Paysandú, Martes 01 de Julio de 2014
Locales | 26 Jun Quien trabajara como auxiliar en la escuela 102 de colonia Ros de Oger, durante el tiempo en que el maestro director Carlos Omar Peralta Gómez estaba al frente de la misma, el que ahora se encuentra en huelga de hambre en demanda de una rápida resolución de su caso (que incluye sumario), salió al cruce de algunas de las expresiones del maestro, y además contó otros detalles de lo que ocurría en ese centro escolar.
Judith Martínez aseguró que durante 10 años, antes de la llegada de Carlos Peralta, trabajó en esa escuela con otra docente, “y de lunes a viernes vivía en la casa de la escuela”.
En ese lapso “nunca tuve un problema, y tampoco con los vecinos, que son conocidos de años”.
Martínez reveló que “como el maestro viajaba en una moto vieja y ni siquiera tenía para echar nafta para trasladar sus pertenencias, y como me comentó que iba a pedir un crédito para sus viajes, le presté 100 dólares para que me los pagara en cuotas. Pero nunca me los pagó. Fui muchas veces a cobrarle -con testigos- y me decía que no tenía plata. Me quería llevar a Quebracho para pagarme, pero preferí perder el dinero antes que hacer eso”.En otra oportunidad, “me pidió que fuera a la escuela a estar con él, pero no era necesario que trabajara”, lo que Martínez tampoco hizo. “Cuando iba trabajaba, aunque él me pedía que no trabajara. Nunca le hice caso. A veces yo estaba lavando los baños de los niños y me decía que no lavara, que me cuidara, pero mi respuesta siempre fue la misma: ‘Es mi trabajo’”. Y otro día “me dijo por qué no dejaba a mi hija en la casa de una vecina y que yo me quedara en la escuela. Pero nunca logró esos propósitos”.
Desde entonces, “comenzó a complicarme en el trabajo”. Cuenta Martínez que el maestro director Peralta le daba “2 centímetros o no se cuántos centímetros cúbicos, pero muy pocos, de agua fuerte y lo mismo de jabón líquido para hacer la limpieza. Y el resto lo mantenía bajo llave en su dormitorio junto al surtido”.
“Para cocinar me complicaba porque me reducía todo cuando él de noche se daba el gusto de comer a gusto y dejaba todo sucio. No era mi trabajo ser su limpiadora personal. En cuanto a la calidad de la comida quiero dejar bien en claro que nunca ‘quemé’ la comida, y por algo no tuve problemas durante 10 años”, agregó Martínez. Aquejada de problemas en la columna, que más adelante le significarían una licencia médica -incluyendo una reciente operación- y que probablemente determine más adelante una jubilación adelantada, “quería que hiciera quinta y jardín y alcanzó a amenazarme con iniciarme un sumario si no cumplía. Pero no podía, estaba ya enferma”.
“Creo que no es correcto hablar de que él es el perseguido; hay que saber la verdad; él no atendía a la inspectora de zona, si hasta una vez huyendo en su moto de su cercanía se cayó y sufrió lesiones. Creo que también los padres deberían contar la verdad. No es justo que no se sepa la verdad”, resumió Judith Martínez.
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