Paysandú, Domingo 29 de Junio de 2014
Opinion | 29 Jun Contratar a un sicario es fácil en prácticamente cualquier lugar del mundo. En España, por ejemplo, se conectan a través de Internet y su trabajo puede costar más de 20.000 euros. En Australia sus servicios se consiguen por encima de U$S 13.000, en Argentina es mucho más barato, entre U$S 4.000 y 5.000, en tanto en México, a pesar de su “frecuencia laboral” cobran muy por debajo de esas cifras y es considerado un “trabajo mal pagado”. En algunos lugares no cuentan con demasiada experiencia y en otros, tienen un pasado al servicio de Inteligencia y manejo de armas sofisticadas. Básicamente utilizan el mismo modo de actuar y similares vehículos, manejan información y tienen, por tanto, un futuro bastante incierto.
En Uruguay, se puede contratar un sicario por unas cuantas dosis de droga, por el pago del favor a cambio de saldar una deuda o por una variable suma de dinero. Las autoridades del Ministerio del Interior reconocen un aumento de este delito y aunque el tema vuelve a los titulares a raíz de la muerte de una pareja acribillada por 25 disparos, aseguran que el fenómeno se instaló entre 2001 y 2002, con la crisis económica. Lo difícil de explicar es por qué se profundizó, expandió y profesionalizó durante los años de bonanza. Aunque los referentes estimen un descenso en el consumo de pasta base, se observan nuevos casos consumados o “avisos”, algunos de los cuales identificó claramente el ministro del Interior, Eduardo Bonomi.
El secretario de Estado reconoció que el primer aviso es con un balazo de la cintura para abajo y luego se produce el tiro de la cintura para arriba, además de remarcar que “si la gente tiene temor al delito, al robo, a la rapiña, el Estado, el gobierno tiene que abrigar”.
Sin embargo, los casos avanzan en crueldad y el último ocurrido en Sayago, tuvo como testigos de primera línea a dos niños que salvaron sus vidas de milagro. Un informe ministerial detalló que en 2013, el 32% de los homicidios ocurridos entre enero y junio fueron ajustes de cuentas, al tiempo que Bonomi comparó en esa misma oportunidad que se utilizaron armas de fuego en el 70% de los casos, cuando en Inglaterra, por ejemplo, “la proporción de homicidios cometidos con armas de fuego no supera el 10% del total”. De todas formas, sea por arma de fuego con cerbatana el resultado es el mismo: asesinato.
Aunque las medidas de solución a este problema parecen de difícil aplicación, el especialista en seguridad pública Robert Parrado, propuso “prohibir que dos personas circulen en una moto, como pasa en Argentina. También darle a la Policía y a los inspectores de tránsito instrucciones concretas para trabajar en la calle: si una moto no tiene matrícula, no puede circular. Hay otra medida que también se tomó en Argentina, donde los cascos y los chalecos tienen que ser numerados. Debe haber además, un real control territorial en los entornos de determinadas zonas para restringir la posibilidad de ingreso y salida de drogas y armas. Pero nada de esto tiene sentido si no se encara el tema con inteligencia por parte de la Policía”. Sugerencias claras de quien --como policía retirado-- conoce varias internas.
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