando fuera de fronteras, como es el caso de la industria del papel, para la que no contamos con la tecnología ni las inversiones, pero tampoco con la energía requerida para alimentar plantas de este perfil, por lo menos por ahora.
Este año el Uruguay procesará unos diez millones de metros cúbicos de madera, incluyendo la demanda de las fábricas de celulosa y el volumen de desechos que se vuelca a la generación de energía eléctrica, pero según Faroppa “tenemos potencial para producir más madera; el tema es como lo hacemos”.
Pero más allá del cómo --que no es un tema menor, naturalmente--, surge claramente la necesidad que tiene el Uruguay de ingresar a esta etapa de industrialización de la madera, en una diversidad de áreas, de las cuales la elaboración de contrachapados es solo una posible, ya en marcha, es cierto, pero que tiene un potencial mucho mayor. Así lo indica el propio director ejecutivo Molina. Pero el factor limitante, reconoció, es el de los altos costos internos que debe afrontar el negocio y los mercados internacionales, que no terminan de consolidarse y no permiten trabajar en los volúmenes esperados.
Y en fábricas ya instaladas como la que nos ocupa, se procura mejorar la eficiencia para ser más competitivos, pero a la vez la expectativa es promover líneas de inversión en mueblería y herrería de obra, entre otras posibilidades, lo que es impensable si no hay posibilidades de competir en los costos y volúmenes, si tenemos en cuenta que desde Paysandú incluso está saliendo madera aserrada en contenedores hacia Asia, la que vuelve en muebles a precios competitivos, mientras en el país donde crece la materia prima rápidamente, resulta mucho más caro hacerlos.
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