Paysandú, Domingo 29 de Junio de 2014
Opinion | 27 Jun La sanción de la FIFA a Luis Suárez se transformó en un tema de Estado. No existe uruguayo acá o en cualquier parte del mundo, sepa de fútbol o apenas entienda que se está jugando un Mundial, que no haya estado expectante a la resolución del organismo que rige los destinos del fútbol universal.
El país entero se paralizó cuando Delia Fischer, portavoz de la FIFA (que por cierto dejó demasiadas dudas ya que no supo responder la mayoría de las preguntas que se le formuló con respecto a la decisión tomada) dio a conocer en conferencia de prensa en el mismísimo Maracaná, donde mañana la selección uruguaya enfrentará a Colombia, que la Comisión de Disciplina trancaría a Suárez con los tapones de punta y el delantero sería el objetivo de una sanción ejemplarizante luego de que mordiera a un rival durante el partido ante Italia, jugado el pasado martes, y que la Celeste terminó ganando por 1 a 0, eliminando a los tanos.
La pena es durísima, absurda y sin precedentes: nueve partidos sin salir a la cancha con la selección, por lo que no solo se perderá el o los partidos que le queden a Uruguay en el Mundial, sino también deberá pagar la pena durante la Copa América del próximo año y hasta partidos de eliminatorias; cuatro meses sin poder ejercer cualquier actividad relacionada al fútbol, por lo que ese será el tiempo durante el que no podrá vestir la camiseta del Liverpool inglés; tampoco podrá ingresar durante ese tiempo a escenarios deportivos, y tampoco presenciar los partidos de la Celeste mientras cumpla los nueve compromisos de sanción con la selección. Además se lo multó con 100 mil francos suizos, es decir algo más de 110 mil dólares.
A partir de ese momento el país entero entró en trance: no hubo tema más importante que el “Suárezgate”. Se tocó una fibra íntima de los uruguayos, que nos sentimos perseguidos, víctimas de una revancha del Mundial de 1950, de ser la excusa perfecta de la FIFA y de muchos para comenzar a sacar del camino de Brasil 2014, justo cuando está Colombia como próximo escalón y, en una de esas, el próximo rival sería Brasil.
Las redes sociales dispararon toda clase de especulaciones. Y de verdades, esas que son viejos secretos a voces aunque nadie los pueda confirmar porque es imposible meterse con la empresa más exitosa en el mundo.
Que se actuó de oficio, cuando no sucedió lo mismo ante agresiones mucho más graves que se han visto en lo que va del Mundial; que la FIFA no tiene autoridad moral para sancionar de manera ejemplarizante a quien no provocó daño al rival, mientras los principales directivos del organismo están sospechados hace años de corrupción, y que actualmente está en curso una investigación por los sobornos recibidos por quienes eligieron como futuras sedes a Rusia y Catar; que se actuó por presión de la prensa inglesa y brasileña, una que persigue a Suárez desde hace varias temporadas y otra que intenta por todos los medios que Uruguay no llegue a cuartos de final para enfrentarse al local y, si lo hace, que llegue disminuido. Y que la FIFA tiene entre ojos a Uruguay en el aspecto político y ni siquiera es tenido en cuenta, porque el expresidente de la AUF, Sebastián Bauzá, tuvo que irse por la puerta de atrás, lo que ameritó incluso una sanción preventiva de la Confederación Sudamericana de Fútbol.
Pero, lejos de este tipo de especulaciones van por el buen camino, la realidad es que no existen pruebas. Y sí existen de la mordida de Suárez, aunque muchos uruguayos intentamos tapar el Sol con un dedo al asegurar que no hay indicios claros.
En frío, sin la pasión que despierta el fútbol y en especial la Celeste, nadie puede no reconocer lo que cámaras de todo tipo y color --de la más alta tecnología-- mostraron al mundo al instante, más allá de que es verdad que se hizo un circo alrededor de la situación, llevando una presión espectacular sobre la FIFA.
Que han existido agresiones más graves, es verdad. Que en otros casos no se actuó de oficio, también. Y que el fallo es una verdadera exageración, que se trató al deportista como delincuente, obligándolo incluso a dejar la concentración de su selección, ni hablar.
Pero, más allá de todo, lamentablemente hay un primer gran responsable de este momento insospechado que está atravesando Suárez, la selección y todo un país. Y no es otro que el mismísimo goleador.
Al “Pistolero” se le hace imposible poder controlar ese recurso primario, el de dejar su impresión dental en los rivales, por lo que ya se lo condenó en dos ocasiones; primero con siete partidos cuando jugaba con el Ajax holandés, y luego con 10 fechas vistiendo la camiseta del Liverpool inglés, ya en un país en el que fue permanentemente perseguido. Y está claro que los dos mordiscos anteriores también tuvieron mucho que ver con la dureza desmedida de la sanción de la FIFA.
La AUF salió desesperada a intentar defender lo indefendible asegurando que no existían pruebas de la incidencia, a hacer todo lo posible para reducir la pena al futbolista (lo que seguirá haciendo ante la FIFA y en una siguiente instancia ante el Tribunal Arbitral del Deporte, una especie del Tribunal de la Haya), sabiendo que el Mundial se le terminó.
Pero la pregunta también es, más allá de esa defensa lógica y justificada en lo deportivo, qué habrá hecho antes la AUF para intentar que en el Mundial Suárez no recurriera nuevamente en este “error”.
Primero, porque lo verdaderamente importante es Suárez como individuo. Segundo, porque una actitud como la que lamentablemente vivió el futbolista, terminaría --como sucedió-- con un perjuicio directo hacia la selección, y tiraría por tierra el trabajo que lleva adelante el cuerpo técnico que lidera Oscar Tabárez desde hace años en cuanto a inculcar el juego limpio, el mismo que se ha mostrado al mundo con el cambio de comportamiento de las selecciones nacionales en cuanto al juego brusco y la violencia.
El daño particular que se ha generado Suárez a nivel económico, con un traspaso en juego, es bastante menor al que deportivamente le ha generado a la selección, que seguramente mostrará una rebeldía superior a la que tiene habitualmente para afrontar lo que se viene.
Pero lo fundamental pasa por saber cómo se ayudará al “Pistolero” para superar esta nueva mancha en su estupenda carrera, en la que volvió a tropezar pese a afrontar una intensa recuperación por una lesión que casi lo aleja del Mundial, y pese a saber que en este Mundial de Brasil se llevaría las miradas del mundo futbolístico, ya sea por amor o por odio, y que sería observado detenidamente por todos. Porque de hecho a la FIFA poco le importa ese aspecto, y quedó demostrado.
La sanción de Suárez es, literalmente, un tema de Estado. Tanto, que hasta el presidente Mujica se trasladó anoche en el Aeropuerto de Carrasco para recibirlo (sin suerte dado que se atrasó el vuelo), y se dice que el gobierno intentaría interceder para intentar reducir la pena del jugador, después del Mundial. Y es el tema de los uruguayos, que estamos con la sangre en el ojo porque fútbol es fútbol y la Celeste es la Celeste.
Y lo único que despierta ese patriotismo escondido es esa camiseta color cielo, que provoca embanderar cada rincón del país como ninguna fecha patria, que nos nubla de tal manera que muchas veces impide ver hasta la realidad y lo verdaderamente importante, más allá de la injusticia de una pena que debió existir, pero que fue totalmente exagerada y que genera un precedente ante el que, seguramente y como siempre, la FIFA hará cintura.
EDICIONES ANTERIORES
A partir del 01/07/2008
Jun / 2014
Lu
Ma
Mi
Ju
Vi
Sa
Do
12
12
12
12
12
12
12
12
12
12
12
12
Diario El Telégrafo
18 de Julio 1027 | Paysandú | Uruguay
Teléfono: (598) 47223141 | correo@eltelegrafo.com