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Paysandú, Jueves 26 de Junio de 2014

Reincidencia es menor al 10% entre reclusos de chacra policial

Locales | 22 Jun El tambo policial, ubicado en la zona del arroyo Sacra, en las afueras de la ciudad, es un centro de reclusión en régimen de confianza, o semi libre, en el que actualmente están alojados 14 reclusos, anexo al establecimiento Paysandú del Instituto Nacional de Rehabilitación, (INR).
El sistema ofrece varias aristas ventajosas, pero lo principal es que es un incentivo para que los alojados en la antigua cárcel departamental mantengan buena conducta, requisito indispensable para poder --en algún momento-- pasar a alojarse en la chacra. También se determina el traslado a esa dependencia en función de cierto perfil, como la edad, el plazo que resta para el cumplimiento de la pena, la predisposición a participar de actividades y especialmente a las tareas rurales, según explicó el director, comisario Alfredo Coelho, de quien también depende el anexo.
Las diferencias son muy importantes con respecto a estar alojado en la cárcel, de acuerdo a como lo relatan los propios internos.
“Nada que ver, acá estamos presos pero libres; allá en la cárcel no se ve un pedazo de campo, no ves un árbol, sólo cuando salís para afuera, pero acá vemos el campo. Para la familia de nosotros nomás, por ejemplo, acá no la revisan, nosotros cuidamos esto más por nuestra familia que es la que más sufre, estamos, cumplimos, y la familia nuestra es la que viene todos los días”, relató uno de los alojados en la chacra.
“Mi abuela no quería venir nunca cuando estaba en la cárcel; acá viene, ya es otra cosa. Aunque se está preso en una chacra es como si estuviera trabajando en una estancia”, aportó otro de los reclusos, de los que se acordó mantener en reserva su nombre.
Si bien es una experiencia que involucra una pequeña parte de la población reclusa --en el establecimiento del INR hay 258 alojados, mientras que en la chacra sólo están 14--, el índice de reincidencia de quienes pasan por allí está por debajo del 10%.
El establecimiento funciona como un tambo cualquiera. Son 76 hectáreas, hay unas 20 vacas holando y se ordeña dos veces al día, se remite la leche a la planta de PILI, salvo por lo que se destina al consumo interno y al de la cárcel.
Miguel Baiz es el funcionario policial a cargo de la distribución de las tareas. Hay otro efectivo a cargo de verificar la seguridad del establecimiento.
“Se hace todo el mantenimiento general del tambo y a la vez se hace la huerta para su propio mantenimiento, se abastece la alimentación acá y en la cárcel también. De mañana se trabaja de 7:30 a 11:30 y de tarde de 14:00 a 18:00. Hacen 4 y 4 horas, ese es el horario de trabajo y en el que ellos hacen reducción de pena”, indicó.

A LA ESCUELA
Los martes y jueves concurre la maestra Mariela Fernández a dictar clases. “La actividad es variada, lo que yo trabajo con ellos es la parte de primaria, con muchachos que no tienen la escuela terminada. Entonces los preparamos para que den la prueba y puedan llevarse el certificado de educación primaria terminada. Incluso hay gente que ya ha terminado la escuela pero que esta actividad, concurrir a la escuela, les ayuda a refrescar la memoria, y también tenemos muchachos que están en el liceo, pero como acá no funciona liceo, yo hago de intermediario, traigo los materiales y apoyo las actividades”, señaló la docente.
“Yo había terminado la primaria pero no recordaba mucho ni lo que era todo esto de los números y matemática y todo eso. Entonces, gracias a la maestra, a la ayuda de todos los jerarcas, tuve oportunidad de terminar la escuela acá”, señaló uno de los internos, el mayor del grupo, que a su vez es uno de los más hábiles en la parte de artesanías y apoya a la maestra en esa área.
Otro, bastante más joven, dijo que participa no tanto por la posibilidad de redimir la pena, “sino por lo menos para entretener la cabeza en algo, viste, cambia en pila. Por lo menos estás tratando con otro tipo de personas, no estás tratando siempre con la misma gente”.
La participación tanto en las tareas como en el programa de estudio es voluntaria, pero todos tienen claro que es mejor participar. Para la maestra Fernández es tan solo la primera experiencia de trabajo con adultos y por lo menos hasta el momento ha resultado satisfactoria.
“Es como cualquier otra clase, justo me tocó una experiencia que es distinta a los demás tipos de clase de adultos, pero trabajar con ellos es como una clase normal, totalmente satisfactorio, pero totalmente satisfactorio -enfatizó-. Porque aparte ellos están esperando este tiempo de la escuela, no tengo que esperarlos ni pedirles que vengan. Es un momento donde hacen algo distinto, hablamos de otras cosas, despejamos la mente, hacemos otra cosa, y hasta ahora, es sumamente positiva la experiencia”, señaló.
Sobre los contenidos del programa, la maestra indicó que hay “una base de conocimientos que ellos tienen que adquirir, sobre todo en el área de lenguaje, pero al ser trabajo con adultos nosotros tratamos otros temas. En este caso mucho tema de reflexión, temas de salud, medio ambiente, violencia de género; la temática es variada, adecuada al público que tenemos”.


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